sábado, 30 de abril de 2016

Don Quijote de la Janda

             Conducía Don Quijote su moto BMW, anticuada pero fiel como ninguna otra, acompañado en el sidecar por su amigo Sancho, más fiel si cabe, puesto que aun sabiendo de la locura de su amigo no lo abandonaba en sus continuas cuitas. Conducía Don Quijote, como iba diciendo, por los agrestes terrenos que bordean Medina Sidonia, tierra de aromas y de otras delicias, cuando percibió, a lo lejos, lo que parecía una funesta estampa.
―Mira, amigo Sancho―indicaba el motorista con un dedo hacia lontananza―, cómo se debate aquel pobre prisionero en manos de un cíclope gigante. ¡Voto a Cristo que yo, Don Quijote, liberaré a ese pobre desgraciado de sus penurias!
―¿Por qué hablas así, Alonso?—preguntó Sancho, acongojado― ¿Otra vez con ésas? Además, eso de ahí no es un cíclope ni nada que se le parezca, sino un molino eólico, y el prisionero que ves no es otra cosa que un miembro del personal de mantenimiento, trabajando en altura y asegurado por cuerdas y arnés.
―Claro, amigo Sancho―sonrió el piloto, condescendientemente―. Eso es lo que ves, porque eso es lo que el malvado Perigorte quiere que veas… Pero yo, Don Quijote, conozco sus malas artes y estoy protegido ante sus hechizos. Distingo a la perfección su ojo central y observa cómo mueve sus tres brazos para poder cazar al desdichado que intenta escapar de su captura.
En esto frenó la moto y se bajó al instante, corriendo hacia una larga estaca que tiempo ha habría servido para sostener alguna alambrada con la que mantener alejados a los amigos de lo ajeno.
―¿No es una señal, amigo Sancho, que justo cuando la necesite se me aparezca como por ensalmo la Lanza de Longinos?—mostró la estaca Alonso a su amigo cuando volvió junto a la BMW, ante la estupefacción de éste―No estás apresto para aquesta aventura, por lo que te conmino a que te apees de tu montura y contemples cómo derroto a tan maléfica criatura.
―Pe… pero… Alonso…―tartamudeaba Sancho, cuya camaradería para con su amigo chocaba de forma abrupta con su propio instinto de supervivencia.
―No te lo repetiré de nuevo, Sancho, porque aunque tú dispongas de tiempo, aquel pobre apaleado está sobrado de mamporros.
Sancho se bajó del sidecar, moviendo su cabeza hacia los lados, a la vez que su amigo se cerraba el visor de su casco, a modo de celada, y se colocaba la estaca bajo su axila derecha.
El ambiente se enrareció cuando Alonso dio gas a su vetusta motocicleta y salió disparado con dirección al molino.
―¡Que no es un gigante! ¡Que es un molino!—pudo gritar Sancho, aunque no tan fuerte para que su advertencia traspasara el explosivo estruendo del motor de la BMW.
Sancho, compañero leal pero no loco, corrió en pos de su amigo, que acortaba las varas que le distaban de su pretendido enemigo a una velocidad superior a la que debiera, pues montaba una motocicleta que no estaba preparada para recorrer el campo a través, ni su piloto tampoco. Pudo observar cómo, de repente, de detrás de una loma aparecía uno de los toros que solían pacer por aquellos lares. No una vaca ni un toro cualquiera, sino un toro de los más bravos del país, de aquéllos que una vez al año hacían un largo viaje hasta Pamplona, precedidos por su cruel fama, ya que pertenecían a la ganadería de Cebada Gago, propietario también de las tierras que en ese momento hollaban.
Nada pudo hacer Sancho para avisar a su descuidado amigo, cuya visión periférica quedaba seriamente perjudicada por el casco que portaba, cual yelmo de caballero. El morlaco, pues de eso se trataba, embistió el lateral de la motocicleta tal como ésta pasó a su vera, dando al traste con la alocada carga de su piloto, para después largarse por donde había venido, con la cabeza bien alta, orgulloso de su fácil victoria.
Cuando Sancho llegó junto a su despatarrado amigo, vergonzosamente descabalgado de su potente montura y desarmado de su sagrada lanza, respiró hondo, puesto que Alonso sólo mostraba heridas en su castigado orgullo, y le escuchó decir:
―¡Vencido por el malvado Perigorte y su afecta Pasifae! ¿Te has fijado, Sancho, cómo el Minotauro me ha atacado con traición y alevosía?
―¿Has visto eso, Manolo?—preguntó en ese momento el trabajador colgado de los cables en lo alto del molino eólico a su compañero, que acababa de asomarse por la portezuela de la maquinaria.
―¡Hay gente pa tó, pisha!—contestó el compañero, con una burlona sonrisa en su cara.

