jueves, 29 de octubre de 2015

De cómo engañar a millones de personas

             Días atrás observé una serie de entrevistas a habitantes de Barcelona, a pie de calle, preguntándoles acerca de cómo creían ellos que la situación económica de Cataluña cambiaría a raíz de una posible independencia de ésta. Para mi sorpresa, más del 80% de los encuestados contestaron que, en su opinión, iría a mejor, o sea, que sería positiva dicha independencia, desde el punto de vista económico, aunque algunos matizaron que pasarían 2, 3 o 4 años malos, pero que luego se recuperarían y estarían, incluso, mucho mejor de lo que están ahora.
            Yo, a tenor de lo que ya he comentado en otra ocasión, sobre realizar montones de referéndum vía internet, preguntaría a todos los españoles si desean que los ciudadanos de Cataluña decidan si prefieren seguir perteneciendo a España o no (que yo diría que sí; si se quieren estrellar, es su problema), porque la soberanía pertenece a todos los españoles, por lo que son ellos, todos, no sólo los catalanes, los que pueden tomar dicha decisión. Si queremos que la soberanía radique en el número de personas que nos convenga, según para qué y cómo, al igual que hacen los políticos independentistas catalanes, yo, como ciudadano español, por lo tanto gerente de parte de la soberanía nacional, quiero votar sobre si tengo que seguir pagando el IBI o no. Me preguntaría sólo a mí mismo, puesto que yo pongo las condiciones de la votación, y sé cuál sería el resultado de la propuesta. Además, esos políticos que sólo buscan sus intereses particulares, están creando un serio precedente: si ellos no dan ejemplo como garantes de la legalidad vigente, cumpliéndola, no pueden pretender después que el resto de los ciudadanos respeten la misma legalidad. Es decir, no pueden pretender que paguen impuestos, que respeten las normas de tráfico y demás, y que se amolden a sus decretos, pues habrían perdido la legitimidad que se necesita tener para ello.
            Bien, fuera de la discusión del porqué los catalanes quieren la independencia, si ésta es factible o si es legal, quiero aquí comentar lo que decía al principio: lo engañados que están los catalanes respecto a una posible independencia. Lo haré punto por punto de todo lo que he escuchado en estos años anteriores, aunque más condensados en los últimos meses, desde luego. Puede que alguien tenga prisa por poder hacer y deshacer, y así se quitan de encima los problemas de ciertos «3%».
-         Si Cataluña se independizara los catalanes seguirán perteneciendo a la Unión Europea. Mentira. Los políticos europeos no saben ya cómo decir que no, que es una falacia. Y no sólo desde el punto de vista legal, es que a Europa no le conviene que la gente piense que esto pudiera ser posible, porque si Cataluña se independizara pero quedara dentro de la Unión Europea, a los cinco minutos ya estarían formándose colas de peticionarios de secesión por parte de bretones, corsos, bávaros, flamencos, etc, etc, etc.
-         Si Cataluña se independizara los catalanes tendrían la doble nacionalidad: catalana y española. Mentira. Según las leyes españolas, sólo se puede tener la doble nacionalidad con países con los que se tenga un convenio para ello, que son muchos sudamericanos y centroamericanos, Guinea, Andorra, Filipinas y Portugal. ¿Alguien ha leído aquí Cataluña por algún lado? Por tanto, si Cataluña se independizara, todo aquel ciudadano que adquiriera la nacionalidad catalana, perdería automáticamente la española. No es cuestión de opinar, es que así es la ley. Punto y pelota.
-         Si Cataluña se independizara España pagará las pensiones de los jubilados catalanes. Mentira. Cuando un trabajador paga sus impuestos al Estado, no se está guardando parte de lo que paga para su futura jubilación, aunque es lo que parezca. El trabajador de hoy paga las pensiones del trabajador de ayer, y el trabajador de mañana pagará las pensiones del trabajador de hoy. Así funciona el tema, por lo que, en una Cataluña independiente, los trabajadores catalanes de hoy, pagarían las pensiones de los jubilados catalanes de hoy. Otro engañabobos.
-         Si Cataluña se independizara el FC Barcelona jugaría en la Liga francesa de fútbol (Ligue 1). Mentira. Una cosa es que el equipo de Mónaco juegue en Francia, al igual que el de Andorra lo hace en España. Pero son países minúsculos y que tienen convenios para ello, pero Cataluña sería una país con casi 7 millones de habitantes y con muchos equipos de fútbol, por lo que tendría que crear su propia liga (quizá esto no lo veáis muy relevante, pero creedme, los barceloneses le dan mucha importancia a su FC Barcelona y, quizá, si supieran que este equipo se hundiría, puesto que no podría recabar tanto dinero para pagar a sus estrellas, probablemente no estarían tan a favor de la independencia).
-         Si Cataluña se independizara tendríamos mucho más dinero para nosotros, porque no deberíamos darle una pela a España, y la economía subiría como la espuma. Mentira, o eso creo, puesto que no soy un analista económico. Pero, al quedar fuera de la Unión Europea, se acabarían las subvenciones europeas que están llegando allí desde 1986. Se crearían fronteras, en las que se tendrían que pagar fuertes aranceles, por lo que, quizá, nos saldría a los españoles más barato el champagne francés que el cava catalán. Esto es sólo un ejemplo, porque sería similar con montones de productos. El puerto de Barcelona también se hundiría, porque es puerta de entrada de montones de productos extranjeros hacia Europa (sobre todo, chinos). Pero  claro, no iban a pagar después por cruzar la frontera entre Cataluña y la Unión Europea, ya que pagarían el doble de aranceles, por lo que esas compañías navieras desviarían sus barcos a Valencia o Marsella. En relación a la inversión extranjera, ya en 2014 bajó un 15% con respecto a 2013. Veremos lo que ocurre en este 2015, respecto a 2014. El dinero es muy cobarde y no es amigo de las incertidumbres. Más de 1000 empresas han abandonado ya Cataluña en los últimos tiempos y muchas están preparando su huida en caso de independencia. Es lógico, al valiente que se quede le van a crujir a impuestos, para que pague no sólo lo suyo, sino también lo de quienes se fueron, porque alguien tiene que sufragar los gastos de la independencia, ¿no?
-         Si Cataluña se independizara el gasto social no sólo se mantendría, sino que crecería. Mentira de nuevo. ¿Cómo sería eso posible en una Cataluña abandonada por las empresas de todo tipo y con un crecimiento exponencial del desempleo? Tendrían, para ello, que endeudar su nuevo país, siempre que haya alguien que se arriesgue a prestarles dinero, claro, que eso estaría por ver.
            Creo que la situación sería dantesca y los catalanes acabarían arrepintiéndose de hacerlo, pero, ¿qué pasaría con España? Pienso que una España sin Cataluña perdería peso en la Unión Europea y perdería un gran valor como es Cataluña, pero que acabaríamos saliendo del paso y algunas regiones, particularmente la Comunidad Valenciana, Aragón y Madrid, se verían finalmente beneficiadas de una posible secesión de Cataluña. España, que seguiría dentro del marco de la Unión Europea, no sufriría demasiado, siempre y cuando no permitiésemos que Cataluña se incorporara a la Unión, porque así no tendríamos que competir con ella. Cataluña independiente pediría de inmediato su adhesión a la Unión Europea, pero España siempre debería oponerse a ello, no por cuestión de vendetta, sino porque Cataluña siempre sería un fuerte competidor de una España dentro de la Unión, pero no fuera de ella, gracias a esa frontera que los mismos catalanes están encabezonados en montar, engañados por sus políticos corruptos, que sólo miran por sus propios intereses y cuyas cuentas corrientes están en Andorra y no en Barcelona.

            El Condotiero

miércoles, 28 de octubre de 2015

¿Jalouín?

