martes, 22 de marzo de 2016

Amargo despertar

             Pues sí, señores, en la mañana del 22 de marzo de 2016 Bélgica ha sufrido, por fin, su amargo despertar. Y digo «por fin» porque varias capitales europeas han padecido ya el azote del terrorismo, mientras que Bruselas se había estado yendo de rositas. No es que me alegre por ello, no me malinterpreten, pero sí que es cierto que a veces una persona necesita tropezar con la piedra para darse cuenta que ésta está allí, no le vale sólo con verla.
Sé que puede resultar duro oírlo, no se crean, también es duro decirlo, pero quizá es lo que necesitaba ese país para que a partir de ahora se tomen el terrorismo algo más en serio que como se lo estaban tomando hasta ahora. Puede que decir que Bélgica sería como una especie de santuario terrorista sea exagerar, pero no andaría demasiado lejos de la verdad. Recordemos que los yihadistas que atacaron París hace varios meses salieron de la misma Bruselas, y los supervivientes volvieron allí para ocultarse. Recordemos, también, que Bélgica es uno de los países europeos de donde más musulmanes han salido hacia Siria con la intención de engrosar las filas del ejército del autoproclamado Estado Islámico. Y recordemos algo que nos atañe un poco más a nosotros, españoles: que cuando, en 2013, la justicia española pidió la extradición de Natividad Jáuregui, etarra afincada en Bélgica, el Tribunal de Casación de dicho país lo denegó, por considerar que en España se vulnerarían los derechos fundamentales de la ciudadana europea. ¿Qué había hecho la ciudadana europea para que España solicitara su extradición? Poca cosa, sólo disparó por la espalda al teniente coronel Ramón Romeo Rotaeche cuando éste salía de misa en la basílica de Begoña, en Bilbao.
Repito, no es que me alegre de lo sucedido, ni mucho menos, pero siempre nos decían, cuando éramos niños, que el que juega con fuego se acaba quemando. Y Bélgica por fin se ha quemado.
Pero, repito de nuevo, por si no ha quedado claro, que no me alegro de lo acaecido, y cuál es la razón…, la razón de que no me alegre es que siempre pagan el pato los mismos, aquéllos que no tenemos voz ni voto (bueno, voto sí, pero lo suficientemente inútil para mantenernos contentos cual pollinos ante la zanahoria, creyendo que tenemos unas democracias que nos hacen libres y velan por nuestros intereses). Siempre pasa lo mismo: ¿que hay una furibunda crisis económica?, los más pobres tenemos que pagar más impuestos y ser desahuciados, mientras que los más ricos, los verdaderos culpables de la crisis, aumentan sus cuentas bancarias; ¿que la justicia en nuestro país es lenta e ineficaz?, pues los más pobres la sufrimos, puesto que los más ricos tienen suficientes herramientas a su alcance para esquivarla y, si no lo consiguen, ya tienen al gobierno de turno firmando sus posibles indultos; ¿que los dos factores anteriores hacen que la inseguridad ciudadana aumente?, peor para los más pobres, que son los timados, tangados, violados y asesinados, porque los más ricos poseen seguridad propia con licencia para matar; ¿que el terrorismo, de cualquier índole, se ceba en una ciudad o país?, son los más pobres, los que cogen el metro, el tren, etc, los que lo sufren, ya que parece que los terroristas no tienen lo que hay que tener para atentar contra los poderosos.
Y de eso es de lo que me quejo, señores. ¿Es que acaso los que querían escuchar música en la sala Bataclan, o los que querían coger el metro hoy en Bruselas son los culpables del desgobierno que se vive en la actualidad en Siria o Irak? No, los culpables se van siempre de rositas, dándose golpes en el pecho por su indignación en los funerales de las víctimas inocentes, escondiendo su vil sonrisa, pues el corazón ya lo perdieron en su antaño difícil subida a lo más alto del poder, pisoteando los cadáveres políticos de sus adversarios. Es más, nunca lo dirán, pero los ataques terroristas les vienen como anillo al dedo para recortarnos aún más las escasas libertades que nos quedan, todo en aras de la seguridad, por supuesto.
Así, aunque sea duro escucharlo, y más aun decirlo, hasta que los que manejan el cotarro no sufran en sus carnes lo que a diario nos ocurre a nosotros, simples borregos de este gran rebaño mundial, los problemas nunca tenderán a ser resueltos: los desahucios serán abolidos y las estafas bancarias serán perseguidas cuando ellos pierdan sus casas y sus ahorros; la justicia será justa cuando ellos pisen las cárceles o pierdan los juicios a los que se presentan; las violaciones y los asesinatos bajarán sus números cuando sean sus hijas las violadas y sus hijos los asesinados; y el terrorismo será atacado de verdad cuando los terroristas golpeen los centros de poder, o sea, ayuntamientos, congresos de diputados, etc.
Pero mientras, ustedes sigan pensando que estamos en una democracia, que los terroristas son los únicos malos y que nuestros representantes constitucionales luchan por nuestros derechos, que así nos va…

El Condotiero

jueves, 17 de marzo de 2016

¿Dónde está mi premio Nobel?