           Enrique A. Cadenas

sábado, 23 de abril de 2016

Aquellos miles de héroes olvidados

             En estos días en los que un gran número de personas, instituciones y gobiernos celebran las efemérides más importantes de la Historia de la Literatura Universal, por el cuarto centenario de las muertes de Cervantes y Shakespeare, los grandes «monstruos» de las letras hispanas e inglesas, respectivamente, y otros cuantos «colgados» están a la espera de la llegada de la sexta temporada de la serie Juego de Tronos, nos olvidamos de otro de infausto recuerdo: el trigésimo aniversario de la explosión del cuarto reactor de la central nuclear de Chernobyl.
            El ser humano es muy dado a olvidar y sólo recuerda las cosas que le conviene, expulsando de su mente aquellos momentos difíciles de digerir. Pues yo no quiero ser uno más y me gustaría hacer un pequeño homenaje a esas decenas de miles de héroes sin los cuales ahora no estaríamos donde estamos. Podríamos estar, sí, pero en otro lugar, no aquí.
            La explosión del cuarto reactor de la central ucraniana supuso un grave accidente cuyas consecuencias aún las padecen los pocos supervivientes que actuaron de alguna forma en su paliación o que simplemente vivían cerca, pero no sabemos hasta qué punto le segunda explosión, que no llegó a producirse, hubiera transformado la vida en la vieja Europa. Y esa segunda explosión no llegó a producirse gracias al titánico esfuerzo y sacrificio de miles de bomberos, militares, policías, pilotos, mineros, periodistas, trabajadores de distinta índole y otros más… Políticos, ah, no, los políticos soviéticos no intervinieron de forma alguna en la resolución del problema, sólo para incrementarlo. Pero no se lleven ustedes a error, si creen que esto es una crítica a los políticos soviéticos, ya que los políticos de cualquier signo nunca se hallan en los lugares donde se encuentran los verdaderos «fregaos».
            La importancia de lo ocurrido en Chernobyl no está sólo en lo que podría haber ocurrido y no ocurrió, sino que también está en que fue el principio de la desintegración del «Segundo Mundo», el mundo soviético y sus satélites, puesto que las mentiras y las dilaciones de la cadena de mando militar y gubernamental soviética llegó hasta lo más alto del Politburó y el mismo Gorvachov se tuvo que enterar por los ingenieros nucleares suecos de lo que en realidad estaba ocurriendo en su propio país. A partir de ahí, todo cambió en la antigua URSS, tomando un camino que llevaría a su extinción.
            Recordemos, por tanto, a aquellos miles de olvidados héroes que, sin recibir contraprestación alguna, sacrificaron su futuro y dieron lo único que poseían, su salud, por el bien de todos, incluidos nosotros, los habitantes del «Primer Mundo», al otro lado del Telón de Acero. Si bien es cierto que el problema lo originaron los soviéticos y de los soviéticos debía partir la solución, también es de recibo puntualizar que la gran mayoría que cayó intentando, y consiguiendo, evitar un desastre aun mayor, no fueron los que produjeron el accidente ni los que lo incrementaron negando en un principio la verdad.
            Debemos darnos cuenta que, por norma general, son los que nada tienen y los que nada esperan tener los que más generosos se suelen mostrar. El pobre y el apaleado será siempre el que arriesgará su vida por los demás, ya que el rico la tiene en demasiada estima para donarla a unos desconocidos. Los soviéticos, sus sempiternas mentiras y su «chapucerismo» habitual produjeron el accidente de Chernobyl, pero fueron sus gentes, los abnegados y apaleados ciudadanos rusos y ucranianos los que se sacrificaron por Europa. Sería curioso ver qué hubiéramos hecho los europeos occidentales en una situación similar. ¿Sacrificarían sus vidas por los demás los miles de «tontolabas» que se reunieron en Madrid para que ganara GH VIP el tal Carlos Lozano, o los que se manifestaron para que el Betis no descendiera de categoría?

