Pues
sí, yo creo que es más bien un resultado, el uno a cero que los
políticos independentistas catalanes les están metiendo al Gobierno
de España, y no porque tengan razón en sus reivindicaciones, sino
más bien porque las están haciendo de tal forma que, ocurra lo que
ocurra el 1 de octubre, ellos saldrán ganando: o logran hacer el
referéndum ilegal o el Gobierno de España actúa por una vez
impidiéndolo, de tal forma que consiguen fabricar mártires para la
causa y, así, la factoría de independentistas sigue aumentando su
producción desaforada desde el año 2010.
De
aquí a dos semanas el tema de la independencia de Cataluña va a
estar en portada diaria (puede que más) y llegará a hastiarnos,
pero creo que es necesario que comprendamos cuál es el problema más
acuciante que en la actualidad sufre España, que es su futuro
posible desmembramiento, al menos de una Comunidad Autónoma, y las
opiniones sobre su pertinencia.
Yo
ya he vertido la mía en más de una ocasión en este blog, y no es
otra que la manipulación de la cuestión por los políticos
catalanes, muchos de ellos que hasta hace bien poco no eran
partidarios de la independencia pero que han visto su ventaja para
ellos en particular y no desean dejar pasar la oportunidad. ¿Existe
un arraigado sentimiento de independencia en el pueblo catalán? Ésa
es la pregunta más importante y es muy difícil de dirimir, puesto
que para conocer la respuesta habría que saber qué número de
catalanes la desean y no hay otra forma que no sea haciendo un
referéndum de independencia. Esto es de cajón, porque el número de
los ciudadanos que deseen la independencia de un territorio es vital
para la cuestión que nos ocupa. No es lo mismo que sea sólo uno el
que la quiere a que sea su totalidad. Como cualquiera de esos dos
resultados es imposible del todo, hay que poder varemarlo y ser
consciente, también, de qué número sería el necesario para poder
proclamar la independencia de un territorio: ¿Bastaría con el
50,01%? ¿Qué pasaría, entonces, con el 49,99% que no la querrían?
¿Se independizaría el territorio y saltaría después una guerra
civil en él, como ocurrió en Bosnia?
Es,
por tanto, del todo necesario y concluyente la realización de un
referéndum en el territorio en el cual exista un sentimiento de
independencia. Ahora bien, siempre dentro de la legalidad, porque si
no se hace con ella de la mano corremos el riesgo de realizar un
referéndum sin garantías democráticas en el cual los partidarios
de una de las dos opciones hagan sus «truquitos» para favorecer la
suya, por lo que dejaría de ser un referéndum democrático para ser
sólo una pantomima.
Y
sí, éste es el caso de lo que está ocurriendo en Cataluña, que se
está convirtiendo en una absoluta pantomima que algunos quieren
sacralizar por tan sólo colocarle el apellido de «democrático».
Recuerdo al personal que durante cuarenta años existió un país en
Europa que se llamaba República Democrática de Alemania, que era
todo menos democrática, es decir, que poner el apellido no significa
que lo sea.
Para
los que crean que los catalanes tienen derecho a hacer el referéndum
tal y como lo están haciendo (que son muchos, tanto catalanes como
no catalanes), simplemente porque es un ejercicio democrático, les
niego la mayor, puesto que no lo están haciendo conforme a las leyes
vigentes. Si no lo hacen conforme a las leyes de un país
democrático, como es España, no puede ser un referéndum
democrático, por mucho que le quieran colocar el apellido.
