sábado, 16 de septiembre de 2017

El 1-O o el 1-0

             Pues sí, yo creo que es más bien un resultado, el uno a cero que los políticos independentistas catalanes les están metiendo al Gobierno de España, y no porque tengan razón en sus reivindicaciones, sino más bien porque las están haciendo de tal forma que, ocurra lo que ocurra el 1 de octubre, ellos saldrán ganando: o logran hacer el referéndum ilegal o el Gobierno de España actúa por una vez impidiéndolo, de tal forma que consiguen fabricar mártires para la causa y, así, la factoría de independentistas sigue aumentando su producción desaforada desde el año 2010.
            De aquí a dos semanas el tema de la independencia de Cataluña va a estar en portada diaria (puede que más) y llegará a hastiarnos, pero creo que es necesario que comprendamos cuál es el problema más acuciante que en la actualidad sufre España, que es su futuro posible desmembramiento, al menos de una Comunidad Autónoma, y las opiniones sobre su pertinencia.
            Yo ya he vertido la mía en más de una ocasión en este blog, y no es otra que la manipulación de la cuestión por los políticos catalanes, muchos de ellos que hasta hace bien poco no eran partidarios de la independencia pero que han visto su ventaja para ellos en particular y no desean dejar pasar la oportunidad. ¿Existe un arraigado sentimiento de independencia en el pueblo catalán? Ésa es la pregunta más importante y es muy difícil de dirimir, puesto que para conocer la respuesta habría que saber qué número de catalanes la desean y no hay otra forma que no sea haciendo un referéndum de independencia. Esto es de cajón, porque el número de los ciudadanos que deseen la independencia de un territorio es vital para la cuestión que nos ocupa. No es lo mismo que sea sólo uno el que la quiere a que sea su totalidad. Como cualquiera de esos dos resultados es imposible del todo, hay que poder varemarlo y ser consciente, también, de qué número sería el necesario para poder proclamar la independencia de un territorio: ¿Bastaría con el 50,01%? ¿Qué pasaría, entonces, con el 49,99% que no la querrían? ¿Se independizaría el territorio y saltaría después una guerra civil en él, como ocurrió en Bosnia?
            Es, por tanto, del todo necesario y concluyente la realización de un referéndum en el territorio en el cual exista un sentimiento de independencia. Ahora bien, siempre dentro de la legalidad, porque si no se hace con ella de la mano corremos el riesgo de realizar un referéndum sin garantías democráticas en el cual los partidarios de una de las dos opciones hagan sus «truquitos» para favorecer la suya, por lo que dejaría de ser un referéndum democrático para ser sólo una pantomima.
            Y sí, éste es el caso de lo que está ocurriendo en Cataluña, que se está convirtiendo en una absoluta pantomima que algunos quieren sacralizar por tan sólo colocarle el apellido de «democrático». Recuerdo al personal que durante cuarenta años existió un país en Europa que se llamaba República Democrática de Alemania, que era todo menos democrática, es decir, que poner el apellido no significa que lo sea.
            Para los que crean que los catalanes tienen derecho a hacer el referéndum tal y como lo están haciendo (que son muchos, tanto catalanes como no catalanes), simplemente porque es un ejercicio democrático, les niego la mayor, puesto que no lo están haciendo conforme a las leyes vigentes. Si no lo hacen conforme a las leyes de un país democrático, como es España, no puede ser un referéndum democrático, por mucho que le quieran colocar el apellido.