            El Condotiero

martes, 19 de abril de 2016

El fracaso del Comunismo y del Neoliberalismo

             ¡Qué idea tan maravillosa aquélla en la que todos pudiéramos vivir cómodamente del fruto de nuestro trabajo sin que unos individuos estuvieran por encima de otros! Soy fan convencido de la bonanza de dicha idea y admiro a sus más persistentes seguidores, más que nada por la ingenuidad de la que hacen gala que por otra cosa.
¿Es irrealizable dicha idea del Comunismo? No, puesto que lo vemos que funciona en las colonias de hormigas y de abejas. Pero… ¿por qué no funciona con el hombre? Ah… ésa es otra cuestión. El Comunismo es tan maravilloso como utópico. La teoría es genial, en la práctica es irrealizable, simplemente porque hay un factor que fastidia la ecuación: el propio hombre.
Sólo hay que estudiar la historia de los regímenes comunistas habidos en el planeta para darse cuenta que no sólo han sido fallidos, sino también nefastos hasta sus últimas consecuencias: exceptuando a Hitler, los más grandes asesinos de la Historia de la Humanidad han perpetrado sus crímenes bajo la bandera del Comunismo.
Que sí, que el comunismo teórico sería maravilloso, pero para ello tendría que ser de corte mundial, ya que si únicamente se practicase en un país o continente, el resto acabarían superándolo, como nos lo ha enseñado la Historia. En un régimen comunista mundial, con más de 7.000 millones de súbditos, bastaría con que sólo uno de ellos fuera más ambicioso de la cuenta o egoísta para que todo el entramado se viniera abajo. Creo que es demasiado esperar de una imperfecta Humanidad, ¿no creen?
Me gustaría hacer un ejercicio de imaginación, para que pudiéramos entender cómo funciona esto de la economía y la mentalidad de las personas. Imaginemos, pues, que en un planeta cualquiera, pongamos éste, con 7.000 millones de personas, se plantease la posibilidad de repartir los fondos que existen entre todos. Como el presupuesto anual del globo supera con creces los 7.000 millones de millones de $, eso significaría que sólo con el presupuesto de un año se podría repartir más de un millón de $ a cada persona. ¿Eso que significa? Sencillamente que todos y cada uno de nosotros pudiéramos ser millonarios y que la riqueza está muy mal repartida.
Sigamos con la hipótesis del reparto. Puesto que cada uno de nosotros tendríamos más de un millón de $ en nuestra cuenta y todos seríamos ricos, ¿quién trabajaría? Aparte del problema de la caída fulgurante del sistema, al ser todos ricos, os puedo asegurar que la riqueza no duraría más de un día. Sería el día en que más hambre pasáramos de nuestra vida, aun siendo ricos. Si nadie trabaja, al ser rico, ¿cuánto costaría una barra de pan? Las pocas que se cocieran tendrían un coste desorbitado, por lo que los más despiertos volverían de nuevo a hacerse con el dinero de los demás, ya que siempre ha habido, y habrá, visionarios y listos cuya principal virtud recae en quedarse con el dinero de los que los rodean.