             Hace poco, un amigo mío me retaba a que escribiese sobre este tema en cuestión, haciéndome esta pregunta: «¿por qué en mi centro de enseñanza (y otros) ponen trabas a que se ponga un belén y al mismo tiempo embadurnan las paredes con cosas de la m..... ésa del Halloween?». Y aquí estoy yo, tan calentito, que me atrevo a lo que sea menester.
            Desde luego, la forma de empezar es achacando la responsabilidad a su propio gremio, pues fueron los profesores (sobre todo los maestros de Primaria) los que iniciaron la costumbre del Jalouín en nuestro país, supongo que buscando una forma de aprender de forma entretenida, para que los niños se hicieran sus propios disfraces y, quizá, interpretasen algún papel. Después de todo, la idea puede que no fuera tan mala, además que entronca con una tradición antiquísima del pueblo celta, que fueron los que dominaron Europa (aunque no como entidad, sino en tribus dispersas) antes de la creación del Imperio Romano, desde la isla de Gran Bretaña hasta los Balcanes e incluso más allá, porque un pueblo de galos se trasladó a la península de Anatolia, dando lugar a los Gálatas, hoy más conocidos por una carta que les dirigió San Pablo que por otra cosa. Además, dominaron la mitad norte de la Península Ibérica.
            Se podría decir muchas cosas de Halloween, como que es la fiesta de All Hallows´ Eve, que podríamos traducir como Víspera de Todos los Santos, que, curiosamente, sí tenemos en nuestra cultura. Esta festividad, en el mundo celta, era la más importante, puesto que era su fin de año y se contraponía con la fiesta de mitad de año, que es la noche de Walpurgis, seis meses antes. Pero, si nosotros ya tenemos una fiesta de fin de año celta, que es Todos los Santos, y una fiesta de mitad de año, que es el Día del Trabajador (sé que no tiene nada que ver, pero cae el mismo día), ¿por qué tomamos las fiestas extranjeras? No lo sé, pero esto está en consonancia con la manía cristiana de celebrar las fiestas autóctonas pero con otros nombres, así se iban cambiando poco a poco las costumbres del lugar, sin que resultase chocante y produjese enfrentamientos. Era más cuestión de asimilar que de vencer o convencer.
            Pero sobre las bondades o no del Jalouín no quería yo versar este tema, sino sobre lo otro, del porqué se pone trabas para montar un belén en un colegio. Las costumbres, pues, cambian, y una de las tradiciones en España es montar belenes cuando llega la fiesta de Navidad, el Solsticio de Invierno, Hannukah o lo que quieran ustedes llamar a las fiestas que celebramos en nuestro final de año. Por tanto, si una mayoría de la población, o de padres de alumnos de un colegio, no desean que se monte un belén, pues que no se monte y punto, no pasa nada, ni creo que el mundo vaya a peor por ello. Lo que sí creo que hace que el mundo vaya a peor es que una minoría minoritaria imponga su criterio a los demás. En Andalucía tenemos el caso no sólo de los belenes, sino que ni siquiera hay fotografías de nuestro rey en las aulas, porque hay padres a los que les molesta. Y me pregunto, ¿quiénes se creen que son estos padres para imponer sus ideas al resto? La cuestión de la monarquía o república no es algo que deba tener sentido ni debate en las aulas de Primara, porque los niños no tienen derecho a voto. Pero es que, además, el rey es el rey de todos los españoles, nos guste o no, hasta que España se convierta en una república, si esto llegase a suceder algún día.
            Y éste es el principal problema de nuestra sociedad y, por ende, de nuestra democracia: nos dejamos gobernar por las minorías. Quizá sea porque esas minorías, conscientes de que lo son, hacen más ruido que las mayorías, intentando contrarrestar el número, por lo que son finalmente más escuchadas y dan la sensación, aunque no es real, que más que minoría, son mayoría.
            Y es algo que se da en todos los ámbitos de la vida, no sólo en el político. Así, si un padre no quiere que se monte el belén en la clase de su hijo, despotricará hasta límites insospechados, mientras el resto de padres, de los que unos cuantos estarán de acuerdo con él, otros cuantos estarán en contra pero no querrán meterse en follones, y la mayoría pasará del asunto, porque les importará un pimiento, asistirán a la bajada de pantalones del profesor/profesora del colegio/instituto, o del director/directora del mismo, porque, después de todo, tampoco puede hacer nada al respecto (ni desean perder sus puestos de trabajo por un rifirrafe sin sentido). La autoridad que siempre se ha presupuesto a los maestros o profesores se ha ido perdiendo en nuestra sociedad, siendo constantemente ninguneados y desprestigiados por los mismos padres que luego quieren que aquéllos se hagan enteramente responsables de la educación y bienestar de sus hijos, como si el aprendizaje de un niño concluyera a la misma hora que suena la campana de fin de clase.
            ¿Por qué ocurre esto? Pues porque, como ya he cementado más de una vez, aunque no hay una democracia real en España, aunque no hay voto, sí hay voz. Aquí cualquiera puede decir lo que le venga en gana y opinar del tema que quiera sin el más mínimo conocimiento o información del mismo. De acuerdo, yo también hablo de lo que quiero y como quiero, pero, al menos, intento documentarme al máximo de mis posibilidades y, lo que es más importante, creo que soy coherente con mis ideas. Yo soy proclive a escuchar a quien haga falta, e incluso a respetar sus ideas, pero sólo con una condición: que sea coherente con ellas. Por esa razón me fastidia mucho que existan padres que estén en contra de los belenes en el colegio, pero que luego acepten que sus hijos tomen la Primera Comunión, gastándose, para celebrarlo, miles de euros en el convite. Pero los hay aún peores: los padres que se niegan a que sus hijos tomen la Primera Comunión de manos de la Iglesia Católica, pretendiendo que hagan una Comunión civil, al igual que ya intentaron un bautismo civil. Esto es mezclar las churras con las merinas, para mi gusto, por lo que esos padres no me merecen ningún respeto, ni ellos ni sus ideas.
            Si usted está en contra de las celebraciones cristianas, porque no se considera como tal, y espera a que sus hijos sean mayores de edad para que tomen sus propias decisiones, tanto políticas como religiosas o de lo que sea, adelante, me parece perfecto. Sea coherente con sus ideas, las que puedan ser, y le respetaré, pero respete usted también a los demás, que también tendrán sus ideas, siempre que sean coherentes, claro. Si usted quiere ser escuchado, debe escuchar a su vez a los demás. O si desea celebrar lo que quiera, debe permitir que los demás celebren lo que les dé la gana. Ya no es simplemente una cuestión de coherencia, sino también de convivencia. Pero en eso, como en otras muchas cosas, los españoles estamos bastante más por detrás de lo que deberíamos, pues arrastramos un legado penoso del siglo XX, que es la intolerancia de la Segunda República, sumada a la intolerancia del Franquismo. Por ello, en 1978 se creó una Constitución votada por la mayoría, pero que a día de hoy no gusta a casi nadie, y también se forjó una sociedad «democrática» que no sabe pensar, que no sabe discutir y que no sabe amoldarse a los demás (amoldarse no en el sentido de dejarse manejar).
            Este mal tiene poco remedio, a excepción de la lectura. Por norma general, los que leen mucho son más tolerantes que los que no leen, pero, por desgracia, en España no se compran muchos libros y, lo que es peor, el 90% de los que se compran no se leen, aunque hacen bonito en la estantería.

            El Condotiero

martes, 27 de octubre de 2015

La URSS, ¿qué lástima que se fue?