             Aunque bien es verdad que la categoría de dichos premios a diferentes áreas de la cultura y de la investigación ha decaído bastante, más que nada debido a la globalización politizadora que todos los ámbitos de la vida sufren en este siglo XXI, no por ello deseo yo renunciar a dicho galardón.
            Todos sabéis que recién he iniciado la que espero sea una larga y fructífera carrera literaria, así que es menester que me vaya adelantando a los acontecimientos y vaya ya reclamando lo que sería mi premio Nobel de Literatura. Estarán ustedes pensando ahora que se me ha ido la pinza, pero nada más lejos de la realidad, sino que tengo una edad en la que aún podría disfrutar del montante del premio, algo así como un millón de euros, más o menos. Prefiero recibirlo ahora que dentro de 30 o 40 años, cuando ya estaría un poco achacoso para darle use y disfrute. Además, yo haría como el resto de premiados y lo donaría a caridad. Claro que, como he escuchado desde pequeñito, la caridad empieza por uno mismo, por lo que usaría dicho dinero para ayudarme a mí.
Pero aclarémonos, yo no estoy pidiendo el premio Nobel por las obras ya escritas por mí, sino que lo reclamo por la magnífica y deleitosa obra literaria que seguro escribiré de aquí hasta mis últimos días. ¿Y por qué no iba yo a reclamar el premio en este momento? ¿No le dieron el Premio Nobel de la Paz a Barack Obama al poco de haberse aposentado como Presidente de los EE.UU.? ¿Acaso él había hecho algo para merecer tal distinción? Pues no, señores, él recibió el premio basándose en las esperanzas puestas en su mandato, el cual sería pacificador. Si se adelantaron con él, ¿por qué no conmigo? ¿A ver si va a ser cosa de racismo? Que luego Barack Obama no haya podido hacer nada de lo que tuviera o tuviese planteado en aras de la paz mundial, no se lo podemos achacar a él, ya que manda menos que Pedro Sánchez en el PSOE.
            Y todo esto me ha venido a la cabeza por las palabras que escuché el otro día al insigne y genial Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010, autor al que no llego a las suelas de los zapatos ni escribiendo ni diciendo patochadas. Parece ser que no hay nada mejor que te den un premio Nobel para poder decir cualquier cosa que se te pase por la cabeza, quedando muy bien ante todo el mundo por ser políticamente correcto, aunque el discurso soltado sea más o menos de la calidad intelectual de un episodio de los teletubbies.
            La cosa es que este señor soltó, entre Ferrero Rocher y Ferrero Rocher, algo así como que era una vergüenza que los refugiados no estuvieran teniendo el apoyo que debieran por parte de la Unión Europea, la cual tendría que volcarse en ayuda de esas pobres gentes. Después de aquello, ya se quedó tranquilo y se pudo ir a evacuar a su maravilloso cuarto de baño alicatado por Porcelanosa. Independientemente de que esté a favor o en contra de dichas declaraciones, opino, antes de nada, que este señor no es nadie para decirnos lo que aquí deberíamos o no deberíamos hacer. Un señor con casas en Madrid, Londres, París, Nueva York y Lima, que si no está a gusto en un sitio, se va a otro y Santas Pascuas. Un señor con tal cantidad de dinero que poco le puede a él afectar la llegada masiva de unas gentes de otra cultura con diferentes formas de ver la vida, y con una pobreza a cuestas que sólo costarían dinero a las empobrecidas arcas de una Europa acabada de salir de unas de las peores crisis de su historia reciente.
            Ya hablé en la entrada anterior de lo difícil que es resolver el problema de los refugiados sirios, puesto que por un lado son unas pobres gentes que no merecen lo que les está ocurriendo y por otro podríamos tener problemas de diversas índoles si dejamos que todos los que quieran entren en nuestra vieja Europa. Por eso, el tema que hoy quería tratar es el de las personas que hablan por hablar, por muy inteligentes que sean, sin tener en cuenta todas las posibilidades y, peor aun, sin ser ellos nadie para dar lecciones de nada. En este caso, bien que podría haber dicho que la culpa es de EE.UU., por haber tenido una guerra fría con la URSS, la cual siempre apoyó al régimen sirio, en contra de los israelíes, apoyados por los americanos. Y, en medio de este caos, se encontraba una Turquía partida que estaba dentro de la OTAN pero fuera de la Unión Europea. Una Turquía que se dedica a matar a todo kurdo que ve, único pueblo que de verdad está combatiendo contra el autoproclamado Estado Islámico. Un Estado Islámico que ha nacido después de los desastres causados por EE.UU. en Irak, cuando fue a buscar unas armas de destrucción masivas inexistentes. Un Estado Islámico que se ha visto favorecido por las insurrecciones nacidas a raíz de la Primavera Árabe, la cual fue apoyada solapadamente por la CIA. Pues bien, que ahora nos metan el marrón a la Unión Europea por algo que se les ha escapado de las manos tanto a EE.UU. como a Rusia, heredera de la antigua URSS, es algo que me deja patidifuso.
            El caso es que siempre va a haber gente con voz, debido a la repercusión de sus palabras entre los millones de seguidores que poseen, que digan pamplinas sin ton ni son, pero que se conviertan en dignos elogios a admirar. Como recuerdo que pasó hace más de diez años en España, cuando personajes como Antonio Banderas y Alejandro Sanz salían a la palestra pidiendo el voto para Zapatero, defendiendo lo que iba a ser su programa. Y manda eggs que gente como ésa formaran el «club de la ceja», cuando uno vivía en Los Ángeles y el otro en Miami, que también eran los lugares donde pagaban sus impuestos.
            Pues bien, señores, dejen de dar lecciones a los demás, cuando ustedes no se atañen a ellas. Que, quizá, no seamos tan famosos ni tengamos tanto dinero, pero debiéramos ser nosotros los que organizáramos nuestras vidas. ¿O acaso puedo yo votar en las próximas elecciones presidenciales de los EE.UU.?