Entonces ya vemos que el reparto equitativo y generalizado no es algo viable, porque la cabra tira al monte y, como reza el dicho español, «el que parte y reparte, se lleva la mejor parte». La única solución es, pues, volver al manido fruto del trabajo. Todos deben vivir por el esfuerzo de su trabajo, en lo que sea. Pero, para que no haya desigualdades, todos deben cobrar lo mismo, para que no se vuelva a repetir la injusta sociedad de clases. ¿Qué pasa? Pues que está ya más que demostrado que ese método tampoco funciona. Juan Eslava Galán comenta (en su libro Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie) el caso de la vedette mejicana Margarita Carvajal cuando en Madrid, durante la Guerra Civil, se intenta imponer el salario único que iguale a todos los trabajadores de la empresa: «como cobramos lo mismo, hoy he pensado que la señora de los retretes salga al escenario mientras yo atiendo los retretes». Y con razón, puestos que a cobrar lo mismo es mejor ser barrendero que neurocirujano, ya que conlleva menos responsabilidad y la preparación necesaria para el puesto es infinitamente menor.
Realmente, no existen ni existirán sociedades humanas justas. Es una auténtica falacia, ya que los seres humanos son distintos unos de otros y ese factor siempre acabará determinando nuestra posición. Pero no sólo con los seres humanos, puesto que con los animales ocurre lo mismo: los más aventajados, tanto físicamente como por inteligencia, son los que mejor comen, debido al éxito en sus expediciones de caza o recolectando brotes tiernos, a la vez que son los que más se reproducen y continúan con el reforzamiento evolutivo de la especie.
Pero… ¿es obligatorio que las sociedades humanas se basen en un gran estrato de población pobre? Lamentablemente es así, aunque no hace falta que la gente sea pobre de solemnidad, sino que sea lo bastante pobre para tener que trabajar a diario con el objetivo de llevar la comida a casa y pagar los impuestos. Si todos fuéramos ricos ya hemos visto que el sistema se caería por sí solo y volveríamos a la época de las cavernas, al no trabajar nadie. El problema radica no en que tengamos que trabajar para ganarnos la vida, sino en que siempre hay y habrá aprovechados que quieran vivir por encima de los demás a costa, precisamente, de esos demás.
Quizá, después de todo, el sistema democrático de libre comercio sea el mejor, siempre y cuando posea unos controles que eviten la sobreexplotación de la clase trabajadora por parte de las grandes empresas y que, sobre todo, eviten que los sistemas financieros se enseñoreen del organigrama productivo, consiguiendo unos rendimientos ficticios que terminen por empobrecer a la clase media y baja de la sociedad, a costa de unos pocos listos y privilegiados.
Y ése es el verdadero problema del Neoliberalismo Económico, que desea reducir al mínimo la intervención del Estado, para provecho de unos pocos, entre los que se cuentan los mismos dirigentes de ese Estado.
¿Por qué se está produciendo ahora este paulatino empobrecimiento de gran parte de la sociedad occidental para beneficio de unos pocos y que muchos países no consigan salir de la pobreza más absoluta? Es gracioso pero haya que reconocer que todo esto está ocurriendo veinte años después de la caída del Comunismo (URSS y satélites), porque a los grandes magnates y gobernantes capitalistas ya no les interesa tener a la gran masa de población de su parte, puesto que la desaparición de su principal enemigo les deja las manos libres para hacer y deshacer a su antojo, y lo que más se les antoja ahora mismo es despojar de todo, incluso de dignidad, a la base que forma la población de los países occidentales, sin percatarse que ése podría ser el detonante de una vuelta a las tesis marxistas.
Pero claro, que sean ricos y privilegiados no quita para que en el fondo sean imbéciles, puesto que la prepotencia lleva al descuido y el descuido lleva o a la cárcel o la revolución, al igual que la ira lleva al odio y el odio al lado oscuro…