             No he sido comunista en mi vida, jamás, ni por asomo, lo juro por Snoopy. Nada más que hay que ver en qué se convirtieron regímenes comunistas, tan separados ideológicamente de las tesis de Marx, Engels, Bakunin, etc, dando lugar a nefastas dictaduras como las de Stalin, Mao, Pol Pot y demás amigos de la esclavitud ajena. De hecho, siempre me he postulado más en el lado de EE.UU., aunque no por estar precisamente americanizado, sino por puro egoísmo y autodefensa, porque los EE.UU. son el nuevo Gondor que nos defiende del Mordor que tenemos ahí abajo. ¿O alguien cree que España, con un ejército de 70.000 hombres y sin servicio militar, que es el que crea reservistas, podría parar una invasión en toda regla de nuestros territorios por parte de una gente fanática, hambrienta y sin nada que perder?
            Antes, cuando existía la URSS, estábamos mejor, geopolíticamente hablando, pues, y esto lo aprendí en mis años de adolescencia, cuando el mundo aún estaba dividido en dos, ocurrió lo de Chernobyl y todavía existía el Muro de Berlín, mientras hubiera dos superpotencias que se vigilaran la una a la otra, a nadie se le ocurriría salirse del tiesto y las mismas dos superpotencias se cuidarían, y mucho, de pasarse de listos. Eso sí, para los habitantes de la antigua URSS, de Europa Oriental y otros lugares, es mejor que la URSS haya desaparecido, al menos, teóricamente, pero que cada uno se aguante su vela. Para aquellos que piensen que mi tesis es injusta, sólo puedo decirles que yo soy español y escribo sobre los que nos conviene a nosotros, mis compatriotas. Que los escritores y analistas de sus países escriban sobre lo que les convenga a ellos.
            Pero, ¿qué ha pasado desde que ha caído la URSS? Un desastre tras otro. La caída de la otra superpotencia supuso que sólo quedara una en pie, por lo que, al ser la única, se convirtió en hegemónica. Desde 1989, el mundo ha ido a peor geoestratégicamente, porque no ha habido nadie que haya parado los pies a los mandamases de EE.UU. ¿Y quiénes son los mandamases de EE.UU.? La CIA, lógicamente. Si valieran para algo, pues vale, qué le vamos a hacer, pero desde lo de Bahía de Cochinos, la CIA anda buscando como loca las neuronas que se tuvo que dejar allí, porque son una panda de inútiles que han transformado nuestro planeta en un arma de relojería. Allí por donde van, salta la liebre. Ya lo hicieron también en Afganistán, preparando y armando a los talibanes para que hicieran frente a los soviéticos, y después les salieron rana, como siempre, pues no ha sido aquélla la única ocasión en la que su política se les ha escapado de las manos.
            Todo empezó, en este nuevo mundo que tenemos, hace 25 años, con la caída de la URSS. Entonces, EE.UU. vio la posibilidad de meter mano en una zona interesantísima, desde el punto de vista petrolífero. Todos vimos cómo EE.UU. y sus aliados machacaron a Irak en la Primera Guerra del Golfo, con la connivencia de la población occidental, puesto que Irak era un país muy malo que había atacado a Kuwait y estaba regido por un dictador muy malo llamado Sadam Hussein. Pero, ¿qué hubo de verdad en todo aquello? Analicémoslo. Resulta que en la zona había un país aliado de occidente, allá por 1979, dirigido por un rey muy apreciado, llamado Reza Pahlevi. Tal es así, que los occidentales vendíamos montones de armas a Irán. Pero surgen los primeros radicales islamistas y lo quitan de en medio, convirtiendo a Irán en un país incontrolable desde el punto de vista occidental. Eso es algo inadmisible, por lo que la respuesta de la CIA es enviar a su perro de caza, que no es otro que Sadam Hussein.
            Comienza, entonces, una larga guerra que dura 10 años, una terrible guerra de desgaste en las trincheras, tan terrible que hay hasta ataques con gas (armas de destrucción masiva, qué curioso), cosa que no había llegado a suceder ni siquiera en la Segunda Guerra Mundial. Pero no pasa nada, Sadam es nuestro amigo y se le permite, porque, de hecho, Irak recibe montones de armas occidentales para que pudiese continuar la guerra contra Irán, y es lógico, porque si no, no habría aguantado contra un país que le doblaba la población. Entonces, si Sadam era nuestro amigo, ¿por qué se convirtió en enemigo? Claro, es que estaba loco, nos quisieron vender. Yo, desde luego, no me creo la tesis de que atacó sorpresivamente a un Kuwait indefenso. ¿Me van a vender la moto de que nadie se dio cuenta de lo malo que era Sadam y que atacó a Kuwait sin previo aviso, sin que los montones de satélites norteamericanos pudieran fotografiar los movimientos de tropas iraquíes hacia la frontera kuwaití? Os cuento lo que seguramente pasó, según mis ya comentados principios de la Navaja de Ockham y de ¿a quién beneficia? La guerra entre Irak e Irán, costosísima tanto económicamente como en vidas humanas, se saldó prácticamente con unas tablas. Pero claro, los amigos americanos de Sadam le habían prometido el oro y el moro (curiosa frase) y el tiro les había salido por la culata. Sadam querría compensaciones por el fiasco de la guerra, por lo que la CIA le diría: adelante, coge Kuwait y te la quedas, por un par de cientos de años nada más, eh, para que con su petróleo te compense la pérdidas de la guerra, pero, por si acaso, envía también tropas hacia la frontera con Arabia Saudí, el país más fuerte de la zona, económicamente hablando, para que no intervengan (y así, sea Arabia Saudí la que pida ayuda a EE.UU.). El engañado de Sadam hizo lo que la CIA le dijo que hiciera, mientras los satélites americanos miraban a otra parte, seguramente a alguna playa nudista o algún lugar similar, para, en el último momento, decir: «alto, somos la policía mundial, porque ya no existe la URSS, ¿qué está usted haciendo?». El pobre Sadam se tuvo que quedar con la cara de tonto, pero en lugar de sacar sus papeles, decidió seguir con lo previsto, pues, al fin y al cabo, tenía derecho a ello. ¿No se había desangrado Irak en su guerra contra Irán por mediación de Occidente? Merecía una compensación, o al menos eso creía él. Sabemos lo que realmente pasó después, que le dimos hasta en el carné de identidad, por no haberlo enseñado en su momento, y eso que nos habían vendido los periodistas que Irak poseía el cuarto ejército del mundo. Sería en número de deserciones, porque de otra cosa lo dudo mucho.
            Así, con la connivencia de la población occidental y mientras los antiguos países de la antigua URSS se estaban reinventando, EE.UU. había aprovechado y se había instalado en la importantísima zona de Oriente Próximo, donde el petróleo corre por las venas.
            Se podía haber quedado así la cosa, pero no, no era suficiente. Sin una URSS a la que hacer frente, los EE.UU. se habían quedado sin el enemigo según el cual gastaban tantísimo en defensa y hacían leyes restrictivas, en aras de la seguridad nacional y mundial. Había que hacer algo, y rápido. Pues inventamos Al-Qaeda, total, ya tenemos la experiencia de Afganistán. Con la nueva inseguridad mundial creada, podían seguir engañándonos con respecto a sus actuaciones.
            Y llega el fatídico 11 de septiembre. No voy a entrar a discutir si fue Al-Qaeda o no, porque daría para un escrito completo, pero para mí está claro, siguiendo los principios de Navaja de Ockham y de ¿a quién beneficia? Ya tenemos nuevo enemigo, Afganistán, y además la excusa perfecta para hacer nuevas leyes más restrictivas aun, pero con el viso de la seguridad, como las Patriot Acts en EE.UU. y la Constitución Europea, que por fortuna fracasó, y no gracias a nuestros políticos españoles, que tanto lucharon por el SÍ (Rajoy y Zapatero, que se unieron a ello como borreguitos). Así, machacamos Afganistán y después Irak de nuevo, matando a Sadam, que de paso lo callamos para que no hable.
            ¿Cuál es la última metedura de pata de la CIA? La Primavera Árabe. Quitando Túnez, que se está desangrando con el terrorismo (y algunos turistas que les pille de paso), los demás países árabes han ido a peor. Se ha quitado a Gadafi, muerto de forma deleznable y televisada, para que vengan unos bastante peores. Parece ser que no aprendemos de nuestros errores, o perdón, que la CIA no aprende de sus errores. No se puede dar la democracia a quien no la quiere y no la comprende. Nuestra democracia, que tiene muchísimos fallos, no está en consonancia con las ideas de los imanes musulmanes, al igual que no la estaría con las ideas de los sacerdotes católicos del siglo XV. Porque la democracia no sólo es un sistema de gobierno, en principio es una idea que está avalada por otras, como la libertad, la igualdad y la fraternidad. Quitando esta última, las otras dos están bastante lejos del ideario islámico, por lo que finalmente la incomprendida idea de democracia occidental es vista por los musulmanes como lo que es: una forma de injerencia en sus formas de vida, que no serán perfectas, pero es lo que conocen y lo que quieren, o eso parece.
            ¿Qué final, por tanto, podía tener la Primavera Árabe? El que ha tenido, un auténtico desbarajuste de los gobiernos que había en el norte de África y en Oriente Próximo, que tendrían sus defectos, pero, al menos, tenían controlados a sus habitantes, cosa que, egoístamente hablando, nos convenía a Occidente. ¿Qué tenemos ahora? Un montón de refugiados llamando a las puertas de una saturada Europa, de una Europa que querría ser solidaria, pero que está lastrada por sus problemas económicos y de desempleo, cuya última crisis económica, la peor desde 1929, ha ensanchado más si cabe las distancias entre clases, destruyendo sobre todo clase media, que es la que sostiene la mayoría de los impuestos. Que ésta es una nueva invasión, como las de los siglos IV y V al Imperio Romano, no lo digo yo, lo dice Arturo Pérez-Reverte, al que no se puede tachar de xenófobo (os invito a leerlo aquí). Y la creación del autodenominado Estado Islámico, ayudado en sus principios por nuestros ya amigos de la CIA, para que acabe socavando, desde dentro y desde fuera, los cimientos de la sociedad occidental, cercenando sus ideales de justicia y ecuanimidad, al observar con cuánto fanatismo y salvajismo se recrean, con sus magníficos videos, desde el punto de vista editorial.
            ¿Qué será lo próximo que invente la CIA? No lo sé, pero miedo me da. ¿A qué se debe este cúmulo de errores en su corta trayectoria de 60 años? ¿Son tan torpes como aparentan? ¿Les hacen exámenes de cociente intelectual cuando entran allí a trabajar y cogen a los que tienen menos? Lo dudo mucho, la verdad. Entonces, ¿qué ocurre? ¿Quizá todos estos errores no sean realmente errores y haya un plan de fondo por el cual nos quieran poner a Occidente tan contra las cuerdas que acabe estallando, indignado, y pueda dar comienzo un nuevo orden mundial, con la CIA a la cabeza de una megapotencia norteamericana que sea de nuevo la salvadora de Europa y nos pongan, por fin y de una vez por todas, bajo su yugo?

