Somos
testigos, de nuevo, del enésimo ataque yihadista a Occidente, esta vez en pleno
centro europeo, en la capital de Francia, París. Vuelve el recuerdo de lo
ocurrido hace varios meses a la revista satírica Charlie Hebdo, cuyas oficinas estaban situadas en la misma ciudad.
Pero la vida corre demasiado
deprisa. Igual que olvidamos lo de ese semanario francés, la semana próxima
apenas recordaremos la nueva masacre de ciudadanos indefensos. Occidente es
así, y hay demasiado «panem et circense» como para dejar un hueco permanente a
las víctimas propiciatorias de nuestra estupidez.
Quiero, aquí, realizar un profundo análisis
de la situación en la que nos encontramos. Para hacerlo, es absolutamente
perentorio tomar cierta distancia. Un análisis profundo de la situación
requiere dejar atrás sentimentalismos y humanitarismos. El análisis pretende
eso, buscar las causas de la situación, para reconocer sus consecuencias,
olvidándonos por completo de cuestiones relacionadas con el corazón. ¿Por qué
incido tanto en esto? Porque adelanto que algunas de las cosas que diré serán
duras y mucha gente podría tacharme de lo que no soy, ya que sólo analizo la
situación, no tengo por qué compartirla.
¿Cuál es el principal enemigo de
Occidente? Muchos pensaréis que me refiero al fanatismo islámico, pero estáis
equivocados. Creo que el principal enemigo de Occidente es el mismo Occidente.
Los mismos valores que son los principios de la civilización Occidental, son
también su «talón de Aquiles». En el nuevo orden mundial, Occidente es la
civilización más poderosa y, por ello mismo, es la que tiene más enemigos. Pero
nuestros principios de solidaridad, democracia, libertad, fraternidad,
igualdad, etc, no se corresponden con los valores del resto de las
civilizaciones. Creemos, puesto que son los nuestros, que son lo mejores, pero
no tiene por qué ser así. De hecho, son nuestros valores y a nosotros nos
funcionan, más o menos, pero no hay obligación para que funcionen en otras
civilizaciones, con otras costumbres, otras ideas y otras religiones.
Así, la secularización, aconfesionalización y, por último,
laicización de la sociedad occidental, ha dejado un hueco enorme por donde se
están introduciendo otras religiones, sobre todo el Islam. Pero el Islam no se
cuela solo, se cuelan las costumbres e ideas de las personas que profesan dicha
religión, que pertenecen a otra cultura y civilización, cuya forma de vivir no
tiene nada que ver con Occidente.
Esto tan básico que estoy
explicando, y tan mal visto últimamente, ya lo sabían hace 500 años. Es la
razón por la cual los Reyes Católicos expulsaron a los judíos y Felipe III a
los moriscos. No era racismo, como se suele decir, era el evitar una difícil
convivencia entre personas de diferentes culturas y civilizaciones. Porque no
es cuestión de color de piel, sino de costumbres y creencias.
¿Por qué los yihadistas nos atacan
con bombas y subfusiles, a nosotros, el pueblo llano, que estamos indefensos?
No los voy a apoyar, pero mi deseo es comprenderlos. Lo hacen porque no les
queda otra. Ellos no pueden combatir con portaaviones o misiles contra el
Occidente que les dicta los gobernantes que deben tener, que les impone
democracias que ni quieren ni comprenden, que les obliga a poner los precios
del petróleo que a nosotros nos conviene, etc, etc, etc. Occidente se ha metido
en sus vidas a la fuerza y queremos que lo acepten y lo acaten, pero no es así.
Muchos no lo hacen y se inmolan contra nosotros. Es su única forma de
combatirnos, pero nosotros no la comprendemos, de la misma forma que no
comprendíamos a los kamikaze
japoneses. Pero al igual que ocurrió aquello, inaudito para nuestra forma de
pensar, está ocurriendo esto ahora. No aprendimos nada hace 70 años y lo estamos
pagando en la actualidad. Diferentes civilizaciones tienen diferentes formas de
pensar y vivir, ni mejores ni peores que las nuestras, sólo diferentes, y hasta
que no entendamos eso, lo llevaremos crudo.
No digo que el Islam en general sea
malo, ni nada por el estilo, sólo que es diferente. Si nuestra civilización era
cristiana y ahora es agnóstica, prácticamente, no deberíamos permitir que otra
creencia se instale entre nosotros, porque eso sólo nos traerá problemas.
Nuestros valores occidentales nos dicen que cada uno puede creer en lo que
quiera, que debemos ser misericordiosos con esos pobres refugiados que huyen de
las guerras, que debemos ser tolerantes con distintas formas de pensar... pero
esto nunca ha sido así en la Historia. Ha ocurrido solamente de forma puntual.
Lo normal es aniquilar al otro y no dejarle el más mínimo espacio dentro de
nuestra propia civilización. Los valores a los que ha tendido nuestra
civilización, con una permisibilidad absoluta, serán también su tumba.
Si queremos que haya paz con las
otras civilizaciones, sobre todo con la islámica, que nos pilla más a mano, tenemos
que hacer dos cosas: la primera es dejarlos tranquilos, no inmiscuirnos en sus
gobiernos ni en sus recursos; la segunda es más peliaguda: expulsar de
Occidente a todo miembro de cualquier civilización que no sea la nuestra. Sé
que ambas cosas son casi imposibles, la primera porque las grandes empresas no
lo permitirían, aunque la gente que esté a favor de ello luego se queje del
precio del gasoil, o de los neumáticos, o de los teléfonos móviles. La segunda
sería la misma gente la que no estaría dispuesta a echar de aquí a millones de
chinos, musulmanes y demás, por ser inmoral.
¿Cuál es, entonces, el futuro que
nos espera? Más de lo mismo. Contra un tío con un kalashnikov no se puede combatir con satélites espías, misiles
nucleares ni submarinos. Es demasiado fácil matar a alguien, siempre que no te
importe tu propia vida, en la creencia de que lo que haces es lo justo y será
recompensado.
Así, mientras nos mantengamos fieles
a nuestras ambiciones económicas y a nuestros valores occidentales, que yo
también creo justos, estaremos cabreando a buena parte del mundo, y una parte
de esa buena parte seguirá entre nosotros, como quintacolumna, machacándonos. ¿Qué harán los gobernantes que
deberían preocuparse por nuestro bienestar? Más recortes de libertad, pero
siempre será por nuestra seguridad, no vayamos a pensar mal.
El Condotiero
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