            Para los que sigan sin ver la veracidad de mis palabras, muchos porque siguen cegados con los mensajes de ciertos políticos, les pondré un ejemplo: «Cada uno de los españoles en posesión de un NIF debe pagarme la cantidad de 500 € en la próxima semana. ¿Cómo es es eso?, dirán algunos. Pues les explico que ayer decidí arrogarme la competencia de realizar referendos tal y como me dé la gana (exactamente igual que ha hecho el Parlamento de Cataluña), saltándome la ley vigente en este momento (exactamente igual que ha hecho el Parlamento de Cataluña). Después de apropiarme de tal competencia, planteé un referéndum democrático para por la tarde (exactamente igual que ha hecho el Parlamento de Cataluña), y decidí cuál era la pregunta a realizar (exactamente igual que ha hecho el Parlamento de Cataluña), que no es otra que la de “¿Cada uno de los españoles con NIF deberá abonarme la cantidad de 500 € en, como máximo, una semana?”. También decidí quién podría votar en el referéndum (exactamente igual que ha hecho el Parlamento de Cataluña), y decidí que sólo votaría yo. Coloqué la urna en mi casa y fui a votar. El resultado fue que hubo un 100% de votantes que participaron y hubo el mismo porcentaje, qué curioso, de votos que dijeron que “SÍ”. Ahora, como el resultado debe ser vinculante, porque así lo decidí (exactamente igual que ha hecho el Parlamento de Cataluña), cada uno de ustedes me debe 500 €».
            Pues bien, los que sigan opinando que los catalanes pueden hacer su referéndum tendrán, por fuerza, que darme la razón, porque no he hecho nada diferente a los políticos catalanes independentistas. Me podrán decir que no quieren pagármelos (que es lo mismo que el Gobierno de España va a hacer con respecto al referéndum de independencia catalán) o que yo no tengo derecho de hacer ese referéndum (ya, los catalanes tampoco). Podrán decir, quizá, que yo no soy un parlamento elegido por el pueblo, como sí lo es el Parlamento de Cataluña, y yo les contesto que en mi casa mando más (con permiso de mi mujer) que el Parlamento de Cataluña en España, y, si ellos se apropian del derecho a realizar referendos, yo también puedo hacerlo. Por último, podrán decir que cada uno de ellos hará otro referéndum de tal guisa por el cual me nieguen mis 500 €, y yo les contestaré que entonces lo que está ocurriendo en nuestro país es un sinsentido político que a nadie beneficia, excepto a los corruptos, porque se mira hacia otro lado.
            En fin, que este ejercicio sólo sirve para que nos demos cuenta del absurdo en el que hemos entrado y que hace falta seriedad para poder resolver el problema. La ley, como ya he comentado en otras ocasiones, es algo realizado por el hombre, por lo que es imperfecta. Ésa es una de sus cualidades, la otra, más importante aún, es que puede ser modificada según las necesidades del momento, siempre que cuente con una mayoría suficiente. Así, si vemos que la Constitución Española, coja desde su nacimiento, debe ser ampliada, modificada, suprimida... lo que queramos, puesto que somos soberanos (no sólo los catalanes, sino el conjunto de los españoles), pues hagámoslo y no creamos que dicho documento sea algo así como los Tres Monos Sabios, a los que yo sumaría un cuarto, el No Tocar.
            Por lo tanto, la solución es tan sencilla como imposible de acometer: votemos a políticos decentes (inviable, no los hay), que se reúnan para conseguir un consenso por el bien de todos los españoles (ja, ja, ja) y creen un borrador de una nueva Constitución que podamos sufragar todos los españoles con nuestro voto y que en ella se dé permiso a los territorios para poder desgajarse libremente del país, pero con garantías suficientes para todos y donde se deje claro, sin engaños (uy, vaya palabra), que el territorio que se independice dejará de gozar de las ventajas de pertenecer a un país como España, miembro de la Unión Europea. Donde se deje claro que el territorio independizado ya no volverá a ser parte de España cuando se hundan económicamente por el bloqueo comercial (no es una amenaza, pero las fronteras creadas harán que los aranceles encarezcan sus productos), la falta de inversiones y el paro galopante fruto de lo anterior.
            Así, sí.