            El Condotiero

lunes, 26 de octubre de 2015

¿Democracia o Timocracia?

             Ya en la entrada Ficción democrática en España puse de manifiesto mi disconformidad con el sistema democrático español. Quizá no sea un problema inherente sólo al Estado español, sino, probablemente, incumba a todas las democracias del mundo civilizado (del que no es civilizado, mejor ni hablar). Que llamemos «democracia» a un sistema de gobierno donde la soberanía pertenece al pueblo y este sólo pueda dar su opinión cada cuatro años y con un papelito la mar de inútil, me parece más un timo que otra cosa.
            Entonces, ¿por qué decimos que la soberanía dimana del pueblo? Simple, para evitar que éste se levante. Ya lo inventó el Despotismo Ilustrado, con aquello de «todo para el pueblo, pero sin el pueblo». Si el pueblo vive en los «mundos de Yupi» y se cree el tongazo, mejor para los que nos gobiernan, que son, realmente, los que sí ejercen esa soberanía.
            Esa palabra, «casta», tan usada últimamente, es cierta. Existe. Tanto lingüísticamente como significativamente, pero no sólo en el ámbito de la política, sino que también existe en el ámbito empresarial, en el de las universidades y, en definitiva, en todo aquel que pueda ostentar cierto poder. Aunque, hoy, la que nos ocupa es la cuestión política, por lo que únicamente me referiré a ella. Pero, ¿a qué viene ahora referirme a la casta política? Pues porque en sus manos está el gobierno de nuestro país y son ellos los que podrían poner solución a la falta de democracia imperante. Y ese sí que es el verdadero problema que tenemos. Si los necesitamos para cambiar un sistema que solamente les beneficia a ellos, ¿podemos creer que alguna vez se pondrán manos a la obra para quitarse a sí mismos sus privilegios?
            Con esos papelitos inútiles que echamos en las urnas cada cuatro años se supone que elegimos a nuestros representantes, porque nuestro país está catalogado como democracia representativa. Hasta ahí bien, e incluso lógico, puesto que aún nadie ha sido capaz de construir un hemiciclo con 45 millones de asientos (y si alguien fuera capaz de realizar semejante locura, me gustaría poder asistir a un debate de 45 millones de personas, a ver quién se entiende). Pero de ahí a que nuestros «representantes» pasen de nosotros durante los siguientes cuatro años, me parece una tomadura de pelo. Tú eliges a tus representantes, pero, ¿realmente te representan después? Está claro que no, que sólo se representan a ellos mismos, al menos durante tres años y medio, porque en el octavo medio año de legislatura el partido en el gobierno se dedica a inaugurar pamplinas y a prometer maravillosas medidas para la siguiente legislatura. Pero oiga, ¿por qué no las ha hecho en ésta? Y los partidos de la oposición se dedican también a prometer estupendas leyes si los votantes los eligen a ellos, cuando han estado tres años y medio en la oposición sin hacer nada más que berrear y poner el ventilador.
            Alguien puede decirme que hay mecanismos en nuestras leyes para que el pueblo pueda participar de la democracia, como el de las 500.000 firmas para proponer que un asunto llegue al Congreso de los Diputados. Primero, que reunir 500.000 firmas no es tan fácil como escribirlo en un papel. Segundo y más importante, ¿qué ha pasado en la mayoría de las ocasiones en que una propuesta avalada por más de 500.000 votantes ha llegado al hemiciclo? Pues que sí, que ha llegado. Ya está. Tal y como llegan, las echan para atrás sus señorías. ¿Eso es democracia? ¿De verdad nos representan?
            Ahora bien, en un mundo que ha cambiado tanto en los últimos 20 años, ¿no habría posibilidad de que también cambiara nuestra relación con los representantes políticos? En la Edad Media, o Moderna, a nadie se le ocurriría un sistema de gobierno que fuera diferente al poder único de un rey, un papa, un dux, un margrave, etc, porque es lo que había. Si alguien le hubiera comentado a Alfonso X el Sabio, por ejemplo, que en siete siglos los países más adelantados estarían regidos por el pueblo, que elegirían a sus representantes políticos, éste lo habría tomado por loco. Los tiempos cambian y, últimamente, más, pues el desarrollo tiene un avance de progresión geométrica. ¿Qué ha cambiado tanto en los últimos 20 años? No, no hay coches que vuelan, ni patines aerogravitacionales, lo siento, Marty McFly, ahí se columpió Zemeckis, pero lo que sí que ha sido un vuelco en nuestras vidas es Internet. Que el mundo entero tuviera una conectividad tan bestial es algo que ni Julio Verne pudo llegar a imaginar.
            Internet, ¿es algo bueno o malo? Ésta suele ser la primera pregunta que te haces. Pero la respuesta es muy sencilla: nada es bueno ni malo de por sí, sino que es el uso de ese algo lo que es bueno o es malo. Podemos utilizar internet para montones de cosas, algunas buenas y otras malas. ¿Estamos infrautilizando internet? Probablemente, y sobre todo en el mundo de la política. Internet es la herramienta que podría sacarnos del atolladero en el que anda metida nuestra sociedad occidental. ¿Por qué no usamos internet para que la democracia sea más participativa? No se trata de eliminar los partidos políticos, no de momento, puesto que seguiremos necesitando representantes políticos, pero éstos deberían poner en las manos del pueblo las decisiones más importantes: los nuevos decretos-ley, las nuevas leyes, las disposiciones, etc. Que no voten sólo los 350 miembros del parlamento, que vote toda la población. Es algo tan sencillo que da miedo. No creo que inventar un programita para que la población española pueda votar en referéndum cualquier cosa sea más complicado que hacer «Assassin´s Creed», por ejemplo. Lo único que haría falta sería tener tu NIF y una conexión a internet, votando lo que pensaras que fuera lo justo. No haría falta hacerlo los domingos, porque votar no te llevaría más de un minuto, por lo que también ahorrarías dinero evitando colocar las urnas. Pero es que no todo el mundo tiene internet. Bueno, eso es cierto, pero sí que lo tiene o lo usa más del 50% de la población. El resto, podría acudir a cualquier edificio municipal, autonómico, gubernamental o diputación, donde habría siempre instalado un ordenador para servicio de votación de usuarios (como ya existen en la mayoría de ellos).
            Yo, sinceramente, sólo veo beneficios y posibilidades a este bosquejo de idea, pero claro, yo no soy político. No creo que a la casta política les guste la idea, porque perderían parte de su autonomía y privilegios para hacer y deshacer en el país, llevarse las comisiones de manera burda y ser indultado si me cogen. Por lo demás, los ciudadanos podríamos votar leyes controvertidas y pasar, así, de los dictámenes y las cerrazones de los partidos. De esa forma, un votante del PP podría haber votado a favor del aborto, o del matrimonio gay, porque aunque sus ideas estén más en consonancia con las del PP, en esos puntos concretos, puede diferir. O un votante del PSOE, igualmente, podría haber votado en contra del aborto o del matrimonio gay, por las mismas razones.
            Pero una vez en esto, no nos quedemos ahí. Internet podría servirnos, igualmente, para recrear esa separación de poderes tan necesaria. Los votantes, por internet, podríamos elegir directamente a nuestros representantes en el Tribunal Constitucional, o elegir a los fiscales de nuestras ciudades, que tendrían que demostrar su valía al pueblo, no sólo antes de ser elegidos, mediante campaña electoral, sino durante su tiempo de servicio, que sería limitado. Si ha demostrado ser un vaina, pues se elige a otro la próxima vez, y no te tienes que tragar al fiscal vaina funcionario para el resto de los restos, amén.
            Otra cosa es que nos queramos tomar los adelantos de forma seria o no, y sólo dejar internet para elegir quién gana Gran Hermano u Operación Triunfo (ah, no, que ya no existe, pues LaVoz).

