martes, 19 de abril de 2016

El fracaso del Comunismo y del Neoliberalismo

             ¡Qué idea tan maravillosa aquélla en la que todos pudiéramos vivir cómodamente del fruto de nuestro trabajo sin que unos individuos estuvieran por encima de otros! Soy fan convencido de la bonanza de dicha idea y admiro a sus más persistentes seguidores, más que nada por la ingenuidad de la que hacen gala que por otra cosa.
¿Es irrealizable dicha idea del Comunismo? No, puesto que lo vemos que funciona en las colonias de hormigas y de abejas. Pero… ¿por qué no funciona con el hombre? Ah… ésa es otra cuestión. El Comunismo es tan maravilloso como utópico. La teoría es genial, en la práctica es irrealizable, simplemente porque hay un factor que fastidia la ecuación: el propio hombre.
Sólo hay que estudiar la historia de los regímenes comunistas habidos en el planeta para darse cuenta que no sólo han sido fallidos, sino también nefastos hasta sus últimas consecuencias: exceptuando a Hitler, los más grandes asesinos de la Historia de la Humanidad han perpetrado sus crímenes bajo la bandera del Comunismo.
Que sí, que el comunismo teórico sería maravilloso, pero para ello tendría que ser de corte mundial, ya que si únicamente se practicase en un país o continente, el resto acabarían superándolo, como nos lo ha enseñado la Historia. En un régimen comunista mundial, con más de 7.000 millones de súbditos, bastaría con que sólo uno de ellos fuera más ambicioso de la cuenta o egoísta para que todo el entramado se viniera abajo. Creo que es demasiado esperar de una imperfecta Humanidad, ¿no creen?
Me gustaría hacer un ejercicio de imaginación, para que pudiéramos entender cómo funciona esto de la economía y la mentalidad de las personas. Imaginemos, pues, que en un planeta cualquiera, pongamos éste, con 7.000 millones de personas, se plantease la posibilidad de repartir los fondos que existen entre todos. Como el presupuesto anual del globo supera con creces los 7.000 millones de millones de $, eso significaría que sólo con el presupuesto de un año se podría repartir más de un millón de $ a cada persona. ¿Eso que significa? Sencillamente que todos y cada uno de nosotros pudiéramos ser millonarios y que la riqueza está muy mal repartida.
Sigamos con la hipótesis del reparto. Puesto que cada uno de nosotros tendríamos más de un millón de $ en nuestra cuenta y todos seríamos ricos, ¿quién trabajaría? Aparte del problema de la caída fulgurante del sistema, al ser todos ricos, os puedo asegurar que la riqueza no duraría más de un día. Sería el día en que más hambre pasáramos de nuestra vida, aun siendo ricos. Si nadie trabaja, al ser rico, ¿cuánto costaría una barra de pan? Las pocas que se cocieran tendrían un coste desorbitado, por lo que los más despiertos volverían de nuevo a hacerse con el dinero de los demás, ya que siempre ha habido, y habrá, visionarios y listos cuya principal virtud recae en quedarse con el dinero de los que los rodean.