            El Condotiero

martes, 8 de marzo de 2016

Tengo estos principios. Si no les gustan, tengo estos otros

             ¿Qué está pasando en Europa? ¿Por qué la crisis humanitaria que se está viviendo en Siria está minando de forma tan grave los pilares básicos de nuestra civilización occidental?
La verdad es que es una cuestión harto difícil de solventar. La gente que habla por hablar, o sea, casi todos incluido yo mismo, ya que no tenemos voz ni voto en lo que ocurre, no suele tener en cuenta todos los componentes de la ecuación. Nos quedamos sólo en el «míralos, pobrecitos, huyendo de una guerra de la que no son culpables», y nos echamos las manos a la cabeza cuando vemos en nuestro televisor las imágenes del cuerpo sin vida de un niño tendido sobre la arena, víctima inocente de la otrora bienvenida «Primavera árabe». Pero qué pasa con Grecia, país al que están acudiendo todos estos refugiados. No debemos olvidar que hay ya más de cien mil refugiados en el país heleno, que sólo tiene una población de once millones de habitantes y está, además, pasando por una de las peores crisis de su historia reciente.
Así que por un lado tenemos el problema de conciencia de que más de 700.000 refugiados están pidiendo asilo político ante nuestras fronteras, más los que queden por llegar, y por otro lado tenemos el problema de acoger a tal ingente cantidad de miembros de otra civilización que nada tiene que ver con la nuestra, con diferentes formas de pensar, sentir, convivir, rezar o expresarse. Les recuerdo que hace dieciséis siglos ocurrió lo mismo a las puertas del Imperio Romano de Occidente. Se dejó pasar a aquellos pueblos germánicos para que se asentaran en territorio romano, de manera pacífica, y luego éstos terminaron por tumbar al coloso, desde dentro. Y no me digan que el caso no es extrapolable porque los números nada tienen que ver, ya que se calcula que los visigodos eran solamente unos 100.000 individuos y llegaron a dominar la Península Ibérica, poblada por entonces por unos cuatro millones de hispano-romanos.
            No es que quiera decir que vaya a ocurrir aquí lo mismo, únicamente estoy analizando un problema de una tremenda complejidad. Tal es así que ni los mandamases de la Unión Europea saben cómo hacerle frente. La última ocurrencia ha sido firmar un inestable tratado con Turquía para que se queden allí los refugiados. Nadie se cree que los turcos, que tienen parte en lo que está ocurriendo en Siria, vayan a cumplir el tratado, aunque, eso sí, bien que se quedarán con los 6.000 millones de euros que se les ha prometido como compensación. También en dicho pacto se refleja una flexibilización de ciertas cuestiones en referencia a una futura entrada de Turquía en la Unión Europea. Papel mojado, ya lo digo yo, porque nadie en Europa quiere ver a 80 millones de turcos pululando impunemente por nuestros territorios. Y no es una cuestión de xenofobia, porque, ¿qué sabemos de Turquía? Turquía es el país musulmán más occidentalizado, gracias a Ataturk, pero de eso hace casi ochenta años. Su estudiada laicización se está desmoronando poco a poco, porque los islamistas cada vez tienen más peso en una Turquía con cada vez menos tintes democráticos. De hecho, recientemente han cerrado tres periódicos turcos, síntoma preocupante. En Turquía el deporte más popular es el «tiro al kurdo», pueblo al que llevan masacrando desde hace más de un siglo, pasándose los Derechos Humanos por el arco del triunfo, mientras los occidentales miran hacia otro lado, con leves y escasas reprimendas, debido a los intereses estratégicos que tenemos en aquella parte del globo. Mientras Turquía sea miembro de la OTAN y sirva como tapón al creciente poderío ruso y al incipiente problema del autoproclamado Estado Islámico, tendrá las manos libres para hacer y deshacer a su antojo en aquel rincón del planeta.