            El Condotiero

domingo, 25 de octubre de 2015

(in)Justicia para todos

             En mi anterior entrada, Ficción democrática en España, ya hablé de la importancia de una real y eficaz separación de poderes, criticando que en nuestro país no existe como tal. Pero ahora voy a ir un poco más lejos en lo referente a la Justicia, porque a nadie se escapa que es algo que funciona muy mal, prácticamente desde sus cimientos. Si esto es así, ¿podemos decir que hay justicia en España?
            La Justicia es una de las garantes de la democracia y de la felicidad de los ciudadanos, que debe sentirse seguro y satisfecho para poder hacer lo que el Estado demanda de ellos cada vez con más fruición y es el pagar impuestos. Pero esto no es siempre así y el ciudadano debe pagar impuestos se sienta seguro o no. Sobre todo en España, donde la Justicia politizada impera por doquier.
            Pero, ¿qué le pasa a la Justicia española? Eso querrían saber muchos, pues la respuesta no es fácil. Todos somos capaces de ver los errores en los que incurre diariamente el Tercer Poder: saturación, lentitud y fallos fallidos. Lo que es incomprensible es la sensación de indefensión en la que nos encontramos los ciudadanos y la apatía general de los políticos hacia ella. Si todos y cada uno de nosotros nos damos cuenta de los problemas de la Justicia española, ¿por qué nuestros políticos no hacen nada por ponerles remedio? Me inclino a pensar que les da exactamente igual porque los ciudadanos los vamos a votar independientemente de lo que ellos hagan en su legislatura. Quizá obtengan menos votos, pero recabarán los suficientes para mantenerse en sus puestos, que es, al fin y al cabo, lo que les importa de verdad.
            Y es que los ciudadanos estamos un poco hartos de la frase «no debemos legislar en caliente», que suelen soltar los que nos gobiernan cuando salta cualquier escándalo, ya sea criminal o civil, que cree alarma social. Pero claro, a esta frase hay que sumarle el hecho de que tampoco se legisla, o muy lentamente, estando «en frío», una vez se haya desvanecido esa alarma social. Por tanto, entre que ni legislamos en caliente ni en frío, la casa sin barrer.
            Pero, ¿qué tiene que ver la legislación con la Justicia? Pues en este país todo, porque, como ya dije, no hay una verdadera separación de Poderes aquí y el Poder Judicial depende por completo de los políticos. Ahora, si fuera el único problema, de acuerdo, pero es que hay muchos más. Y uno de los más controvertidos radica en la cuestión de los funcionarios. Todos sabemos que hay una gran cantidad de funcionarios en España (y que todos queremos serlo, por diversas razones) y que el sistema funcionarial español es inoperante. Esto se manifiesta con mayor fuerza en la Justicia, puesto que, a excepción de los abogados y procuradores privados, la mayoría de los actores de la Justicia son funcionarios. No creo que los funcionarios deban ser blanco de nuestras críticas, en líneas generales, puesto que, como en botica, hay de todo. Y claro, en un departamento donde trabajan, por ejemplo, 10 funcionarios, no creo exagerar si digo que al menos 2 o 3 de ellos no harán su trabajo de forma correcta, o no irán a trabajar de forma habitual, poniéndose malitos con más asiduidad que si trabajasen en el ámbito privado, o, simplemente, pasarán de todo. ¿Qué ocurre? Que de los 10 sueldos que se pagan, esos 2 o 3 podrían ser ahorrados a las arcas del Estado. Pero no, no sólo eso, sino que finalmente estaremos pagando 11 sueldos, porque habrá que contratar a un interino para sustituir a los 2 o 3 que, de forma habitual, tienen depresión o les duele mucho la espalda, porque, además, no se suele sustituir a todos los funcionarios que están de baja, con lo que realmente habría que estar pagando 12 o 13 sueldos, dejando el marrón al resto de funcionarios que sí hacen bien su trabajo. Y éste es el problema añadido, ya que esos 7 u 8 funcionarios que sí hacen bien su trabajo, tienen que cargar con el trabajo de los otros, con la quemazón que conlleva ver, diariamente, cómo tu esfuerzo no se ve recompensado y percatarse de la inexistencia de diferencia salarial entre el que hace bien su trabajo y el que no.
            ¿Por qué ocurre esto? ¿De dónde nos viene? Aunque nos creamos ciudadanos de un país muy moderno, realmente arrastramos complejos que ya nos eran inherentes desde el siglo XIX. Uno de ellos, y que afecta directamente al tema funcionarial, proviene de la alternancia de gobierno de los partidos Conservador y Progresista de la época de la Restauración. Para evitar que los funcionarios afines al otro partido fueran puestos de patita en la calle una vez que se cambiase el gobierno, sustituyéndolos por funcionarios más cercanos, se creó la figura del funcionario «fijo». Pero en España, más que «fijo», está «clavado». Es muy difícil (no imposible, pero casi) echar a un funcionario. Para ello debe cometer un delito. Repito, para los funcionarios que les moleste mi forma de pensar, que sólo abogo por echar a los funcionarios que no hacen bien su trabajo, sobre todo porque entorpecen el buen funcionamiento de las administraciones, en este caso de la Justicia en particular, y que obligan a sus compañeros que sí trabajan bien a realizar el doble de trabajo. Por eso, sólo debería protestar contra mi comentario todo aquel funcionario que sea consciente de que no hace bien su trabajo y que, si fuera un empleado de la empresa privada, hacía tiempo que estaría en la calle.
            Y el tema del funcionariado tan sólo es uno de los que subyacen en la problemática de la Justicia. Otro de los más importantes es la extirpación de la empatía a que se ven sometidos una vez que acceden a su puesto de trabajo. Los jueces (aunque también los secretarios y otros funcionarios de Justicia) no parecen empatizar para nada con los ciudadanos de a pie, que son, al fin y al cabo, los que pagan sus sueldos. Nunca se ponen en el lugar de éstos y se remiten, siempre, al cumplimiento de la ley. No soy abogado ni he estudiado derecho, pero tengo el suficiente conocimiento para saber que las leyes españolas tienen cierto carácter de ambigüedad, por lo que los jueces, sobre todo, pueden actuar dependiendo de las circunstancias y no escudándose en su obligado cumplimiento de las leyes. Pero esto no sólo lo hacen los funcionarios de Justicia, sino también la policía. A mi me ha dolido mucho ver por televisión cómo la policía ha actuado sin contemplaciones en casos de desahucios, de flagrante injusticia, expulsando de su casa a una señora mayor que además estaba en silla de ruedas. Sin llegar a meterme en el tema de cómo se ha permitido a los bancos dirigir nuestro país, pues daría para un escrito completo, uno se pregunta el porqué los miembros de la policía, ya sea nacional o local, no se han planteado en ningún momento la inmoralidad de la orden recibida. Me recuerda a lo ocurrido en los campos de concentración y de exterminio de hace 70 años, salvando las distancias geográficas, temporales y consecutivas finales. Habría que preguntarse si ese policía, que amenaza con la porra a la anciana inválida para que abandone su casa, se pondría en contra de una orden para dar un tiro en la nuca a tal individuo o gasear a este otro. Quizá esos policías sean los primeros en criticar las imágenes del trato que se está dando a los refugiados sirios en los países del este de Europa, cuando están en su casa ante el televisor, rodeados por su familia.
            Tampoco se puede olvidar que si la Justicia en España no es igual para todos, porque como ocurre en el resto del mundo civilizado los que tienen más dinero pueden contratar a mejores abogados, desde la aprobación por parte del Gobierno de las Tasas Judiciales, la brecha se ha ensanchado más si cabe.
            Pero no acaba ahí la cosa, sino que además el Gobierno se adjudica el poder de indultar a quien desee. El indulto, que en un principio era un concepto precisamente para contrarrestar y compensar las injusticias de un sistema judicial obsoleto y con poca cintura, se ha convertido en la forma en que los políticos se salvan los unos a los otros. Algo que se debería usar con cuidado y de forma quirúrgica, se ha transformado en un uso cotidiano, con más de 500 indultados por año, casi todos ellos políticos y empresarios, pero pocos ladrones de comida con los que dar de comer a sus hijos.
            En definitiva, la Justicia en España se imparte de forma irregular, lenta e ineficaz, no de forma similar para todos, por lo que es injusta, ya que el que sale beneficiado también ha sido tratado injustamente, por muy contento que esté. Podría ser que la solución pase por quitar la Justicia de manos de los políticos y darle cierta independencia real, convirtiendo sus cargos más importantes en elegibles por el pueblo, que es, después de todo, quien les paga y los sufre.