Entonces ya vemos que el reparto equitativo y generalizado no es algo viable, porque la cabra tira al monte y, como reza el dicho español, «el que parte y reparte, se lleva la mejor parte». La única solución es, pues, volver al manido fruto del trabajo. Todos deben vivir por el esfuerzo de su trabajo, en lo que sea. Pero, para que no haya desigualdades, todos deben cobrar lo mismo, para que no se vuelva a repetir la injusta sociedad de clases. ¿Qué pasa? Pues que está ya más que demostrado que ese método tampoco funciona. Juan Eslava Galán comenta (en su libro Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie) el caso de la vedette mejicana Margarita Carvajal cuando en Madrid, durante la Guerra Civil, se intenta imponer el salario único que iguale a todos los trabajadores de la empresa: «como cobramos lo mismo, hoy he pensado que la señora de los retretes salga al escenario mientras yo atiendo los retretes». Y con razón, puestos que a cobrar lo mismo es mejor ser barrendero que neurocirujano, ya que conlleva menos responsabilidad y la preparación necesaria para el puesto es infinitamente menor.
Realmente, no existen ni existirán sociedades humanas justas. Es una auténtica falacia, ya que los seres humanos son distintos unos de otros y ese factor siempre acabará determinando nuestra posición. Pero no sólo con los seres humanos, puesto que con los animales ocurre lo mismo: los más aventajados, tanto físicamente como por inteligencia, son los que mejor comen, debido al éxito en sus expediciones de caza o recolectando brotes tiernos, a la vez que son los que más se reproducen y continúan con el reforzamiento evolutivo de la especie.
Pero… ¿es obligatorio que las sociedades humanas se basen en un gran estrato de población pobre? Lamentablemente es así, aunque no hace falta que la gente sea pobre de solemnidad, sino que sea lo bastante pobre para tener que trabajar a diario con el objetivo de llevar la comida a casa y pagar los impuestos. Si todos fuéramos ricos ya hemos visto que el sistema se caería por sí solo y volveríamos a la época de las cavernas, al no trabajar nadie. El problema radica no en que tengamos que trabajar para ganarnos la vida, sino en que siempre hay y habrá aprovechados que quieran vivir por encima de los demás a costa, precisamente, de esos demás.
Quizá, después de todo, el sistema democrático de libre comercio sea el mejor, siempre y cuando posea unos controles que eviten la sobreexplotación de la clase trabajadora por parte de las grandes empresas y que, sobre todo, eviten que los sistemas financieros se enseñoreen del organigrama productivo, consiguiendo unos rendimientos ficticios que terminen por empobrecer a la clase media y baja de la sociedad, a costa de unos pocos listos y privilegiados.
Y ése es el verdadero problema del Neoliberalismo Económico, que desea reducir al mínimo la intervención del Estado, para provecho de unos pocos, entre los que se cuentan los mismos dirigentes de ese Estado.
¿Por qué se está produciendo ahora este paulatino empobrecimiento de gran parte de la sociedad occidental para beneficio de unos pocos y que muchos países no consigan salir de la pobreza más absoluta? Es gracioso pero haya que reconocer que todo esto está ocurriendo veinte años después de la caída del Comunismo (URSS y satélites), porque a los grandes magnates y gobernantes capitalistas ya no les interesa tener a la gran masa de población de su parte, puesto que la desaparición de su principal enemigo les deja las manos libres para hacer y deshacer a su antojo, y lo que más se les antoja ahora mismo es despojar de todo, incluso de dignidad, a la base que forma la población de los países occidentales, sin percatarse que ése podría ser el detonante de una vuelta a las tesis marxistas.
Pero claro, que sean ricos y privilegiados no quita para que en el fondo sean imbéciles, puesto que la prepotencia lleva al descuido y el descuido lleva o a la cárcel o la revolución, al igual que la ira lleva al odio y el odio al lado oscuro…