Para
los que sigan sin ver la veracidad de mis palabras, muchos porque
siguen cegados con los mensajes de ciertos políticos, les pondré un
ejemplo: «Cada uno de los españoles en posesión de un NIF debe
pagarme la cantidad de 500 € en la próxima semana. ¿Cómo es es
eso?, dirán algunos. Pues les explico que ayer decidí arrogarme la
competencia de realizar referendos tal y como me dé la gana
(exactamente igual que ha hecho el Parlamento de Cataluña),
saltándome la ley vigente en este momento (exactamente igual que ha
hecho el Parlamento de Cataluña). Después de apropiarme de tal
competencia, planteé un referéndum democrático para por la tarde
(exactamente igual que ha hecho el Parlamento de Cataluña), y decidí
cuál era la pregunta a realizar (exactamente igual que ha hecho el
Parlamento de Cataluña), que no es otra que la de “¿Cada uno de
los españoles con NIF deberá abonarme la cantidad de 500 € en,
como máximo, una semana?”. También decidí quién podría votar
en el referéndum (exactamente igual que ha hecho el Parlamento de
Cataluña), y decidí que sólo votaría yo. Coloqué la urna en mi
casa y fui a votar. El resultado fue que hubo un 100% de votantes que
participaron y hubo el mismo porcentaje, qué curioso, de votos que
dijeron que “SÍ”. Ahora, como el resultado debe ser vinculante,
porque así lo decidí (exactamente igual que ha hecho el Parlamento
de Cataluña), cada uno de ustedes me debe 500 €».
Pues
bien, los que sigan opinando que los catalanes pueden hacer su
referéndum tendrán, por fuerza, que darme la razón, porque no he
hecho nada diferente a los políticos catalanes independentistas. Me
podrán decir que no quieren pagármelos (que es lo mismo que el
Gobierno de España va a hacer con respecto al referéndum de
independencia catalán) o que yo no tengo derecho de hacer ese
referéndum (ya, los catalanes tampoco). Podrán decir, quizá, que
yo no soy un parlamento elegido por el pueblo, como sí lo es el
Parlamento de Cataluña, y yo les contesto que en mi casa mando más
(con permiso de mi mujer) que el Parlamento de Cataluña en España,
y, si ellos se apropian del derecho a realizar referendos, yo también
puedo hacerlo. Por último, podrán decir que cada uno de ellos hará
otro referéndum de tal guisa por el cual me nieguen mis 500 €, y
yo les contestaré que entonces lo que está ocurriendo en nuestro
país es un sinsentido político que a nadie beneficia, excepto a los
corruptos, porque se mira hacia otro lado.
En
fin, que este ejercicio sólo sirve para que nos demos cuenta del
absurdo en el que hemos entrado y que hace falta seriedad para poder
resolver el problema. La ley, como ya he comentado en otras
ocasiones, es algo realizado por el hombre, por lo que es imperfecta.
Ésa es una de sus cualidades, la otra, más importante aún, es que
puede ser modificada según las necesidades del momento, siempre que
cuente con una mayoría suficiente. Así, si vemos que la
Constitución Española, coja desde su nacimiento, debe ser ampliada,
modificada, suprimida... lo que queramos, puesto que somos soberanos
(no sólo los catalanes, sino el conjunto de los españoles), pues
hagámoslo y no creamos que dicho documento sea algo así como los
Tres Monos Sabios, a los que yo sumaría un cuarto, el No Tocar.
Por
lo tanto, la solución es tan sencilla como imposible de acometer:
votemos a políticos decentes (inviable, no los hay), que se reúnan
para conseguir un consenso por el bien de todos los españoles (ja,
ja, ja) y creen un borrador de una nueva Constitución que podamos
sufragar todos los españoles con nuestro voto y que en ella se dé
permiso a los territorios para poder desgajarse libremente del país,
pero con garantías suficientes para todos y donde se deje claro, sin
engaños (uy, vaya palabra), que el territorio que se independice
dejará de gozar de las ventajas de pertenecer a un país como
España, miembro de la Unión Europea. Donde se deje claro que el
territorio independizado ya no volverá a ser parte de España cuando
se hundan económicamente por el bloqueo comercial (no es una
amenaza, pero las fronteras creadas harán que los aranceles
encarezcan sus productos), la falta de inversiones y el paro
galopante fruto de lo anterior.
Así,
sí.
El
Condotiero