            El Condotiero

jueves, 22 de octubre de 2015

La tergiversación de la Historia

             Ya en otra entrada comenté La educación como arma, refiriéndome a lo fácil que es reinterpretar las materias educativas para que las generaciones futuras piensen de la forma en que desean los poderosos, siendo, por tanto, la Historia la «bomba atómica» de las armas educacionales. Tal es así, que un historiador nunca se debería cuestionar si algo es mentira, sino si algo es verdad, puesto que todos los que han tenido un poquito de poder, desde el primer jefe de familia del primer grupo de Homo Sapiens que abandonó África hasta los magnates de la actualidad, han tergiversado la Historia para sus propios fines e intereses.
            La Historia, como el resto de materias de Letras, está bastante devaluada, sobre todo por razones prácticas de posibilidades de empleo y, también, en el ambiente popular. Ya se decía, por los años 80, lo de «el que vale, a Ciencias, y el que no, a Letras». También está el error de los de Ciencias el considerar que la Historia no es una ciencia. Bueno, supongo que eso será ya agua pasada, pero por si acaso, aquí pongo la definición de «ciencia» de la R.A.E.: «Conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente». Evidentemente, dicha definición casa perfectamente con la Historia.
            Aclarado este punto, quiero transmitir la importancia de la Historia para las sociedades humanas. Tan simple como que estudiando los hechos anteriores, que en mucho se parecerán a los futuros, porque todo se repite, podremos conocer las causas de dichos hechos y, más importante aun, sus consecuencias. De tal forma, conociendo nuestra Historia podríamos prever y, así, anticiparnos a sucesos que están todavía por acaecer. Pero claro, esto sólo podría ocurrir si la Historia que se estudia es la verdadera y no un cuento de ficción que deje a Tolkien como poco imaginativo.
            Y la importancia de la Historia queda demostrada por el afán de los poderes en hacerse con ella. Ejemplos, a miles. Aún me acuerdo de la enseñanza de la historia de la Grecia antigua que se hacía en el bachillerato de los años 80: Atenas (democrática) era una polis virtuosa y garante de las libertades, asemejándola con EE.UU., mientras que a Esparta se la asemejaba con la URSS y sus excesos dictatoriales. O, al menos, eso es lo que yo entendí. Pero claro, esos años quedaron atrás, la URSS desapareció y yo, irremediablemente, crecí, tanto física como intelectualmente, pudiéndome enterar que la antigua Grecia no era tal y como me la habían contado, que la maravillosa Atenas tiranizaba a sus socios de la Liga Ático-Délica (o eres mi aliado, dándome todo lo que requiero, o eres mi enemigo y te destruyo), que en su portentosa democracia sólo tenían derecho al voto menos del 10% de la población y que sus gobernantes eran tan corruptos como los de hoy en día (quizá sea el aire del Mediterráneo, que algo debe tener) y que Esparta, aun en su Diarquía y su maltrato hacia los ilotas, no eran para nada ambiciosos, pues conocían sus limitaciones y debilidades, y que no habían entrado en la Guerra del Peloponeso con ansias territoriales, cual lobo hambriento, como me habían contado, sino que habían acudido a la llamada de auxilio de Argos, una de la ciudades cansadas de la hegemonía tiránica de Atenas.
            Pero esto es sólo un ejemplo, hay muchos más. También hablé sobre ello de pasada en De patriotismos y apátridas, sin entrar en profundidad, pero aquí, en nuestro país, somos tan tontos que hemos comprado la Leyenda Negra Española, iniciada por nuestros enemigos en la Europa del siglo XVI, incapaces de vencernos en los campos de batalla, por lo que iniciaron una nueva guerra desde los despachos. Así, Guillermo de Orange y otros muchos después, plasmaron en papel (o en pergamino) una serie de mentiras y exageraciones que nuestros literatos no fueron capaces de contrarrestar, y no por falta de capacidad o ingenio, pues, como ya se sabe, estábamos en nuestros Siglos de Oro de las letras castellanas, sino, más bien, porque como buenos españoles que eran preferían degollarse unos a otros, como ocurría con Góngora y Quevedo. Desde entonces, la Leyenda Negra ha continuado en nuestra memoria y hoy la esgrimen todos los antiespañoles que hay por el mundo, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.
            ¿Y qué decir de las mentiras de la Iglesia Católica? Aún recuerdo un cartel que pude observar en una iglesia en la provincia de Jaén, hará cosa de 10 años, donde decía, más o menos: «La Iglesia: 2.000 años haciendo el bien». En fin, ¿qué podemos decir de esto? Yo reconozco que la Iglesia católica, como entidad, tiene sus virtudes y sus defectos, y que, con tantas personas que se vinculan a ella, los hay buenos y los hay malos, como en todos los sitios. También reconozco que últimamente están haciendo cosas buenas (misioneros y Cáritas, por ejemplo), aunque quizá otras discutibles. Pero, ¿2.000 años haciendo el bien? No cabe mayor tergiversación que ésa. Que le pregunten a Anne Germain, si está por ahí, si puede hablar con los exterminados en las Cruzadas, con los seguidores de Juan Hus, con los Bons Hommes de Carcasona y alrededores, con los arrianos, con los judíos, con las denominadas brujas, último reducto de la fraternidad Ser Humano-Naturaleza, etc, etc, etc. Algunos me pueden decir: «eh, oye, que tú ya has dicho que no se puede juzgar a alguien de hace X años con la mentalidad de hoy en día». Pues sí, y me reafirmo, pero el exterminio de seres inocentes porque piensan de forma diferente a mí no creo que sea deleznable sólo en la actualidad, sino que ya era deleznable en esas mismas épocas, otra cosa que conviniera a sus propios intereses.
            En España se tergiversa lo que se quiere y como se quiere, sin tener ningún tipo de tapujo ni vergüenza torera (perdón por la expresión). Ahí tenemos el caso de la Memoria Histórica, buscando como locos fosas comunes de fusilados por los «franquistas», por la razón de dar descanso a los restos mortales como se merecen y a los familiares que quedaron con vida, o nacidos después. Hasta ahí bien, pero me parece muy fuerte los casos que se han dado de fosas encontradas de asesinados por el bando «rojo», que se les ha echado tierra encima, literalmente, como si esos muertos y sus familiares no tuvieran el mismo derecho a descansar. Pero este es sólo un ejemplo, porque si continuara sería un artículo interminable, pues no hay nada que nos guste más a los españoles (además de maltratar animales) que el tratar los asuntos con diferente rasero, según nos convenga. Somos los absolutos genios de la tergiversación, pero como eso daría para un libro entero, paso página.
            Y paso página porque quiero ahora comentar las tergiversaciones del poderoso EE.UU. y sus socios de la OTAN, que son los que desde hace más de medio siglo dominan el mundo. Se podría hablar de Vietnam, de Pearl Harbour, del asesinato de Kennedy, o del atentado de las Torres Gemelas y el Pentágono, pues todo lo que salga de la Casa Blanca será repetido a pies juntillas por los demás gobiernos y por todos los periodistas del mundo occidental, sin, ni siquiera, plantearse si los hechos que repiten como papagayos son coherentes o no. Y a ver quién es el guapo que se sale del guión, porque lo tacharán de «conspiranoico» o algo peor.
            Con respecto a ello hay una cosa que siempre me ha tocado los eggs, y por lo que son tan importantes las palabras y su significación (y también tergiversación), cosa que hemos aprendido en España a raíz del grupo terrorista E.T.A. y sus familares y defensores, ya que términos como «conflicto», «lucha armada», «presos políticos», etc, etc, han sabido manejarlos de forma que los demás los hemos repetido también, porque los periodistas han dado cancha a tales nomenclaturas sin darse cuenta que habían caído en la trampa de la semántica.
            Y esto viene a colación de lo que quiero explicar. Resulta que los partisanos franceses, durante la Segunda Guerra Mundial, asesinaban y hacían labores de terrorismo contra las guarniciones de soldados alemanes que en Francia había. Era la Resistencia y eran unos héroes, porque luchaban contra los malvados alemanes. Vale, de acuerdo, pero luego resulta que los iraquíes que hacen lo mismo en Irak contra los soldados americanos no son «resistentes», son «insurgentes». ¿Por qué la diferencia en la nomenclatura? Porque los iraquíes no son héroes y sí terroristas. Pero, ¿qué diferencia hay ente franceses de 1944 e iraquíes de 2010? Yo no veo mucha, pero si nos atenemos a la Historia, resulta que los iraquíes tienen más derecho a matar americanos que los franceses tenían de matar alemanes. A fin de cuentas, los alemanes que pisaban suelo francés lo hacían porque Francia había declarado la guerra a Alemania el 3 de septiembre de 1939, mientras, en cambio, fueron los americanos los que declararon la guerra a Irak. Solemos pensar que fue Hitler quien declaró la guerra a los buenos de los británicos y franceses, pero no es verdad. Hitler era un matón de cervecería y sus adláteres unos rufianes de la más baja calaña, pero eso no quita que Alemania declarase la guerra sólo a Polonia. ¿Tenía derecho a hacerlo? Pues no, claro que no, pero fueron los vencedores de la Primera Guerra Mundial los que crearon el Estado de Polonia, partiendo a Alemania en dos (el famoso pasillo de Danzig) y los que quitaron a Alemania todas sus colonias en África y Asia. ¿Por qué los alemanes no podían hacer y deshacer en el mundo como sí podían hacerlo los británicos y los franceses? Es el típico tú no, pero yo sí, de los poderosos y si te rebelas contra ello, es que eres malo. Eso sin tener en cuenta que los alemanes que fueron asesinados por la Resistencia francesa eran pobres chavales obligados a alistarse por su país y padres de familia otro tanto de lo mismo.
            Tal es la importancia de la tergiversación de la Historia que los mandamases del autoproclamado Estado Islámico están intentando destruir todos los vestigios existentes que provengan de culturas anteriores al Islam en los territorios que dominan, para borrar toda posibilidad de oposición intelectual a sus ideas y «verdades».
            ¿Cuál es la moraleja de todo esto? Dudar. Siempre hay que dudar de todo. Cuando veamos un telediario, leamos un periódico o un libro o escuchemos la radio, dudad de todo lo que se dice e investigad todo lo que podáis, porque detrás de una noticia (o algo ya manido) siempre hay alguien que tiene algún interés oculto. Yo me suelo regir por el principio de la Navaja de Ockham y no suelo equivocarme, creo. Lo más sencillo es, casi seguro, lo más probable. También me rijo por el axioma de «¿a quién beneficia?». Relacionando estos dos principios, es bastante más difícil que os den gato por liebre. Probadlo, ¿qué podéis perder?