El Condotiero

miércoles, 13 de abril de 2016

El inmaduro Maduro

             No sé ya cómo calificar al personaje que en la actualidad dirige el país de Venezuela. Ni yo ni nadie, me temo. Fantoche es un adjetivo que, en ocasiones, se queda corto. Sería incluso gracioso, digno de vodevil, si no fuera porque detrás de tan lamentable y continuo espectáculo se esconde una penosa realidad que arrastra al abismo a todo un pueblo.
            Y es que últimamente ha tomado como objetivo de sus desquiciadas diatribas a éste, nuestro país. Bien es verdad que España no está pasando por sus mejores momentos, tanto política como económicamente hablando, pero aun así existe entre ambos países tal inmensidad que no son de recibo los alocados planteamientos del fanfarrón cuasi dictador venezolano.
            Lo peor de todo es que todavía hay personajes y personillas con el NIF español que le bailan las gracias al payaso caribeño, como nuestro «queridísimo» alcalde gaditano, el Kichi, cuyo currículo pone que es licenciado en Geografía e Historia, pero que mucho me temo que aprobase la carrera más en los politizados despachos de la facultad de Filosofía y Letras de Cádiz que estudiando de verdad, habida cuenta de las cosas que suelta de vez en cuando.
            Hay muchos venezolanos viviendo en España que alucinan cuando escuchan a algún español ensalzando las bondades del régimen chavista, y te contestan, con razón, que es muy fácil ver los toros desde la barrera. Yo estoy de acuerdo con ellos: al que le guste el régimen venezolano, que se vaya allí a vivir; ni aquí los queremos ni los necesitamos.
            La pena de todo esto es que Venezuela es uno de los países más ricos en recursos naturales de Sudamérica. No sólo por el petróleo, el que han tirado o regalado a sus amigos cubanos y demás, sino que también posee grandes extensiones de fértiles tierras que se han echado a perder en los últimos diecisiete años. Analicemos los números actuales del país de Maduro, después nos tocará llorar:
-          cuando llegaron al poder los chavistas el 70% del PIB salía del petróleo; hoy es un 99% (depender de un solo producto es malísimo para la salud económica de un país).
-          antes importaban el 40% de lo que consumían; hoy se acerca ese número peligrosamente al 90%.
-          El año pasado (2015) hubo un total de 28.000 asesinatos, esto es, más de 75 por día, teniendo en cuenta que sólo se resuelven el 10% de todos ellos. Si pensamos que, además, es un régimen policial, no sé qué hará la policía, la verdad, aparte de acogotar a los opositores.
Aparte de los números, sólo hay que ver las imágenes que nos llegan continuamente de ese país, con las tremendas colas que se forman para comprar cualquier producto de primera necesidad, que a veces hay y la mayoría no. Lo de las farmacias no tiene nombre, muriendo los enfermos por falta total de suministros médicos. Y la policía no defiende a los diputados recientemente elegidos por el pueblo, al no pertenecer al partido de Maduro, que es quien gobierna de una forma tan ecuánime.
¿Y cuál es el problema de Venezuela según él? Los documentales que hacen los periodistas de Antena3 o el racismo de Rajoy (¿?).
En fin, esto podría sudarme un poco, ya que no es mi país y que cada palo se aguante su vela, pero lo que me molesta es que aquí haya tontos que ensalcen dicho régimen como garante de las libertades humanas, a diferencia de lo que ocurre en Occidente. Supongo que se referirán a la libertad de morir con un tiro en la nuca, a la libertad de morirse de hambre o por falta de medicamentos, a la libertad de pasarte una buena temporada en la cárcel si criticas al gobierno o a la libertad de pasarte media vida haciendo interminables colas para comprar cualquier chuminada.
Pero esto no es nuevo, yo ya lo viví allá por los 90 del siglo pasado, en la misma facultad de Filosofía y Letras a la que iba el Kichi, cuando había «iluminados» que intentaban convencerte de las maravillas y bondades de un régimen como el cubano, que también tenía millares de presos políticos y de cuyo país salía la gente escopeteada, jugándose la vida para cruzar los escasos (y largos) 80 Km. que separan sus costas de las de Florida.
Cuando yo sea mayor y millonario, tendré mis cuentas en Panamá y resto de paraísos fiscales que pueda, pero saldré a la calle con la camiseta del Ché y el puño al aire, reivindicando aquellos estupendos regímenes que los demás debieran adoptar.