El Condotiero

miércoles, 13 de abril de 2016

El inmaduro Maduro

             No sé ya cómo calificar al personaje que en la actualidad dirige el país de Venezuela. Ni yo ni nadie, me temo. Fantoche es un adjetivo que, en ocasiones, se queda corto. Sería incluso gracioso, digno de vodevil, si no fuera porque detrás de tan lamentable y continuo espectáculo se esconde una penosa realidad que arrastra al abismo a todo un pueblo.
            Y es que últimamente ha tomado como objetivo de sus desquiciadas diatribas a éste, nuestro país. Bien es verdad que España no está pasando por sus mejores momentos, tanto política como económicamente hablando, pero aun así existe entre ambos países tal inmensidad que no son de recibo los alocados planteamientos del fanfarrón cuasi dictador venezolano.
            Lo peor de todo es que todavía hay personajes y personillas con el NIF español que le bailan las gracias al payaso caribeño, como nuestro «queridísimo» alcalde gaditano, el Kichi, cuyo currículo pone que es licenciado en Geografía e Historia, pero que mucho me temo que aprobase la carrera más en los politizados despachos de la facultad de Filosofía y Letras de Cádiz que estudiando de verdad, habida cuenta de las cosas que suelta de vez en cuando.
            Hay muchos venezolanos viviendo en España que alucinan cuando escuchan a algún español ensalzando las bondades del régimen chavista, y te contestan, con razón, que es muy fácil ver los toros desde la barrera. Yo estoy de acuerdo con ellos: al que le guste el régimen venezolano, que se vaya allí a vivir; ni aquí los queremos ni los necesitamos.
            La pena de todo esto es que Venezuela es uno de los países más ricos en recursos naturales de Sudamérica. No sólo por el petróleo, el que han tirado o regalado a sus amigos cubanos y demás, sino que también posee grandes extensiones de fértiles tierras que se han echado a perder en los últimos diecisiete años. Analicemos los números actuales del país de Maduro, después nos tocará llorar:
-          cuando llegaron al poder los chavistas el 70% del PIB salía del petróleo; hoy es un 99% (depender de un solo producto es malísimo para la salud económica de un país).
-          antes importaban el 40% de lo que consumían; hoy se acerca ese número peligrosamente al 90%.
-          El año pasado (2015) hubo un total de 28.000 asesinatos, esto es, más de 75 por día, teniendo en cuenta que sólo se resuelven el 10% de todos ellos. Si pensamos que, además, es un régimen policial, no sé qué hará la policía, la verdad, aparte de acogotar a los opositores.
Aparte de los números, sólo hay que ver las imágenes que nos llegan continuamente de ese país, con las tremendas colas que se forman para comprar cualquier producto de primera necesidad, que a veces hay y la mayoría no. Lo de las farmacias no tiene nombre, muriendo los enfermos por falta total de suministros médicos. Y la policía no defiende a los diputados recientemente elegidos por el pueblo, al no pertenecer al partido de Maduro, que es quien gobierna de una forma tan ecuánime.
¿Y cuál es el problema de Venezuela según él? Los documentales que hacen los periodistas de Antena3 o el racismo de Rajoy (¿?).
En fin, esto podría sudarme un poco, ya que no es mi país y que cada palo se aguante su vela, pero lo que me molesta es que aquí haya tontos que ensalcen dicho régimen como garante de las libertades humanas, a diferencia de lo que ocurre en Occidente. Supongo que se referirán a la libertad de morir con un tiro en la nuca, a la libertad de morirse de hambre o por falta de medicamentos, a la libertad de pasarte una buena temporada en la cárcel si criticas al gobierno o a la libertad de pasarte media vida haciendo interminables colas para comprar cualquier chuminada.
Pero esto no es nuevo, yo ya lo viví allá por los 90 del siglo pasado, en la misma facultad de Filosofía y Letras a la que iba el Kichi, cuando había «iluminados» que intentaban convencerte de las maravillas y bondades de un régimen como el cubano, que también tenía millares de presos políticos y de cuyo país salía la gente escopeteada, jugándose la vida para cruzar los escasos (y largos) 80 Km. que separan sus costas de las de Florida.
Cuando yo sea mayor y millonario, tendré mis cuentas en Panamá y resto de paraísos fiscales que pueda, pero saldré a la calle con la camiseta del Ché y el puño al aire, reivindicando aquellos estupendos regímenes que los demás debieran adoptar.

El Condotiero

martes, 5 de abril de 2016

Poderoso caballero...