Y para sumar más problemas, en muchos países europeos está creciendo la afiliación a partidos políticos de corte fascista, con ideales absolutos de extrema derecha y con la xenofobia por bandera, argumentando que se están perdiendo los valores cristiano occidentales a la vez que nuestras calles se están volviendo más peligrosas, por culpa del desmesurado aumento de la inmigración de, sobre todo, musulmanes. Hasta en Alemania están ya un poco cansados de los casi cuatro millones de turcos que allí habitan desde hace décadas. Es curioso que sean los alemanes de la antigua RDA los más combativos contra la idea de admitir refugiados, al igual que ocurre con Hungría. Ya no recuerdan los esfuerzos que tuvo que hacer una Europa occidental y democrática por acoger a aquellos excomunistas, que apenas contaban con un cartón con el que taparse sus vergüenzas.
Por todo esto comento lo complicado que es resolver el problema. No es tan fácil como salir a la calle con una pancarta pidiendo que se dé refugio a esos pobres desgraciados, que tanto han sufrido. Al igual que tampoco es tan fácil negárselo, para evitar problemas futuros, olvidando nuestros valores occidentales que durante tantos años hemos defendido. Porque, quizá, al que sale con la pancarta defendiendo a los refugiados le cambiaría el chip si se le dijera que al refugiado Menganito Mohamed se le iba a acoger y se le iba a ofrecer su puesto de trabajo, por lo que el pancartista quedaría en la calle. También seguro que le cambiaría el chip al que niega el derecho de asilo al pobre refugiado si él se viera en la misma tesitura.
Cuando nos decantamos por una opción, de forma rotunda, no solemos pensar que rara vez las cosas son blancas o negras, sino que la mayoría son grises y los problemas intrincados o no tienen solución o, finalmente, se debe escoger el mal menor. Les pongo un ejemplo: usted está en un edificio que va a explotar y sabe que hay dos habitaciones con personas dentro cuyas puertas están cerradas. Dentro de una de ellas se encuentra un anciano, y dentro de otra un total de cien jóvenes. Sólo tiene tiempo de abrir una de ellas, por lo que las personas que se queden encerradas morirán. Parece fácil la solución, ¿no? ¿Y si les digo que el anciano que está encerrado de manera solitaria es una bellísima persona que toda su vida la ha dedicado a hacer el bien a los demás y que los cien jóvenes son todos asesinos, violadores, pederastas, etc? No es tan sencilla la decisión, ¿verdad?
Pues a eso me refiero, que a veces las cosas no son tan claras como para tomar una decisión ecuánime y rotunda, y el caso de los refugiados sirios es un ejemplo de libro. Yo, desde luego, no tengo la solución al problema, y, por lo visto, a los políticos de la Unión Europea les pasa exactamente lo mismo. Claro, que yo ni pincho ni corto, pero a ellos les pagamos para que sí tengan dichas soluciones. ¿O no?

El Condotiero

martes, 1 de marzo de 2016

¿Nos merecemos esto?