El Condotiero

martes, 5 de abril de 2016

Poderoso caballero...

             Mientras los países centro y sudamericanos intentan salir del agujero en el que están la mayor parte de ellos, algunos con más éxito y otros con menos, intentando asemejarse a la Europa que se nos aleja, aquí en España parece ser que vamos a la contra y que nuestro afán, al menos el de las grandes empresas y de las políticas que se lo permiten, es parecernos lo más posible a esos países sudamericanos.
Y no hablo por hablar, porque si en algo se distinguen nuestras antiguas colonias es en la gran fractura social existente es sus ciudades y campos, donde pueden convivir barrios que nada tienen que envidiar a Manhattan con absolutos ghettos, y comunidades agrarias a nivel medieval con ricas haciendas criollas. Pues esa «envidiable» manera de dividir a la sociedad es, por lo visto, lo que nuestros potentados españoles desean para España y, por supuesto, las autoridades se lo permiten.
Ya comenté en una anterior entrada que yo no soy comunista ni jamás lo he sido y, creo, tampoco lo seré, pero a veces entran unas ganas de expropiar y nacionalizar… Ya son muchas las noticias que a diario embarran nuestra pretendida felicidad, pero la última me ha tocado ya los testiculi, por no querer olvidarme del panem et circense… Resulta que nuestro querido Banco de Santander («querido» porque las noticias anuncian hasta cuando a la Botín se le cae un bolígrafo, como si a los españoles nos importara un pimiento lo bien o lo mal que le pueda ir a esa empresa en la que casi ninguno ni pinchamos ni cortamos) ha saltado a la palestra en la última semana con una noticia de ésas que te hacen levantar el puño, ponerte una boina con la estrella roja y fumarte un puro: van a cerrar 450 sucursales por toda la geografía española y realizar un ERE por el que pondrán de patitas en la calle a todavía no se sabe cuántos trabajadores.
Hasta ahí todo normal, dirán ustedes, otra empresa más afectada por la crisis que tiene que ahorrar gastos para sobrevivir a esta infausta crisis que nos ha tocado y que, probablemente, nos hayamos merecido. Pero claro, si asistimos a las noticias sobre nuestro «querido» banco de los meses anteriores, quizá ésa no sea la visión más acorde con la realidad. Para empezar, en el año 2015 el Banco de Santander facturó 45.200 millones de €, un 6% más que en el ejercicio del 2014. Hombre, eso es lo que facturó, pero como tiene que pagar muchos sueldos y sucursales y equipos de Fórmula 1 y etc, etc, etc, no les quedará ni para el bolígrafo aquél de la Botín. Bueno, pues las ganancias absolutas, después de gastos, han sido de 6.521 millones de €, un 12% más que en el ejercicio anterior. Pero la cosa no queda ahí, pues la Botín, harta de perder bolígrafos, se ha subido el sueldo hasta 9,8 millones de €, un 10% más de lo ganado el año antes. Es evidente que algo deben hacer, porque así no hay negocio que valga, por lo que deben cerrar sucursales y echar a trabajadores que seguro estarán todo el día jugando al Candy Crush.
Yo, sin ser visionario ni nada por el estilo, ya les digo que su idea será echar a X empleados, pero anunciarán que echarán al doble, para que luego los magníficos y combativos sindicatos españoles consigan, después de una dura negociación, que sólo echen a la mitad, eso sí, con muchas palmaditas en la espalda y todo aquello, por lo que finalmente echarán a X trabajadores, que es lo que tenían previsto en un principio.
Por lo tanto, otra gran empresa española que no le basta con ganar más de 6.000 millones de € y que engrosará las listas del INEM, con lo que la fractura entre ricos y pobres en España aumentará un poco más.
Y eso es lo que en realidad me cabrea del asunto, puesto que ni tengo familiares trabajando en ese banco ni me importa mucho lo que gane o deje de ganar ese negocio… por mí como si revienta, pero sí debe darnos qué pensar que en España haya unos pocos (¿100.000?) que ganen unos sueldos aberrantes mientras el sueldo medio se ha ido equiparando estos últimos años a los muy míseros 1.000 €. ¿Qué se puede hacer al respecto? Fácil y contundente: 90% de IRPF para alguien que gane esas barbaridades.
Repito, no soy comunista, pero algo debemos hacer para evitar la bifurcación social. El que gane mucho y lo quiera todo para él, palo del quince a la yugular. Ustedes dirán que no se puede exprimir a los ricos porque entonces se van a paraísos fiscales. También se puede controlar, pero no se quiere. Al que desee hacer negocio en España se le puede obligar a tener su residencia en España y, por lo tanto, fiscalizar aquí. Si lo piensan fríamente, los países del Primer Mundo tenemos gran cantidad de herramientas para luchar contra el fraude, los desequilibrios y la corrupción. Entonces, ¿por qué los gobernantes no usan esas herramientas para evitarlo? Ahhhh… ¿por qué será?, ¿por qué será?

