A la inmensa mayoría le gusta salir un viernes por la
noche para dar una vuelta, aunque no todos tienen la inmensa suerte de poder
hacerlo, al menos con cierta regularidad, debido, sobre todo, a cuestiones
económicas. Para los que nos encontramos en dicha situación, lo normal es
apoltronarse sobre el sofá delante del televisor, para dejar descansar las
neuronas que aún funcionan, si, como en mi caso, uno está estudiando
oposiciones o, más concretamente, después de haber estado haciendo un gran bol
de ensaladilla rusa para la cena de la sesión intensiva de rol del día
siguiente, donde intentaremos matar el mayor número de orcos, trolls o lo que
el árbitro quiera ponernos por delante.
En fin, que en esas estaba, haciendo zapping para encontrar algo bueno con
que entretenerme, habida cuenta de lo penosa que es la programación española,
pero, para mi sorpresa, pasé tres horas la mar de entretenido. En el segundo
canal de la Televisión Española pasaron un documental, de dos capítulos seguidos,
en el que se relataba la vida del príncipe Eugenio de Saboya. Siendo un
personaje prácticamente desconocido en España, puesto que en esa época nos
pilló un poco liados con el tema de la Guerra de Sucesión, tras la muerte de
Carlos II, ha de reconocerse su importancia con carácter europeo. No sólo frenó
las ansias expansionistas turcas, evitando con ello que el Imperio Otomano y su
cultura se enseñoreasen del centro de Europa, sino que además fue un gran genio
financiero que logró una de las mayores fortunas de su tiempo, ayudando con
ello y con su habilidad militar a sentar las bases del Imperio Austrohúngaro,
viéndose así convertido en una de las mayores potencias del viejo continente
hasta su desmembramiento en 1918.
Al terminar dicho doble documental, con los que pasé
dos horas de mi tiempo, echaron otro documental sobre los comienzos de los
ordenadores personales. Fue interesantísimo, puesto que todos conocemos los
nombres de Wozniak, Jobs, Gates, etc, pero creo que poca gente sabe que fueron
tres jóvenes italianos, allá por los principios de la década de los 50 del
siglo anterior, los que tuvieron la fenomenal idea de convertir los mega
ordenadores que ocupaban habitaciones enteras en pequeñas máquinas, no más
grandes que una de escribir, para dar así comienzo a lo que serían los
ordenadores personales. Todos los que vinieron después, como los nombres antes
mencionados, se basaron en la máquina diseñada por esos tres jóvenes y
producida por Olivetti, llamada Progamma
101. Los problemas financieros a los que tuvo que hacer frente esta empresa
en la década posterior, vendiendo su departamento informático a General
Electric, impidieron que dicha empresa italiana se convirtiera en el peso
pesado de la industria informática en los años posteriores. ¿Quién sabe? Si
esto no hubiera sido así, quizá hoy el sistema operativo usado por la gran
mayoría no fuera Windows, sino Finestre.
Os estaréis preguntando a qué viene todo esto. Pues
sí, es un largo prólogo para poner en antecedentes mis ideas, ya que mientras
yo me distraía de esta guisa ante la denominada caja tonta, otros muchos
sintonizaban otros canales, viendo programas como Sálvame o Tu cara me suena.
Evidentemente, cada uno tenemos nuestros gustos y poseemos, de momento, la
libertad para atender los programas que queramos, por lo que no voy a criticar
si alguien vio este programa o aquel otro, a nivel particular, pero me parece
lamentable que el programa de Antena3 llegase al 25% de la audiencia
televisiva, y los bodrios de Tele5 a casi el 20%, mientras los estupendos y
edificantes documentales que yo me tragué apenas alcanzaron al 2% de la
población que en esos momentos estaba ante un televisor.
Con todo esto quiero destacar, una vez más, el
aborregamiento al que estamos sometidos por parte de los medios de
comunicación, conchabados con los gobiernos que sufrimos, dedicados más a
esconder la cultura y a difundirla lo menos posible, subiendo los impuestos de
forma escandalosa, como el IVA a los productos culturales, comparándolos con
coches o yates de lujo, por ejemplo, o multando a los escritores jubilados por
recibir royalties de novelas escritas mucho antes de su jubilación. Eso sí, si
eres jubilado pero tienes dinero en acciones, el producto de ese peculio no
cuenta para perder tu derecho a recibir la subvención de la jubilación. Las
consecuencias suelen tener unas causas, lógicamente, y las causas que veo en
todo esto son los intereses de los políticos en tener aborregados al personal,
en un declive generalizado del cociente intelectual de los votantes.
Pero los votantes somos los que, en último término,
tenemos la culpa de lo que ocurre, por seguir pulsando los botones de la
telebasura que nos ponen por delante. Lo peor de todo es que luego nos quejamos
de cómo está el país. Qué queremos, si un viernes por la noche tenemos a casi
la mitad de la población que se quedó en casa ante un televisor ensimismados
por unos programas que invitan a sus espectadores a suicidarse mentalmente…
El Condotiero
Completamente de acuerdo.
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