Y
es preocupante, oiga, porque queramos o no son ellos los llamados a
gobernarnos. Que es evidente que el PSOE no está para gobernar nada,
ni siquiera a sí mismo, pero al menos debería ocupar el puesto que
los votantes le han otorgado, que no es otro que el del principal
partido de la oposición, y hacerlo con la mayor dignidad posible y
la mayor eficacia deseable.
Todos
sabemos a estas alturas que nuestros políticos no son lo mejorcito
que hay en la Europa occidental, pero el circo que han montado y
siguen montando es para pensarse aquello de la involución. Claro, es
que cuando Darwin pensó en el método usado por la Naturaleza para
adecuar la Evolución en plantas y animales no cayó en la cuenta que
existía ya un animal, el Hombre, que se pasaba sus leyes por el arco
del triunfo. No sólo los menos cualificados de la especie no tienden
a desaparecer, sino que los aupamos a puestos de mayor poder, donde
enchufan a sus seres más cercanos, iguales de torpes al parecer, por
lo que serán los que más se reproduzcan, involucionando 100.000
años de logros humanos.
Y
no lo digo por decir. El PSOE es un partido político con mucha
historia, con sus aciertos y sus errores, unos más y otros menos,
dependiendo del pie con el que cojee el que lo lea, pero nadie puede
decir que no sea un partido que haya luchado por la democracia
española, primero poniendo su granito de arena en la época de la
Transición Democrática y después perdiendo a mártires políticos
en guerra abierta contra gentuza como los etarras. Pero lo que está
ocurriendo en los últimos tiempos es deleznable desde todos los
puntos de vista. Que los políticos de un partido se tiren los
trastos a la cabeza es, hasta cierto punto de vista, normal. Siempre
ha ocurrido y siempre sucederá. Recuerdo ahora una frase atribuida
al genial parlamentario británico del S.XIX Benjamín Disraeli, que,
a una pregunta sobre sus enemigos sentados en la bancada frente a él,
el mismo contestó: «no se confunda, caballero, los que tengo frente
a mí son mis adversarios, puesto que mis enemigos están sentados
justo detrás de mí».
De
esta forma podemos ver que la lucha de poderes en los partidos
políticos no es algo nuevo, incluso es algo bueno que puede hacer
que las facciones dentro de un partido estén acostumbrados a la
lucha dialéctica y, así, no se queden anquilosados en sus puestos
de poder. Aunque siempre haciéndolo de la manera más solapada
posible. Es evidente que nadie llega a presidente de un partido sin
haber dejado por los escalones montones de cadáveres políticos,
pero de ahí a hacerlo tan públicamente como lo está haciendo este
PSOE, que incluso logra hacer que se tambalee la democracia española,
hay un buen trecho.
Lo
último, la que están montando entre las distintas facciones por el
tema de la abstención. Se están metiendo en un fregao que a
ver cómo salen de él. Algunos quieren seguir con su idea del «no»,
por ganar réditos políticos ante sus votantes, como los socialistas
catalanes, mallorquines y gallegos. Otros querrán seguir anclados en
su «no» por ideas trasnochadas que nada tienen que ver con la
democracia. Pero están en su derecho y obligarles a que se abstengan
puede ser un error, ya que si no se atienen a la disciplina del
partido las consecuencias pueden ser bastantes nocivas para el mismo
PSOE. ¿Qué podría ocurrir? Si los echan del grupo parlamentario
socialista, que es lo que tendrían que hacer si quieren mantener su
estatus de poder, pasarían al grupo parlamentario mixto, por lo que
en esta legislatura perdería el PSOE su posición de principal
partido de la oposición, quedando por detrás de Podemos en número
de diputados, con lo que el famoso «sorpasso» tendría lugar
finalmente.
Con
esto podemos observar que el problema no tiene fácil solución,
excepto la que yo he pensado, que al parecer a ningún magnífico
gerifalte socialista se le ha ocurrido. Puestos a necesitar que Rajoy
sea investido presidente por la mínima, sin mayoría absoluta y
debiendo negociar todas y cada una de las leyes que el PP quiera
sacar a relucir durante esta legislatura, situación nada mala para
un PSOE que necesita como agua de mayo estos próximos cuatro años
para su reestructuración, y que tampoco el PSOE pueda rendirse con
armas y bagajes, sino dando una imagen de fortaleza como debiera ser
en un partido abocado a dirigir la oposición parlamentaria, no veo
el problema en que Susanita, como persona de gran influencia, junto
con sus más allegados, convenzan a once parlamentarios socialistas
para que se abstengan... pongamos quince, para mayor seguridad,
anunciando posteriormente que el PSOE dará libertad de voto a sus
parlamentarios a la hora de la investidura de Rajoy. Éste no
necesita de la abstención de los 85 parlamentarios socialistas, le
basta sólo el número propicio para que los «síes» sean más
numerosos que los «noes» en una segunda ronda de votaciones. ¿Cuál
es el problema? Ninguno. ¿Por qué a nadie se le ha ocurrido? Por el
tema de la involución, seguro. ¿Por qué están todos ellos
cobrando miles de euros a finales de mes y yo comiéndome los mocos?
Creo que va a ser de nuevo por el tema de la involución...
El
Condotiero