El Condotiero

viernes, 1 de abril de 2016

Dogmas laicos

             ¡Cuánto nos gusta a los españoles prohibir y posicionarnos moralmente sobre los demás! Más que una tradición o costumbre es ya casi un deporte nacional, pero luego se nos llena la boca con las palabras «Libertad», «Tolerancia» y «Respeto», sobre todo para poder acallar las conciencias ajenas, porque las nuestras siempre aparecen pulcras e inmáculas.
            Yo me considero agnóstico, pero ha sido una progresión que mi sentir ha ido tomando a lo largo de los años, después de haberme educado en el seno de una familia católica y de haber pasado mis primeros años de enseñanza en un colegio católico. Mi experiencia posterior ha logrado que me posicione por el agnosticismo, pero el agnosticismo puro, es decir, que lo soy con respecto al cristianismo, al judaísmo, al islamismo o a la religión Jedi, tanto da. Pero, eso sí, soy respetuoso con todo aquél que posee creencias del tipo que le dé la gana. No permito que nadie me aleccione, pero yo tampoco alecciono a nadie.
            Y todo esto viene a colación de una noticia que leí hace poco acerca de un médico que fue denunciado por uno de sus pacientes por tener en su consulta un crucifijo, cosa que, según parece, ofendía sus laicos ojos. Alegaba que la consulta era pública, por lo que él no tenía por qué soportar esa imagen que el médico le obligaba a vislumbrar. Ya en una entrada anterior, llamada ¿Jalouín?, protestaba yo por la tontería supina que se nos estaba subiendo a los españoles, con la cosa de prohibir los crucifijos y los belenes, pero celebrando como si tal cosa aquella fiesta anglosajona. Hoy volvemos a lo mismo, pero es que la tontería española parece no tener fin.
            A mí lo que me importa de un médico es que me trate con respeto y con profesionalidad, no lo que tenga puesto en una pared o sobre el escritorio, ya sea una estampa del Cristo del Gran Poder, una menorah, un baphomet o la cabeza de Darth Vader. Lo demás es pamplina y cosa fina. Otra cuestión hubiera sido si el médico en cuestión obligase a sus pacientes a besar el crucifijo… Eso sería imperdonable y denunciable, por hacer apología de sus creencias en un lugar público, pero el pobre hombre sólo quería sentirse a gusto en su lugar de trabajo, en el que seguro que pasa muchas horas. ¿Dónde empieza la libertad de unos y termina la de otros? Aquel paciente denunciante apelaba a su libertad como laico para no tener que soportar la visión del crucificado, pero no se daba cuenta que él tenía ya la libertad de cambiar de médico, cosa que se puede hacer de forma más sencilla que dedicarse a denunciar el tema.
            Lo que no se dan cuenta estos laicos de chichinabo es que ellos, con su intolerancia, no son mejores que los inquisidores de hace cinco siglos. La intolerancia laica está llegando a extremos de una estupidez superlativa, despotricando por todo lo que suene a cristiano, sin atreverse (son tontos, pero no tanto) con los musulmanes, no vaya a ser que alguno se inmole a la puerta de su casa.
            Ser laico es una cosa, pero ser piquete laicista es otra muy diferente. Y yo, como he dicho antes, respeto cualquier creencia y a cualquier creyente, siempre que no intente aleccionarme, pero eso es lo que precisamente hacen esos guerrilleros laicistas: aleccionar a todo el mundo sobre lo que pueden o no pueden hacer o creer. Dejen a cada uno vivir y creer con libertad, y verán que el mundo es mucho mejor, ya que también serán ustedes más felices, al no estar todo el día pendientes por si alguien se santigua a su lado o saca de improviso un altarcillo portátil. ¡Que sinvivir, por Dios!, perdón, digo por Alá, no, por el Maestro Joda… en fin, por el Ché Guevara, yo qué sé…
             Pero es muy difícil, porque la tontería laicista ha subido muchos enteros en los últimos años, sin entender bien que el laicismo y las creencias particulares pueden convivir sin problema alguno, siempre que haya tolerancia y respeto, justo aquellas palabras de las que tanto hacen gala. Pero es difícil, me reafirmo, porque discutir con ese tipo de gente es del todo imposible. Jamás un tipo con coherencia y respeto podrá ganar una discusión con un tonto, porque sepan ustedes que son las personas inteligentes las únicas que pueden perder una discusión, por ser las únicas que se pueden dar cuenta que los argumentos del otro son mejores o han sido mejor edificados, pero los tontos, lo que se dice tontos, no cualquiera, sino aquellos tontos con denominación de origen que tanto abundan en España (a ver si empezamos a exportarlos, para equilibrar la balanza comercial), nunca darán una discusión por perdida, pues sus estrechas mentes jamás podrán percatarse de que los argumentos de otro son más ecuánimes que los propios.
            Así, como creo que esta discusión la tengo perdida de antemano, sólo escribo esto para echar el rato, ya que como se volverán a dar casos similares, éste podría convertirse en un tema recurrente. De tal forma, pasen ustedes un buen fin de semana y cuidado si van el domingo a misa…