            El Condotiero

martes, 20 de octubre de 2015

Y Vosotros Dominaréis la Tierra



              De vez en cuando, y sólo de vez en cuando, la Madre Naturaleza nos pone en nuestro lugar, y todos nos lamentamos por las víctimas inocentes de tal huracán o tifón, de cual terremoto o tsunami y de aquella erupción volcánica. Pero... ¿víctimas inocentes? ¿De qué eran víctimas inocentes? Desde luego no de ir en contra de la Madre Naturaleza que provocó dichas catástrofes, porque ningún ser humano de hoy en día, a excepción, quizá, de alguna tribu paleolítica perdida del Amazonas o en alguna isla del Pacífico, cada vez menos, es inocente del daño que se está causando a nuestro planeta.
            Si alguno de ustedes tiene inquilinos en un piso de propiedad, supongo que querrá que el inquilino se lo cuide, aparte de que le pague las correspondientes mensualidades. Supongo que cualquiera despotricaría contra un inquilino que le ha reventado el piso, pero supongo que también pondría el grito en el cielo si uno de sus inquilinos exterminase al resto de vecinos.
            Pues eso, señores, es lo que estamos haciendo en nuestro querido planeta. Estamos exterminando a todo aquel compañero animal o vegetal que no sirve directamente a nuestros intereses. Estamos, pues, exterminando a nuestros vecinos, en aras de un mayor consumo que en poco o nada nos sirve para nuestro crecimiento personal o nuestra búsqueda de un camino de perfección como especie.
            Pero seguimos siendo animales, queramos o no, y la misma ciencia nos lo demuestra cada día. No sólo la genética confirma mis palabras, sino que la muerte nos llegará a todos tarde o temprano, por lo que aún no somos dioses, que como tales, a veces, nos creemos.
            No puedo criticar el punto en el cual comenzó todo esto, ya que fue el paso al Neolítico lo que desligó al Homo Sapiens del entorno con el que había convivido durante más o menos 100.000 años y pasó a dominar a las plantas y a los animales, domesticándolos por sus meros intereses. No puedo criticar eso, repito, porque me pilla un poco a desmano, pero también porque, como ya comenté en otro escrito, no se debe interpretar a nuestros antepasados con la mentalidad de hoy en día, además que sería inútil hacer una crítica a algo que hicieron unos tipos de hace, por ejemplo, 4.000 años, porque ya no tiene remedio. Las críticas, siempre, deben tener carácter constructivo, por lo que deben ir dirigidas a arreglar o remediar una situación que te coja cercana geográfica y temporalmente.
            Por tanto, hoy voy a hablar del trato que se les da a nuestros hermanos animales en nuestro país, esta España que tan mal trata a aquellos seres que tan cercanos están a nosotros genéticamente, los mamíferos en general, ya que está muy en boga últimamente el tema del toreo y de fiestas populares como la del Toro de la Vega, por ejemplo.
            Es un tema controvertido y que en realidad tiene poca solución, pues las posturas están demasiado enfrentadas: unos están totalmente en contra y otros totalmente a favor, o sea, que no hay nadie que esté consí consá.
            Así, como no va a haber consenso nunca, alguna de las posturas tendría que acabar perdiendo. De momento, pierden los animalistas, puesto que tales fiestas siguen sucediendo. Pero, preguntémonos cuál de las dos posturas es altruista y cuál interesada. ¿Qué ganan los animalistas prohibiendo los toros y las fiestas salvajes españolas? Nada, no ganan nada, monetariamente hablando, sólo en lo espiritual. Pero los amantes de la Fiesta Nacional y de las fiestas salvajes de los pueblos y ciudades españolas ganan, sino dinero contante y sonante, al menos en diversión (que digo yo se podrían comprar una playstation y dejar tranquilitos a los animalitos).
            Pero tampoco vamos a posturarnos de un lado u otro sin antes haber diseccionado las razones que esgrimen cada uno de los grupos. Los animalistas alegan que los animales sufren y ellos también, al verlos sufrir. Nada que objetar a dicha afirmación, pues es del todo lógica con lo expuesto por mí arriba.
            Pero, ¿qué dicen los amantes del toreo y de las fiestas salvajes?:
-         Que hay muchas familias que viven de ello. En fin, lo primero que se te pasa por la cabeza es que se comiencen a dedicar a otra cosa, pero si analizamos con profundidad la frase, ésta choca por incoherente. También hay familias que viven de las peleas de gallos o de las peleas de perros, y ambas actividades están prohibidas incluso en nuestro país antianimal. Pero es que también resulta que hay muchas familias que viven de vender droga y las detienen y las meten en la cárcel, en ocasiones. Me dirán que no puedo comparar las drogas con el maltrato animal. Por supuesto que no, el maltrato animal es mucho peor, porque las drogas las toma quien quiere y el pobre animal no creo que se presente voluntario a ser toreado o a ser arrojado desde un campanario.
-         Que es una tradición y costumbre de nuestro país. Vale, de acuerdo, pero, ¿las tradiciones y costumbres son eternas o cambian con los tiempos? Porque yo podría decir que me encantaría que la plaza de toros multiusos que se quería construir en Cádiz sirva también como anfiteatro (ya que sería redonda) y que se hagan combates de gladiadores, que tienen que ser muy interesantes. Eso sí, gladiadores voluntarios, nada de esclavos, porque así los gladiadores se jugarían la vida por motu proprio y no a la fuerza, como los animales en el coso. «¡Qué barbaridad!», dirán algunos. ¿Por qué?, si los combates entre guerreros es una costumbre funeraria latina y celta, ancestral. Lo mismo podría yo decir de ver morir a animales de forma cruel en pleno siglo XXI.
-         Que el toro bravo se extinguiría si no existiera el toreo. De nuevo recurrimos aquí a lo que dije al principio, que toda planta o animal que no nos sirva de alimento, comida, vestimenta o diversión será destruida para que nosotros podamos ocupar su espacio en el planeta. Es decir, mataremos a nuestros compañeros de piso para quitarles sus habitaciones y, así, poder disponer de toda la casa para nosotros.
            En definitiva, que siendo los humanos unos inhumanos con el resto de las especies, los españoles somos los europeos que peor tratamos a los animales. Y no sólo por las cuestiones antes citadas, sino también por el acostumbrado abandono de mascotas cuando ya no son tan graciosas como cuando eran cachorritos; o cuando colgamos al galgo compañero de caza porque ya está viejo, en lugar de jubilarlo (aparte de que el ser humano es el único animal que caza por deporte); o si se escapa cualquier animal en una fiesta o circo les disparamos a matar en lugar de con dardos tranquilizantes, como hacen en otros países. Por no hablar del patético caso del perro Excalibur, del que ya comenté en su día.
            Pero, ¿tan importante es el trato que se les da a los animales en nuestro país cuando tenemos tantos otros problemas encima? Pues sí, porque cómo queremos ser un pueblo solidario, compasivo, generoso y comprometido para arreglar los problemas que tenemos si no lo somos con nuestros compañeros animales. Si hasta Hitler trataba mejor a su perra Blondie que los españoles a los animales que les rodean...