             Para que luego digan que no tenemos entretenimiento suficiente, van y nos colocan un circo justo en el Palacio de Congresos: los leones a la puerta, payasos a tutiplén, funambulistas sobre la cuerda floja y otros, que se creen trapecistas, saltando de forma inverosímil de un lado a otro del hemiciclo. Tal es así que en la primera sesión de investidura ha habido más de 800 personas acreditadas. Seguramente porque no querrían perderse el espectáculo. Pero sólo por ser gratuito, ya que como tal me parece algo más que lamentable. Aunque, ahora que lo pienso, ¿es gratuito?, ¿o nos está saliendo a los españoles por un pico? Como dije en otra entrada, todo tiempo pasado fue mejor: los romanos no habrían tenido los leones de bronce, sino que serían de carne y hueso, y a docenas, por lo que al menos nos hubiéramos reído un rato. Y no me acusen de ser un bestia (apellido romano, por cierto), ya que ellos también se han estado riendo cuando lo de los desahucios, cuando lo de las preferentes, cuando lo de los refugiados, cuando…, cuando…, cuando…
En fin, que me da a mí que tocará votar de nuevo de aquí a poco. La cuestión es: ¿quién se merece que haga el supremo esfuerzo de levantarme del sofá para ir al colegio que tengo a unos doscientos metros, en cuyas urnas tendría que depositar mi confianza otra vez? Porque en España somos muy del Real Madrid y antibarcelonista, o del Barça y antimadridista. Al igual que con el resto de los ámbitos de la vida. Todos conocemos a alguien cercano que jamás votaría a tal partido o al otro, defendiendo a muerte al que ha votado durante toda su vida, aunque realmente lo que haya que hacer sea botarlo.
Hablemos por partes, así nos aclararemos un poco, espero. Lo del PP no tiene nombre. Resulta que ha ganado las elecciones, aunque no con mayoría absoluta, pero nadie puede negar que las haya ganado. De tal forma, Felipe VI encarga a Rajoy, como presidente del partido más votado, que intente formar gobierno. ¡Y va Rajoy y dice que no! Pero vamos a ver, ¿cuándo se ha visto esto antes? Es que no tenía apoyos, argumentan. Ya, ni a mí me han dado el papel de Kylo Ren (el nuevo malo de Star Wars), ¡qué le vamos a hacer! ¡Con lo bien que lo habría hecho! ¡Así es de injusta la vida!
Luego tenemos a Pedro Sánchez, que o es la persona más inteligente del mundo mundial o simplemente no tiene ni idea de lo que está haciendo. ¡Cómo se le ocurre pactar con un partido que sólo le da 40 diputados más! Y un partido del que ha estado despotricando durante la campaña electoral a causa de su derechismo. Claro, ahora cogen los podemitas y se enfadan. Y tú vas y te sorprendes. Es que me habían pedido los sillones, contesta. Y qué quieres, ¿quedártelos todos tú?, que ni siquiera apareciste cuando te llamó Rajoy y ahora le exiges que se abstenga. O me he perdido algo o aquí la gente es mutonta.
Como tercera actuación del día tenemos al señor Pablo Iglesias. La verdad, me encantaría poder votarlo, porque tengo unas ganas horrorosas de pegarle una patada en el culo tanto a PP como a PSOE, pero es que tienen una bocaza que no les llega al cuerpo. Cada vez que hablan sube el pan. Ahora va Iglesias y dice que Otegui era un preso político y que nadie puede estar preso por sus ideas. ¡Toma ya! Entonces, pregunto, ahora que se acaban de cumplir 35 años, ¿Tejero también defendía sus ideas cuando tomó el Parlamento? Por tanto, ¿era también un preso político? Pero los que dicen tamañas tonterías luego no quieren darles las medallas a los familiares de los auténticos presos políticos, los opositores venezolanos encarcelados de forma arbitraria, injusta y dictatorial.
Y para terminar, esta noche tenemos al increíble hombre menguante, a Albert Rivera. El desinfle de su partido no le ha dejado más remedio que tomar la decisión de hacerse imprescindible, aunque sea pactando con el PSOE. El pobre no ha tenido en cuenta que en caso de nuevas elecciones va a tener una sangría de votos espectacular. Como las haya de nuevo, me lo veo arriba del todo, pintando él solito los techos del hemiciclo, quizá tapando también los agujeros que hizo Tejero, que aún se vislumbran.
Bueno, como se hace tarde y no da tiempo para asistir a todas las funciones, les emplazo a ustedes en el mismo lugar los próximos días, ya que nuestra trouppe ha recibido un contrato a largo plazo. Y no digo más, que me da la risa.

El Condotiero