El Condotiero

martes, 22 de marzo de 2016

Amargo despertar

             Pues sí, señores, en la mañana del 22 de marzo de 2016 Bélgica ha sufrido, por fin, su amargo despertar. Y digo «por fin» porque varias capitales europeas han padecido ya el azote del terrorismo, mientras que Bruselas se había estado yendo de rositas. No es que me alegre por ello, no me malinterpreten, pero sí que es cierto que a veces una persona necesita tropezar con la piedra para darse cuenta que ésta está allí, no le vale sólo con verla.
Sé que puede resultar duro oírlo, no se crean, también es duro decirlo, pero quizá es lo que necesitaba ese país para que a partir de ahora se tomen el terrorismo algo más en serio que como se lo estaban tomando hasta ahora. Puede que decir que Bélgica sería como una especie de santuario terrorista sea exagerar, pero no andaría demasiado lejos de la verdad. Recordemos que los yihadistas que atacaron París hace varios meses salieron de la misma Bruselas, y los supervivientes volvieron allí para ocultarse. Recordemos, también, que Bélgica es uno de los países europeos de donde más musulmanes han salido hacia Siria con la intención de engrosar las filas del ejército del autoproclamado Estado Islámico. Y recordemos algo que nos atañe un poco más a nosotros, españoles: que cuando, en 2013, la justicia española pidió la extradición de Natividad Jáuregui, etarra afincada en Bélgica, el Tribunal de Casación de dicho país lo denegó, por considerar que en España se vulnerarían los derechos fundamentales de la ciudadana europea. ¿Qué había hecho la ciudadana europea para que España solicitara su extradición? Poca cosa, sólo disparó por la espalda al teniente coronel Ramón Romeo Rotaeche cuando éste salía de misa en la basílica de Begoña, en Bilbao.
Repito, no es que me alegre de lo sucedido, ni mucho menos, pero siempre nos decían, cuando éramos niños, que el que juega con fuego se acaba quemando. Y Bélgica por fin se ha quemado.
Pero, repito de nuevo, por si no ha quedado claro, que no me alegro de lo acaecido, y cuál es la razón…, la razón de que no me alegre es que siempre pagan el pato los mismos, aquéllos que no tenemos voz ni voto (bueno, voto sí, pero lo suficientemente inútil para mantenernos contentos cual pollinos ante la zanahoria, creyendo que tenemos unas democracias que nos hacen libres y velan por nuestros intereses). Siempre pasa lo mismo: ¿que hay una furibunda crisis económica?, los más pobres tenemos que pagar más impuestos y ser desahuciados, mientras que los más ricos, los verdaderos culpables de la crisis, aumentan sus cuentas bancarias; ¿que la justicia en nuestro país es lenta e ineficaz?, pues los más pobres la sufrimos, puesto que los más ricos tienen suficientes herramientas a su alcance para esquivarla y, si no lo consiguen, ya tienen al gobierno de turno firmando sus posibles indultos; ¿que los dos factores anteriores hacen que la inseguridad ciudadana aumente?, peor para los más pobres, que son los timados, tangados, violados y asesinados, porque los más ricos poseen seguridad propia con licencia para matar; ¿que el terrorismo, de cualquier índole, se ceba en una ciudad o país?, son los más pobres, los que cogen el metro, el tren, etc, los que lo sufren, ya que parece que los terroristas no tienen lo que hay que tener para atentar contra los poderosos.
Y de eso es de lo que me quejo, señores. ¿Es que acaso los que querían escuchar música en la sala Bataclan, o los que querían coger el metro hoy en Bruselas son los culpables del desgobierno que se vive en la actualidad en Siria o Irak? No, los culpables se van siempre de rositas, dándose golpes en el pecho por su indignación en los funerales de las víctimas inocentes, escondiendo su vil sonrisa, pues el corazón ya lo perdieron en su antaño difícil subida a lo más alto del poder, pisoteando los cadáveres políticos de sus adversarios. Es más, nunca lo dirán, pero los ataques terroristas les vienen como anillo al dedo para recortarnos aún más las escasas libertades que nos quedan, todo en aras de la seguridad, por supuesto.
Así, aunque sea duro escucharlo, y más aun decirlo, hasta que los que manejan el cotarro no sufran en sus carnes lo que a diario nos ocurre a nosotros, simples borregos de este gran rebaño mundial, los problemas nunca tenderán a ser resueltos: los desahucios serán abolidos y las estafas bancarias serán perseguidas cuando ellos pierdan sus casas y sus ahorros; la justicia será justa cuando ellos pisen las cárceles o pierdan los juicios a los que se presentan; las violaciones y los asesinatos bajarán sus números cuando sean sus hijas las violadas y sus hijos los asesinados; y el terrorismo será atacado de verdad cuando los terroristas golpeen los centros de poder, o sea, ayuntamientos, congresos de diputados, etc.
Pero mientras, ustedes sigan pensando que estamos en una democracia, que los terroristas son los únicos malos y que nuestros representantes constitucionales luchan por nuestros derechos, que así nos va…