            El Condotiero

lunes, 4 de septiembre de 2017

No, no somos una nación

             Es algo que cada vez tengo más claro, porque para serlo hay que sentirlo, por lo que tan sólo somos un Estado. Nada más que hay que poner las noticias, ya sea de la tarde o de la noche, para darse cuenta de esta verdad. Es una lástima, pero es lo que hay y, además, ya lo sabíamos.
            Se dice que De Gaulle comentó en una ocasión lo difícil que era gobernar un país, Francia, con trescientas clases de queso. En eso España no tiene nada que envidiar a Francia y sólo hay que acudir a la terraza de un bar para percatarse de que en una mesa cada uno de los clientes pedirá el café de forma diferente, mareando de paso al camarero, cosa que nos encanta hacer.
            Si he dado pie a este tema no es por otra cosa que por la vergüenza observada en Barcelona a raíz del atentado terrorista del pasado agosto. Han sido muchas la noticias que han salido a la luz después del ataque, algunas buenas y otras no tanto.
            La que más me ha llamado la atención ha sido la aparición de fotografías mostrando la manifestación antiterrorista que hubo en la ciudad condal. Como sabemos, Barcelona no ha sido la primera ciudad europea golpeada por el terrorismo yihadista y, por desgracia, no será la última. Como en todas las demás (París, Londres, Niza, etc.), la población, acompañada de autoridades, ha realizado una marcha con la intención de mostrar su repulsa por la matanza sin sentido, pero en el resto de ciudades se han realizado con gran uniformidad y luto, mientras que en Barcelona se organizó una especie de yincana a base de banderitas con estrellas, como si en esos momentos de dolor lo más importante fuera exhibir cuáles eran las ideas políticas de cada uno, en lugar de presentar un frente unido para combatir aquello por lo que se estaban manifestando.
            Pero no ha sido lo único sonrojante de las semanas posteriores al atentado. Quiero dejar una cosa clara aquí: los únicos culpables del atentado han sido los locos que se han inmolado. El resto puede haber tenido más o menos responsabilidad, de una forma o de otra, pero un atentado con suicidas es casi imposible de evitar, porque lo difícil de planear un atentado es salir de él con vida. Cuando ésta te importa un pimiento, puedes matar a quien sea.
            Así que es del todo lógico que se busque mejorar la seguridad para impedir futuros atentados (sin coartar más libertades, por favor), pero de ahí a meterse en una guerra entre Generalitat y Gobierno de España, o entre CNP y Mossos, me parece algo completamente fuera de lugar. Pero si ocurre ya sabemos por qué es: a ningún político (y no nos confundamos, los altos cargos policiales del Estado y autonómicos son también políticos) le importa una mier... los muertos y heridos resultantes del atentado de Las Ramblas; lo único que quieren es conseguir munición contra los demás, en su estúpida guerra de intereses creados.
            Pero esto ha sido lo último, no lo único. Cuando veo que los británicos (y muchos españoles) llevan la Union Jack con orgullo, que a los norteamericanos les falta un ay para colocar su bandera en cualquier sitio, o que a los franceses se les caen dos lagrimones cuando cantan ese himno guerrero y sangriento conocido como La Marsellesa, me da una enorme lástima compararlo con lo que ocurre aquí en España: llevar la bandera roja y gualda es una provocación, porque los independentistas y los ignorantes (algunas veces reunidos en un solo ser) creen que esa enseña diseñada en tiempos de Carlos III es algo franquista; o cuando muchos silban el himno nacional español, cosa que debiera ser delito. Se ríen porque carece de letra, como si eso fuera algo importante y no que sea uno de los himnos más antiguos del mundo, regalo de Federico II de Prusia a España, tratándose de una marcha militar.
            No, es una pena, pero en España no hay un sentimiento nacional fuera de eventos deportivos, y no para todos, porque aún recuerdo al tontolaba de José Carreras decir que le daba igual quién ganase un mundial, si Francia o España, porque Cataluña no participaba. En fin, podría dedicarse sólo a cantar opera y dejar de soltar patochadas.
            ¿La razón? La desconozco. Quizá nuestra propia idiosincrasia, moldeada por la multitud de pueblos que han pasado por la Península Ibérica, o tal vez esa Reconquista, que no fue tal y como nos la contaron en el colegio (que no, que Santiago Cierra España no acudía a las batallas a ayudar a los cristianos contra los infieles), que creó reinos diferentes que, aunque terminaron uniéndose (excepto Portugal), sí que habían mantenido a los antiguos habitantes romanos y visigodos el suficiente tiempo separados para poseer objetivos distintos los unos de los otros. Tal es así que en Francia, que era y es más grande, surgieron menos idiomas (francés, occitano y bretón) que en la Península Ibérica (gallego, portugués, astur-leonés, vasco, castellano, aragonés y catalán), signo evidente de que aquí cada uno iba (y va) a su p... bola.
            ¿Todo lo que he dicho legitima los independentismos que se están recrudeciendo en España? No, porque en un mundo cada vez más pequeño donde las asociaciones supranacionales toman cada vez más fuerza, me parece que es ir a contracorriente la atomización que algunos exigen. Si en realidad hubiera un sentimiento nacionalista intrínseco, lo llegaría a comprender, pero lo que me molesta es la manipulación constante que hacen los políticos nacionalistas para conseguir mejores resultados futuros: imposición de su lengua (en lugar de dar libertad absoluta de lenguas); educación histórica en los institutos basadas en flagrantes mentiras (en lugar de enseñar los hechos históricos tal y como ocurrieron y que después cada adulto busque su verdad); o mentiras constantes sobre la gobernabilidad de sus territorios en un hipotético país independiente, donde más o menos el maná caería del cielo como en la Biblia...
            Por este motivo, si yo pregunto, por ejemplo, a un catalán acerca de si quiere la independencia de su región y me dice que sí y, además, me lo razona en el sentido de que él no se siente español sino catalán y lo único que le importa es eso, pues lo respeto, porque por lo menos es coherente con sus ideas. Lo que no respeto y me molesta bastante son los que quieren la independencia de su región basándose en una historia falseada, en una hipotética doble nacionalidad que no va a ocurrir o en alguna otra mentira pergeñada y difundida por los políticos catalanes sedientos de poder.
            Y repito que al catalán que se sienta catalán lo respeto porque en un mundo socializado siempre es bueno pertenecer a un colectivo y, puesto que el nacionalismo español lastimosamente no existe, como ya digo, pues más vale sentirse catalán, o gallego, o vasco, o andaluz... Ya veríamos que ocurriría más adelante cuando un catalán no se sienta catalán, sino aranés... a ver dónde quedarían aquellas ideas de autodeterminación que exudan todos los poros de los hoy independentistas.
             En fin, que quizá tenga que venir el califato ese del DAESH para conquistarnos y unirnos a todos...

             El Condotiero