            El Condotiero

De Patriotismos y Apátridas

             Recientemente se ha repetido en nuestro país la vergüenza de que unos festejen el día 12 de octubre como fiesta de la Hispanidad, otros como el día de la Virgen del Pilar y algunos despotriquen desvariando, que ya nos lo decían nuestros padres: «la droga es muy mala». «Pero si yo no tomo drogas», dirán algunos de estos últimos, a modo de defensa. «Ah, entonces es que eres gilipollas directamente, y para eso no hay clínicas de desintoxicación». Una lástima, porque posibles clientes tendrían a chorros.

            Todos los países civilizados poseen su fiesta de identidad nacional o festejan al santo patrón que los identifica y nadie allí se rasga las vestiduras. Ejemplos, los que queráis:
-         en EE.UU. celebran el 4 de julio, rememorando el día en que se firmó, en 1776, la Declaración de independencia de dicho país.
-         en Francia celebran el 14 de julio el Día Nacional, aniversario de la toma de la Bastilla, acaecida en 1789.
-         en Alemania celebran el 3 de octubre el Día de la Unidad Alemana, con su más reciente fecha de unificación de las dos Alemanias.
            Pero hay más, muchas más, y nadie se siente contrariado por ello en sus países, ni nadie siente vergüenza por ser patriota de ese país ni por llevar su bandera por bandera. Tampoco hay tontos (que, supongo, en todos países habrá, lo que ocurre quizá es que allí no tengan voz) que reivindiquen un pasado penoso de su país y quieran desentenderse de él.
            Por ejemplo:
-         los estadounidenses deberían avergonzarse de la masacre de pueblos enteros indígenas que acometieron en su camino desde la costa oriental hasta California, pero no lo hacen, porque es parte de la Historia y, si bien hoy dicen que no lo repetirían, tampoco se fustigan con ello, porque, primero, no lo hicieron ellos, sino sus antepasados, y, segundo, hizo que EE.UU. sea hoy el país que es.
-         los franceses podrían pensar que la Revolución fue algo malvada, que llevó a unos locos al poder que decapitaron a más de 200.000 personas, incluyendo a sus propios reyes, y luego dio lugar al Imperio de Napoleón Bonaparte, con el que comenzó la Segunda Guerra Mundial (la primera sería la guerra de los Siete Años; las denomino mundial porque se combatió en todos los continentes, por lo que nuestra Primera Guerra Mundial sería en realidad la tercera); pero no, los franceses no se avergüenzan de su pasado y se abrigan con él, ya que también tuvo virtudes: destrucción del Antiguo Régimen; el antropocentrismo y la Ley como reguladora, con sus defectos; y la gloria para su nación, perseguida durante tres largos siglos, pero impedida, precisamente, por los españoles.
-         los alemanes se enorgullecen también de serlo, pero por favor, que no se hable de Hitler o del Holocausto en su presencia.
-         no hay nadie más patriota que los británicos, aunque su bandera ya no sólo la lleven ellos, sino cualquier «ni-ni» en su camiseta. Pero no ha habido país más malvado que la «Pérfida Albión», donde se nombraba caballero (sir) a los corsarios, como sir Francis Drake, sir Walter Raleigh, etc, etc, etc...
            Pero, ¿qué pasa en España? Tenemos, quizá, el país europeo con la historia más rica. No es cuestión de darse golpes en el pecho, porque tampoco es mérito nuestro, ya que nuestra posición geográfica ha sido y es altamente estratégica, como puente entre Europa y África, y, desde el descubrimiento de América, puerta de entrada y salida hacia las nuevas tierras. Por ello, y sólo por ello, nuestra península ha sido durante siglos tierra ambicionada y conquistada por multitud de pueblos y, cuando surgió algo como una nación autóctona (discutible por sus orígenes étnicos), fue grande por lo que hizo en el exterior, más que de lo que logró en el interior. Las grandes conquistas y migraciones siempre han tenido como base la pobreza del suelo inicial. España no iba a ser diferente a la costumbre histórica, y los hidalgos y señores empobrecidos de Andalucía y Extremadura, sobre todo, verían en las nuevas tierras la posibilidad de prosperar, cosa que aquí no podían hacerlo.
            ¿Fue el Descubrimiento de América un descubrimiento? Según los indigenistas y pseudointelectuales de la farándula, no, porque ellos sabían que estaban allí. Hay que ser tonto de remate para pensar así. El descendiente de Manco Capac que celebre lo que quiera, pero para los europeos sí fue el descubrimiento de que había aún tierras incógnitas para ellos, tierras en las que podían forjarse un futuro y tierras con las que podían enriquecerse comercialmente hablando. Tuvo sus cosas malas, no voy a decir que no, pero aunque sea sólo por conocer el chocolate (cacao), la patata y el tomate, por decir unos pocos ejemplos, es razón suficiente para darse cuenta de las bondades del 12 de octubre de 1492. ¿Alguien concibe su vida normal sin comer turrón de chocolate o bombones en Navidad, sin conocer la pizza (sin tomate no tendría gracia) o sin poder comer ensaladilla rusa, tortilla de patatas o unas simples patatas fritas? No lo sé, pero yo seguro que sería más feliz si no se hubiera descubierto el tabaco (por la salud y el bolsillo).
            A esos fracasados pseudointelectuales se les llena la boca hablando de lo felices que eran los indios antes de conocernos. No les vayas a comentar que hacían un sinnúmero de sacrificios humanos, porque se levantan en «comandita» arguyendo que no se puede juzgar a personas de hace cinco siglos, porque tenían otra forma de pensar y otras creencias. ¡Pero, oiga, si es lo que hacen ustedes con los españoles que fueron allí hace exactamente los mismos siglos! ¿Cómo se puede juzgar a unos sí y a otros no? Pues como siempre ocurre en este país de imbéciles: con demagogia barata y tergiversación fácil. No podemos tener crucifijos en las escuelas ni poner «belenes», pero hay que dejar que las musulmanas lleven el hiyab a las clases, porque, si no, es discriminación. No puede haber ningún busto, ni estatua ni nombre de calle de Franco y sus adláteres, pero que ni se toque a la Pasionaria, Carrillo, Largo Caballero o al Campesino. Ni se te ocurra mentar a Hitler y a sus correligionarios, pero te lo dicen los que llevan una camiseta con la faz del Ché Guevara.
            Incongruencias e incoherencias. O mejor dicho, estupidez en grado superlativo, ya que no saben aquéllos que denigran tal cosa que las razones que para ello sostienen se pueden volver fácilmente contra lo que ellos defienden, pues los extremos se tocan, al dar la vuelta al círculo.
            Que matamos a muchos indios no es que no sea cierto, pero en todas las conquistas ocurre. Lo que debemos mirar es la cantidad de indígenas y mestizos que sobreviven en América del Sur y Central, a diferencia de lo que ocurre en América del Norte, donde sí fueron exterminados y nadie dice nada al respecto. Al fin y al cabo, no fueron nuestros antepasados (o los suyos, más bien) tan malos, sólo llevaron otra forma de vida y otra religión, en consonancia con sus ideas, ideas de hombres del siglo XV y XVI, a los que no podemos juzgar por ello.
            Yo, el día 12 de octubre, no me vestí con un traje de luces, ni me pinté la cara con la bandera roja y gualda (como la chica del anuncio de cierto partido político), ni salí como loco a festejar la hispanidad a la calle, como si fuera carnaval. No, pero tampoco me avergüenzo de ser español... bueno, algunas veces sí, pero sólo al percatarme de las tonterías que dicen algunos de mis compatriotas, que lo son, porque lo pone en el N.I.F.

            El Condotiero