El Condotiero

jueves, 17 de marzo de 2016

¿Dónde está mi premio Nobel?

             Aunque bien es verdad que la categoría de dichos premios a diferentes áreas de la cultura y de la investigación ha decaído bastante, más que nada debido a la globalización politizadora que todos los ámbitos de la vida sufren en este siglo XXI, no por ello deseo yo renunciar a dicho galardón.
            Todos sabéis que recién he iniciado la que espero sea una larga y fructífera carrera literaria, así que es menester que me vaya adelantando a los acontecimientos y vaya ya reclamando lo que sería mi premio Nobel de Literatura. Estarán ustedes pensando ahora que se me ha ido la pinza, pero nada más lejos de la realidad, sino que tengo una edad en la que aún podría disfrutar del montante del premio, algo así como un millón de euros, más o menos. Prefiero recibirlo ahora que dentro de 30 o 40 años, cuando ya estaría un poco achacoso para darle use y disfrute. Además, yo haría como el resto de premiados y lo donaría a caridad. Claro que, como he escuchado desde pequeñito, la caridad empieza por uno mismo, por lo que usaría dicho dinero para ayudarme a mí.
Pero aclarémonos, yo no estoy pidiendo el premio Nobel por las obras ya escritas por mí, sino que lo reclamo por la magnífica y deleitosa obra literaria que seguro escribiré de aquí hasta mis últimos días. ¿Y por qué no iba yo a reclamar el premio en este momento? ¿No le dieron el Premio Nobel de la Paz a Barack Obama al poco de haberse aposentado como Presidente de los EE.UU.? ¿Acaso él había hecho algo para merecer tal distinción? Pues no, señores, él recibió el premio basándose en las esperanzas puestas en su mandato, el cual sería pacificador. Si se adelantaron con él, ¿por qué no conmigo? ¿A ver si va a ser cosa de racismo? Que luego Barack Obama no haya podido hacer nada de lo que tuviera o tuviese planteado en aras de la paz mundial, no se lo podemos achacar a él, ya que manda menos que Pedro Sánchez en el PSOE.
            Y todo esto me ha venido a la cabeza por las palabras que escuché el otro día al insigne y genial Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010, autor al que no llego a las suelas de los zapatos ni escribiendo ni diciendo patochadas. Parece ser que no hay nada mejor que te den un premio Nobel para poder decir cualquier cosa que se te pase por la cabeza, quedando muy bien ante todo el mundo por ser políticamente correcto, aunque el discurso soltado sea más o menos de la calidad intelectual de un episodio de los teletubbies.
            La cosa es que este señor soltó, entre Ferrero Rocher y Ferrero Rocher, algo así como que era una vergüenza que los refugiados no estuvieran teniendo el apoyo que debieran por parte de la Unión Europea, la cual tendría que volcarse en ayuda de esas pobres gentes. Después de aquello, ya se quedó tranquilo y se pudo ir a evacuar a su maravilloso cuarto de baño alicatado por Porcelanosa. Independientemente de que esté a favor o en contra de dichas declaraciones, opino, antes de nada, que este señor no es nadie para decirnos lo que aquí deberíamos o no deberíamos hacer. Un señor con casas en Madrid, Londres, París, Nueva York y Lima, que si no está a gusto en un sitio, se va a otro y Santas Pascuas. Un señor con tal cantidad de dinero que poco le puede a él afectar la llegada masiva de unas gentes de otra cultura con diferentes formas de ver la vida, y con una pobreza a cuestas que sólo costarían dinero a las empobrecidas arcas de una Europa acabada de salir de unas de las peores crisis de su historia reciente.
            Ya hablé en la entrada anterior de lo difícil que es resolver el problema de los refugiados sirios, puesto que por un lado son unas pobres gentes que no merecen lo que les está ocurriendo y por otro podríamos tener problemas de diversas índoles si dejamos que todos los que quieran entren en nuestra vieja Europa. Por eso, el tema que hoy quería tratar es el de las personas que hablan por hablar, por muy inteligentes que sean, sin tener en cuenta todas las posibilidades y, peor aun, sin ser ellos nadie para dar lecciones de nada. En este caso, bien que podría haber dicho que la culpa es de EE.UU., por haber tenido una guerra fría con la URSS, la cual siempre apoyó al régimen sirio, en contra de los israelíes, apoyados por los americanos. Y, en medio de este caos, se encontraba una Turquía partida que estaba dentro de la OTAN pero fuera de la Unión Europea. Una Turquía que se dedica a matar a todo kurdo que ve, único pueblo que de verdad está combatiendo contra el autoproclamado Estado Islámico. Un Estado Islámico que ha nacido después de los desastres causados por EE.UU. en Irak, cuando fue a buscar unas armas de destrucción masivas inexistentes. Un Estado Islámico que se ha visto favorecido por las insurrecciones nacidas a raíz de la Primavera Árabe, la cual fue apoyada solapadamente por la CIA. Pues bien, que ahora nos metan el marrón a la Unión Europea por algo que se les ha escapado de las manos tanto a EE.UU. como a Rusia, heredera de la antigua URSS, es algo que me deja patidifuso.
            El caso es que siempre va a haber gente con voz, debido a la repercusión de sus palabras entre los millones de seguidores que poseen, que digan pamplinas sin ton ni son, pero que se conviertan en dignos elogios a admirar. Como recuerdo que pasó hace más de diez años en España, cuando personajes como Antonio Banderas y Alejandro Sanz salían a la palestra pidiendo el voto para Zapatero, defendiendo lo que iba a ser su programa. Y manda eggs que gente como ésa formaran el «club de la ceja», cuando uno vivía en Los Ángeles y el otro en Miami, que también eran los lugares donde pagaban sus impuestos.
            Pues bien, señores, dejen de dar lecciones a los demás, cuando ustedes no se atañen a ellas. Que, quizá, no seamos tan famosos ni tengamos tanto dinero, pero debiéramos ser nosotros los que organizáramos nuestras vidas. ¿O acaso puedo yo votar en las próximas elecciones presidenciales de los EE.UU.?