             Mientras los países centro y sudamericanos intentan salir del agujero en el que están la mayor parte de ellos, algunos con más éxito y otros con menos, intentando asemejarse a la Europa que se nos aleja, aquí en España parece ser que vamos a la contra y que nuestro afán, al menos el de las grandes empresas y de las políticas que se lo permiten, es parecernos lo más posible a esos países sudamericanos.
Y no hablo por hablar, porque si en algo se distinguen nuestras antiguas colonias es en la gran fractura social existente es sus ciudades y campos, donde pueden convivir barrios que nada tienen que envidiar a Manhattan con absolutos ghettos, y comunidades agrarias a nivel medieval con ricas haciendas criollas. Pues esa «envidiable» manera de dividir a la sociedad es, por lo visto, lo que nuestros potentados españoles desean para España y, por supuesto, las autoridades se lo permiten.
Ya comenté en una anterior entrada que yo no soy comunista ni jamás lo he sido y, creo, tampoco lo seré, pero a veces entran unas ganas de expropiar y nacionalizar… Ya son muchas las noticias que a diario embarran nuestra pretendida felicidad, pero la última me ha tocado ya los testiculi, por no querer olvidarme del panem et circense… Resulta que nuestro querido Banco de Santander («querido» porque las noticias anuncian hasta cuando a la Botín se le cae un bolígrafo, como si a los españoles nos importara un pimiento lo bien o lo mal que le pueda ir a esa empresa en la que casi ninguno ni pinchamos ni cortamos) ha saltado a la palestra en la última semana con una noticia de ésas que te hacen levantar el puño, ponerte una boina con la estrella roja y fumarte un puro: van a cerrar 450 sucursales por toda la geografía española y realizar un ERE por el que pondrán de patitas en la calle a todavía no se sabe cuántos trabajadores.
Hasta ahí todo normal, dirán ustedes, otra empresa más afectada por la crisis que tiene que ahorrar gastos para sobrevivir a esta infausta crisis que nos ha tocado y que, probablemente, nos hayamos merecido. Pero claro, si asistimos a las noticias sobre nuestro «querido» banco de los meses anteriores, quizá ésa no sea la visión más acorde con la realidad. Para empezar, en el año 2015 el Banco de Santander facturó 45.200 millones de €, un 6% más que en el ejercicio del 2014. Hombre, eso es lo que facturó, pero como tiene que pagar muchos sueldos y sucursales y equipos de Fórmula 1 y etc, etc, etc, no les quedará ni para el bolígrafo aquél de la Botín. Bueno, pues las ganancias absolutas, después de gastos, han sido de 6.521 millones de €, un 12% más que en el ejercicio anterior. Pero la cosa no queda ahí, pues la Botín, harta de perder bolígrafos, se ha subido el sueldo hasta 9,8 millones de €, un 10% más de lo ganado el año antes. Es evidente que algo deben hacer, porque así no hay negocio que valga, por lo que deben cerrar sucursales y echar a trabajadores que seguro estarán todo el día jugando al Candy Crush.
Yo, sin ser visionario ni nada por el estilo, ya les digo que su idea será echar a X empleados, pero anunciarán que echarán al doble, para que luego los magníficos y combativos sindicatos españoles consigan, después de una dura negociación, que sólo echen a la mitad, eso sí, con muchas palmaditas en la espalda y todo aquello, por lo que finalmente echarán a X trabajadores, que es lo que tenían previsto en un principio.
Por lo tanto, otra gran empresa española que no le basta con ganar más de 6.000 millones de € y que engrosará las listas del INEM, con lo que la fractura entre ricos y pobres en España aumentará un poco más.
Y eso es lo que en realidad me cabrea del asunto, puesto que ni tengo familiares trabajando en ese banco ni me importa mucho lo que gane o deje de ganar ese negocio… por mí como si revienta, pero sí debe darnos qué pensar que en España haya unos pocos (¿100.000?) que ganen unos sueldos aberrantes mientras el sueldo medio se ha ido equiparando estos últimos años a los muy míseros 1.000 €. ¿Qué se puede hacer al respecto? Fácil y contundente: 90% de IRPF para alguien que gane esas barbaridades.
Repito, no soy comunista, pero algo debemos hacer para evitar la bifurcación social. El que gane mucho y lo quiera todo para él, palo del quince a la yugular. Ustedes dirán que no se puede exprimir a los ricos porque entonces se van a paraísos fiscales. También se puede controlar, pero no se quiere. Al que desee hacer negocio en España se le puede obligar a tener su residencia en España y, por lo tanto, fiscalizar aquí. Si lo piensan fríamente, los países del Primer Mundo tenemos gran cantidad de herramientas para luchar contra el fraude, los desequilibrios y la corrupción. Entonces, ¿por qué los gobernantes no usan esas herramientas para evitarlo? Ahhhh… ¿por qué será?, ¿por qué será?

