Ya
en la primera entrada de este blog traté el tema de la educación,
como el factor más importante para moldear las mentalidades del
pueblo. No contento con ello, escribí varias entradas sobre el tema
catalán. Hoy quiero hablar de nuevo sobre él, pero desde otro punto
de vista. Creo, sinceramente, que me voy a salir de las autopistas de
opinión más habituales, pero no por ello romperé por completo con
lo dicho por mí con anterioridad.
La
gente suele creer que estudiar Historia es una pérdida de tiempo,
sirviendo nada más que para terminar de profesor de esa misma
asignatura en cualquiera de los colegios o institutos que nos rodean,
y eso teniendo suerte o constancia. Aquí niego la mayor, puesto que
un buen conocedor de la Historia es lo más parecido que hay a un
vidente. Sí, un buen conocedor de la Historia puede llegar a
vaticinar hechos del futuro, no quizá con una precisión atómica,
pero bastante mejor a como lo hicieron los profetas o caraduras como
Nostradamus.
Y
mi vaticinio futuro es que Cataluña acabará independizándose de
España, puede que mañana o puede que dentro de treinta años, pero
es inevitable. Lo único seguro es que no ocurrirá hoy. Esto, como
ya he dicho, no se contrapone a lo analizado por mí en entradas
anteriores, porque de lo que allí hablaba era de la inconveniencia
para los catalanes de su separación, no que no lo fueran a
conseguir. Tampoco sé si será una independencia total de España y
la UE, o se convertirá en alguna especie de país asociado o alguna
nueva fórmula.
Pero,
¿por qué digo que su independencia es inevitable? Es más que
evidente: a día de hoy casi el cincuenta por ciento de la población
catalana está a favor de ello. La mayoría son gente joven que, como
es de suponer, irá cumpliendo años, casándose y teniendo hijos, a
los cuales inculcarán sus ideas. De tal forma, conforme vayan
madurando las nuevas generaciones, el porcentaje de partidarios de la
independencia irá in crescendo, mientras que, de forma
recíproca, los españolistas irán descendiendo. Esto también
podría crear una situación de malestar en la población catalana
con sentir español, que, viéndose acorralada, acometería un éxodo
hacia otras regiones españolas, huyendo de la marginación social.
La
mayoría de los políticos y «expertos» dicen que es imposible un
referéndum de independencia, puesto que la ley no lo contempla. Y
tienen razón, por lo menos a día de hoy. Pero la ley no es algo
caído del cielo. Desde que Moisés bajara del monte Sinaí con diez
o quince mandamientos, no lo recuerdo bien, tal cosa no ha vuelto a
ocurrir, y las leyes y constituciones han sido creaciones de los
hombres, seres imperfectos cuyas obras son, como no podía ser de
otra forma, imperfectas. Si alguien opina diferente a mí, sólo debo
recordarles que la persecución de los judíos en la Alemania Nazi
era legal, puesto que había una ley que la amparaba. Y al que crea
que las elecciones democráticas son unas perfectas maravillas puesto
que el pueblo no se puede equivocar, les recordaré que Hitler
accedió al poder por medio de ellas. Sí, no se confundan, muchos
millones de personas también pueden estar equivocadas, de ahí el
significado de la palabra «aborregado».
¿Qué
quiero decir con esto?: pues que la constitución española no
permite los referendos, hoy por hoy, pero mañana podría ser
diferente. Nunca se sabe si podría llegar al poder algún iluminado,
tipo Cameron, y liarla parda. De todas formas, creo con sinceridad
que no se puede poner puertas al campo y, por tanto, es inevitable la
futura independencia catalana. Podrían hacer dos millones de
referendos y perderlos, pero les bastaría sólo con uno que ganasen
para conseguir su meta y ya no habría vuelta atrás.
Como
dije en mi primera entrada del blog, la educación es la mayor arma
de las civilizaciones. Durante cuarenta años hemos permitido a los
políticos de todas las comunidades autónomas, gente sin ningún
tipo de preparación ni escrúpulo, exactamente igual que los
políticos nacionales, que hagan y deshagan a su antojo, dándoles la
potestad para aleccionar a sus ciudadanos y, sobre todo, a los más
pequeños de éstos, o sea, los que se están formando y son así más
permeables a los lavados de cerebro. Si no me creen, vuelvo al
ejemplo nazi: lo más fanáticos eran los niños de la Hitlerjugend,
que no habían conocido otra cosa además de lo que les enseñaban.
Ayer
vi en la segunda cadena pública (sí, formo parte del 2% de la
población que la ve) dos documentales muy interesantes sobre el
expolio y destrucción de bienes culturales. Allí se decía que la
sistemática aniquilación de los vestigios religiosos y culturales
de una población tiene como objetivo eliminar su sentir nacional y,
de esta forma, vencer su futura resistencia. Uno de los documentales
comenzaba con el genocidio armenio perpetrado por los turcos durante
la Primera Guerra Mundial, ya que no sólo se exterminó a cientos de
miles de armenios, sino que también se destruyeron sus iglesias y
edificaciones más idisosincrásicas. De ahí pasaban por todo el
siglo XX, terminando, como no podía ser de otra manera, con la
destrucción de Palmira, el Crac de los Caballeros y Alepo por parte
de las distintas facciones que combaten en la Guerra Civil Siria.
Pero
al igual que se puede destruir el sentir nacional de un pueblo,
también se puede crear, aunque sea con mentiras, o medias verdades.
Eso es lo que ha pasado en Cataluña y es bastante difícil de
revertir, a no ser que les pidamos consejo a los del DAESH, que lo
arreglarían en un pis-pas.
Bromas
aparte, puedo decir que no es que crea, sino que afirmo rotundamente
que Cataluña se separará de España. Es un error inevitable cuya
culpa sólo la tienen los políticos timoratos y arribistas que ahora
solemos venerar como los padres de la Transición Democrática y de
nuestra Constitución. Con nuestra ceguera y desinformación
patológica, todos hemos contribuido un poco a esta situación y
a otras más, pero claro, es que hay un 98% de población española que
no ve los documentales de la segunda cadena y que, lamentablemente,
tienen el mismo derecho al voto que aquéllos que sí los ven. Para
echarse a llorar.
El
Condotiero