¡Cuánto nos gusta a los españoles prohibir y
posicionarnos moralmente sobre los demás! Más que una tradición o costumbre es
ya casi un deporte nacional, pero luego se nos llena la boca con las palabras
«Libertad», «Tolerancia» y «Respeto», sobre todo para poder acallar las
conciencias ajenas, porque las nuestras siempre aparecen pulcras e inmáculas.
Yo me considero agnóstico, pero ha
sido una progresión que mi sentir ha ido tomando a lo largo de los años,
después de haberme educado en el seno de una familia católica y de haber pasado
mis primeros años de enseñanza en un colegio católico. Mi experiencia posterior
ha logrado que me posicione por el agnosticismo, pero el agnosticismo puro, es
decir, que lo soy con respecto al cristianismo, al judaísmo, al islamismo o a
la religión Jedi, tanto da. Pero, eso sí, soy respetuoso con todo aquél que posee
creencias del tipo que le dé la gana. No permito que nadie me aleccione, pero
yo tampoco alecciono a nadie.
Y todo esto viene a colación de una
noticia que leí hace poco acerca de un médico que fue denunciado por uno de sus
pacientes por tener en su consulta un crucifijo, cosa que, según parece,
ofendía sus laicos ojos. Alegaba que la consulta era pública, por lo que él no
tenía por qué soportar esa imagen que el médico le obligaba a vislumbrar. Ya en
una entrada anterior, llamada ¿Jalouín?,
protestaba yo por la tontería supina que se nos estaba subiendo a los
españoles, con la cosa de prohibir los crucifijos y los belenes, pero
celebrando como si tal cosa aquella fiesta anglosajona. Hoy volvemos a lo
mismo, pero es que la tontería española parece no tener fin.
A mí lo que me importa de un médico
es que me trate con respeto y con profesionalidad, no lo que tenga puesto en
una pared o sobre el escritorio, ya sea una estampa del Cristo del Gran Poder,
una menorah, un baphomet o la cabeza de Darth Vader. Lo demás es pamplina y
cosa fina. Otra cuestión hubiera sido si el médico en cuestión obligase a sus
pacientes a besar el crucifijo… Eso sería imperdonable y denunciable, por hacer
apología de sus creencias en un lugar público, pero el pobre hombre sólo quería
sentirse a gusto en su lugar de trabajo, en el que seguro que pasa muchas horas.
¿Dónde empieza la libertad de unos y termina la de otros? Aquel paciente
denunciante apelaba a su libertad como laico para no tener que soportar la
visión del crucificado, pero no se daba cuenta que él tenía ya la libertad de
cambiar de médico, cosa que se puede hacer de forma más sencilla que dedicarse
a denunciar el tema.
Lo que no se dan cuenta estos laicos
de chichinabo es que ellos, con su
intolerancia, no son mejores que los inquisidores de hace cinco siglos. La
intolerancia laica está llegando a extremos de una estupidez superlativa,
despotricando por todo lo que suene a cristiano, sin atreverse (son tontos,
pero no tanto) con los musulmanes, no vaya a ser que alguno se inmole a la
puerta de su casa.
Ser laico es una cosa, pero ser
piquete laicista es otra muy diferente. Y yo, como he dicho antes, respeto
cualquier creencia y a cualquier creyente, siempre que no intente aleccionarme,
pero eso es lo que precisamente hacen esos guerrilleros laicistas: aleccionar a
todo el mundo sobre lo que pueden o no pueden hacer o creer. Dejen a cada uno
vivir y creer con libertad, y verán que el mundo es mucho mejor, ya que también
serán ustedes más felices, al no estar todo el día pendientes por si alguien se
santigua a su lado o saca de improviso un altarcillo portátil. ¡Que sinvivir,
por Dios!, perdón, digo por Alá, no, por el Maestro Joda… en fin, por el Ché
Guevara, yo qué sé…
Pero es muy difícil, porque la tontería
laicista ha subido muchos enteros en los últimos años, sin entender bien que el
laicismo y las creencias particulares pueden convivir sin problema alguno,
siempre que haya tolerancia y respeto, justo aquellas palabras de las que tanto
hacen gala. Pero es difícil, me reafirmo, porque discutir con ese tipo de gente
es del todo imposible. Jamás un tipo con coherencia y respeto podrá ganar una
discusión con un tonto, porque sepan ustedes que son las personas inteligentes
las únicas que pueden perder una discusión, por ser las únicas que se pueden
dar cuenta que los argumentos del otro son mejores o han sido mejor edificados,
pero los tontos, lo que se dice tontos, no cualquiera, sino aquellos tontos con
denominación de origen que tanto abundan en España (a ver si empezamos a
exportarlos, para equilibrar la balanza comercial), nunca darán una discusión
por perdida, pues sus estrechas mentes jamás podrán percatarse de que los
argumentos de otro son más ecuánimes que los propios.
Así, como creo que esta discusión la
tengo perdida de antemano, sólo escribo esto para echar el rato, ya que como se
volverán a dar casos similares, éste podría convertirse en un tema recurrente.
De tal forma, pasen ustedes un buen fin de semana y cuidado si van el domingo a
misa…
El Condotiero
No hay comentarios:
Publicar un comentario