El Condotiero

viernes, 1 de abril de 2016

Dogmas laicos

             ¡Cuánto nos gusta a los españoles prohibir y posicionarnos moralmente sobre los demás! Más que una tradición o costumbre es ya casi un deporte nacional, pero luego se nos llena la boca con las palabras «Libertad», «Tolerancia» y «Respeto», sobre todo para poder acallar las conciencias ajenas, porque las nuestras siempre aparecen pulcras e inmáculas.
            Yo me considero agnóstico, pero ha sido una progresión que mi sentir ha ido tomando a lo largo de los años, después de haberme educado en el seno de una familia católica y de haber pasado mis primeros años de enseñanza en un colegio católico. Mi experiencia posterior ha logrado que me posicione por el agnosticismo, pero el agnosticismo puro, es decir, que lo soy con respecto al cristianismo, al judaísmo, al islamismo o a la religión Jedi, tanto da. Pero, eso sí, soy respetuoso con todo aquél que posee creencias del tipo que le dé la gana. No permito que nadie me aleccione, pero yo tampoco alecciono a nadie.
            Y todo esto viene a colación de una noticia que leí hace poco acerca de un médico que fue denunciado por uno de sus pacientes por tener en su consulta un crucifijo, cosa que, según parece, ofendía sus laicos ojos. Alegaba que la consulta era pública, por lo que él no tenía por qué soportar esa imagen que el médico le obligaba a vislumbrar. Ya en una entrada anterior, llamada ¿Jalouín?, protestaba yo por la tontería supina que se nos estaba subiendo a los españoles, con la cosa de prohibir los crucifijos y los belenes, pero celebrando como si tal cosa aquella fiesta anglosajona. Hoy volvemos a lo mismo, pero es que la tontería española parece no tener fin.
            A mí lo que me importa de un médico es que me trate con respeto y con profesionalidad, no lo que tenga puesto en una pared o sobre el escritorio, ya sea una estampa del Cristo del Gran Poder, una menorah, un baphomet o la cabeza de Darth Vader. Lo demás es pamplina y cosa fina. Otra cuestión hubiera sido si el médico en cuestión obligase a sus pacientes a besar el crucifijo… Eso sería imperdonable y denunciable, por hacer apología de sus creencias en un lugar público, pero el pobre hombre sólo quería sentirse a gusto en su lugar de trabajo, en el que seguro que pasa muchas horas. ¿Dónde empieza la libertad de unos y termina la de otros? Aquel paciente denunciante apelaba a su libertad como laico para no tener que soportar la visión del crucificado, pero no se daba cuenta que él tenía ya la libertad de cambiar de médico, cosa que se puede hacer de forma más sencilla que dedicarse a denunciar el tema.
            Lo que no se dan cuenta estos laicos de chichinabo es que ellos, con su intolerancia, no son mejores que los inquisidores de hace cinco siglos. La intolerancia laica está llegando a extremos de una estupidez superlativa, despotricando por todo lo que suene a cristiano, sin atreverse (son tontos, pero no tanto) con los musulmanes, no vaya a ser que alguno se inmole a la puerta de su casa.
            Ser laico es una cosa, pero ser piquete laicista es otra muy diferente. Y yo, como he dicho antes, respeto cualquier creencia y a cualquier creyente, siempre que no intente aleccionarme, pero eso es lo que precisamente hacen esos guerrilleros laicistas: aleccionar a todo el mundo sobre lo que pueden o no pueden hacer o creer. Dejen a cada uno vivir y creer con libertad, y verán que el mundo es mucho mejor, ya que también serán ustedes más felices, al no estar todo el día pendientes por si alguien se santigua a su lado o saca de improviso un altarcillo portátil. ¡Que sinvivir, por Dios!, perdón, digo por Alá, no, por el Maestro Joda… en fin, por el Ché Guevara, yo qué sé…
             Pero es muy difícil, porque la tontería laicista ha subido muchos enteros en los últimos años, sin entender bien que el laicismo y las creencias particulares pueden convivir sin problema alguno, siempre que haya tolerancia y respeto, justo aquellas palabras de las que tanto hacen gala. Pero es difícil, me reafirmo, porque discutir con ese tipo de gente es del todo imposible. Jamás un tipo con coherencia y respeto podrá ganar una discusión con un tonto, porque sepan ustedes que son las personas inteligentes las únicas que pueden perder una discusión, por ser las únicas que se pueden dar cuenta que los argumentos del otro son mejores o han sido mejor edificados, pero los tontos, lo que se dice tontos, no cualquiera, sino aquellos tontos con denominación de origen que tanto abundan en España (a ver si empezamos a exportarlos, para equilibrar la balanza comercial), nunca darán una discusión por perdida, pues sus estrechas mentes jamás podrán percatarse de que los argumentos de otro son más ecuánimes que los propios.
            Así, como creo que esta discusión la tengo perdida de antemano, sólo escribo esto para echar el rato, ya que como se volverán a dar casos similares, éste podría convertirse en un tema recurrente. De tal forma, pasen ustedes un buen fin de semana y cuidado si van el domingo a misa…

El Condotiero