miércoles, 10 de agosto de 2016

Los egos y las egas

             Pues sí, señores, lo que creo que está ocurriendo en España desde aquel 20 de diciembre de 2016 es una lucha de egos (y de egas, para que no se me enfaden ciertos sectores de población con poco conocimiento pero mucha indignación uterina). La verdad es que a ninguno de nuestros «magníficos» políticos les importa un cuerno el bienestar del país y de su gente, sólo les interesa el poder que puedan llegar a acumular y el silloncito sobre el que puedan posar sus posaderas, valga la redundancia.
           En este verano, a ningún español le importa un pimiento la cuestión de la gobernación de nuestro país, más pendientes de sus vacaciones, del calor inaguantable que estamos sufriendo o, algunos, del escaso rendimiento de los deportistas españoles en Río de Janeiro, posiblemente contagiados por el pobre rendimiento de nuestros políticos. También podría ser una cuestión de hastío, además del estío, ya que los españoles hemos ido a la las urnas en dos ocasiones para absolutamente nada, excepto gastar un montón de millones de euros, y nadie es capaz de asegurar si volveremos a ir en un futuro cercano.
           Y esto es algo lógico cuando los ciudadanos no vemos interés ninguno por parte de nuestros políticos en salir de la situación que ellos mismos han creado. Si tuviesen el más mínimo interés por echar a Rajoy (excepto Rajoy, claro), lo que harían sería abstenerse en la investidura del mismo. Sí, no estoy loco. Lo mejor es dejarle que gobierne, que al fin y al cabo es lo que han decidido los españoles, aunque no en su mayoría, pero hacerle frente en las posibles medidas que quiera tomar durante el resto de la legislatura. Al no tener mayoría absoluta en la cámara de representantes, no podría legislar a golpe de maza, sino que ahí sí que debería llegar a acuerdos puntuales, de forma que las leyes que sacaran adelante estarían consensuadas entre varios grupos políticos y, así, dejarían de ser armas arrojadizas para posteriores legislaturas alternantes.
           Porque no debemos olvidar que ésta está siendo la legislatura más larga de la democracia española, que ya va por casi cinco años. De acuerdo que el gobierno está en funciones, pero aunque él no gobierne, tampoco lo hacen otros. ¿Hasta cuándo quieren el resto de partidos prolongar el mandato de Rajoy? De seguir así, puede convertirse en nuestro presidente eterno, pifia electoral tras pifia electoral, con el hándicap de que cada una de ellas el PP gana más votos, quizá porque el españolito de a pie opine que es mejor tener un mal gobierno que no tener ninguno.
           ¿Y cuál es el problema para que esto tan sencillo no sean capaces de verlo ni Sánchez, ni Iglesias ni Rivera? Volvemos a lo del ego. Para algunos de ellos sería cavar su propia tumba el abstenerse a la investidura de Rajoy, ni que decir tiene el dar el «sí» a ella. Sobre todo uno que para no dar demasiadas pistas diré que su apellido comienza por «Sán» y termina por «chez». ¿Qué importancia tiene el bienestar del país cuando uno se juega su propio culo? Pero no sólo el suyo, sino el de todo aquél que lo rodea, porque cuando un líder cae, su séquito muere con él, casi como los antiguos jefes tribales celtas. Ésa es la razón por la que los líderes de los partidos no se sienten solos ante sus estúpidas posiciones políticas, ya que siempre tienen furibundos acólitos que los adoran cual Primigenio emergente.
           En fin, sé que esto que digo no es nada nuevo y todo el mundo lo reconoce como dogma, pero es algo que nadie les dice a la cara y los pone en su sitio. Mientras esperamos la siguiente sesión circense, voy a poner el ventilador y a ver la siguiente derrota de la ÑBA contra Las Islas Vírgenes Perdidas de la Mano de Dios, que aunque sólo hayan venido con tres jugadores, al menos creen en el país al que representan.

           El Condotiero