            El Condotiero

martes, 8 de marzo de 2016

Tengo estos principios. Si no les gustan, tengo estos otros

             ¿Qué está pasando en Europa? ¿Por qué la crisis humanitaria que se está viviendo en Siria está minando de forma tan grave los pilares básicos de nuestra civilización occidental?
La verdad es que es una cuestión harto difícil de solventar. La gente que habla por hablar, o sea, casi todos incluido yo mismo, ya que no tenemos voz ni voto en lo que ocurre, no suele tener en cuenta todos los componentes de la ecuación. Nos quedamos sólo en el «míralos, pobrecitos, huyendo de una guerra de la que no son culpables», y nos echamos las manos a la cabeza cuando vemos en nuestro televisor las imágenes del cuerpo sin vida de un niño tendido sobre la arena, víctima inocente de la otrora bienvenida «Primavera árabe». Pero qué pasa con Grecia, país al que están acudiendo todos estos refugiados. No debemos olvidar que hay ya más de cien mil refugiados en el país heleno, que sólo tiene una población de once millones de habitantes y está, además, pasando por una de las peores crisis de su historia reciente.
Así que por un lado tenemos el problema de conciencia de que más de 700.000 refugiados están pidiendo asilo político ante nuestras fronteras, más los que queden por llegar, y por otro lado tenemos el problema de acoger a tal ingente cantidad de miembros de otra civilización que nada tiene que ver con la nuestra, con diferentes formas de pensar, sentir, convivir, rezar o expresarse. Les recuerdo que hace dieciséis siglos ocurrió lo mismo a las puertas del Imperio Romano de Occidente. Se dejó pasar a aquellos pueblos germánicos para que se asentaran en territorio romano, de manera pacífica, y luego éstos terminaron por tumbar al coloso, desde dentro. Y no me digan que el caso no es extrapolable porque los números nada tienen que ver, ya que se calcula que los visigodos eran solamente unos 100.000 individuos y llegaron a dominar la Península Ibérica, poblada por entonces por unos cuatro millones de hispano-romanos.
            No es que quiera decir que vaya a ocurrir aquí lo mismo, únicamente estoy analizando un problema de una tremenda complejidad. Tal es así que ni los mandamases de la Unión Europea saben cómo hacerle frente. La última ocurrencia ha sido firmar un inestable tratado con Turquía para que se queden allí los refugiados. Nadie se cree que los turcos, que tienen parte en lo que está ocurriendo en Siria, vayan a cumplir el tratado, aunque, eso sí, bien que se quedarán con los 6.000 millones de euros que se les ha prometido como compensación. También en dicho pacto se refleja una flexibilización de ciertas cuestiones en referencia a una futura entrada de Turquía en la Unión Europea. Papel mojado, ya lo digo yo, porque nadie en Europa quiere ver a 80 millones de turcos pululando impunemente por nuestros territorios. Y no es una cuestión de xenofobia, porque, ¿qué sabemos de Turquía? Turquía es el país musulmán más occidentalizado, gracias a Ataturk, pero de eso hace casi ochenta años. Su estudiada laicización se está desmoronando poco a poco, porque los islamistas cada vez tienen más peso en una Turquía con cada vez menos tintes democráticos. De hecho, recientemente han cerrado tres periódicos turcos, síntoma preocupante. En Turquía el deporte más popular es el «tiro al kurdo», pueblo al que llevan masacrando desde hace más de un siglo, pasándose los Derechos Humanos por el arco del triunfo, mientras los occidentales miran hacia otro lado, con leves y escasas reprimendas, debido a los intereses estratégicos que tenemos en aquella parte del globo. Mientras Turquía sea miembro de la OTAN y sirva como tapón al creciente poderío ruso y al incipiente problema del autoproclamado Estado Islámico, tendrá las manos libres para hacer y deshacer a su antojo en aquel rincón del planeta.
Y para sumar más problemas, en muchos países europeos está creciendo la afiliación a partidos políticos de corte fascista, con ideales absolutos de extrema derecha y con la xenofobia por bandera, argumentando que se están perdiendo los valores cristiano occidentales a la vez que nuestras calles se están volviendo más peligrosas, por culpa del desmesurado aumento de la inmigración de, sobre todo, musulmanes. Hasta en Alemania están ya un poco cansados de los casi cuatro millones de turcos que allí habitan desde hace décadas. Es curioso que sean los alemanes de la antigua RDA los más combativos contra la idea de admitir refugiados, al igual que ocurre con Hungría. Ya no recuerdan los esfuerzos que tuvo que hacer una Europa occidental y democrática por acoger a aquellos excomunistas, que apenas contaban con un cartón con el que taparse sus vergüenzas.
Por todo esto comento lo complicado que es resolver el problema. No es tan fácil como salir a la calle con una pancarta pidiendo que se dé refugio a esos pobres desgraciados, que tanto han sufrido. Al igual que tampoco es tan fácil negárselo, para evitar problemas futuros, olvidando nuestros valores occidentales que durante tantos años hemos defendido. Porque, quizá, al que sale con la pancarta defendiendo a los refugiados le cambiaría el chip si se le dijera que al refugiado Menganito Mohamed se le iba a acoger y se le iba a ofrecer su puesto de trabajo, por lo que el pancartista quedaría en la calle. También seguro que le cambiaría el chip al que niega el derecho de asilo al pobre refugiado si él se viera en la misma tesitura.
Cuando nos decantamos por una opción, de forma rotunda, no solemos pensar que rara vez las cosas son blancas o negras, sino que la mayoría son grises y los problemas intrincados o no tienen solución o, finalmente, se debe escoger el mal menor. Les pongo un ejemplo: usted está en un edificio que va a explotar y sabe que hay dos habitaciones con personas dentro cuyas puertas están cerradas. Dentro de una de ellas se encuentra un anciano, y dentro de otra un total de cien jóvenes. Sólo tiene tiempo de abrir una de ellas, por lo que las personas que se queden encerradas morirán. Parece fácil la solución, ¿no? ¿Y si les digo que el anciano que está encerrado de manera solitaria es una bellísima persona que toda su vida la ha dedicado a hacer el bien a los demás y que los cien jóvenes son todos asesinos, violadores, pederastas, etc? No es tan sencilla la decisión, ¿verdad?
Pues a eso me refiero, que a veces las cosas no son tan claras como para tomar una decisión ecuánime y rotunda, y el caso de los refugiados sirios es un ejemplo de libro. Yo, desde luego, no tengo la solución al problema, y, por lo visto, a los políticos de la Unión Europea les pasa exactamente lo mismo. Claro, que yo ni pincho ni corto, pero a ellos les pagamos para que sí tengan dichas soluciones. ¿O no?

El Condotiero