Yo
siempre me he considerado de ideología capitalista, aderezada con
una pizca de laborismo británico, o sea, lo que en el último siglo
se ha denominado la Socialdemocracia, más o menos. Como ya dije en
una entrada anterior, admiro el Comunismo, pero sólo en su vertiente
teórica, puesto que el hombre es demasiado imperfecto para poder
desarrollar semejante ideología con total honradez.
Pero,
¿qué es realmente el Capitalismo? Hay muchas definiciones sobre tal
forma de economía y muchas de ellas se ciñen según el lado
ideológico en el que estén aquéllos que las den. Yo prefiero
quedarme con esta explicación: «el Capitalismo es el modelo
económico surgido en Europa a raíz del S.XVI y perfeccionado a lo
largo del XIX y XX en el que las bases de producción se encuentran
en el capital privado, dirigido esencialmente a la competencia de los
mercados de consumo y regulado por las leyes gubernamentales».
Así,
en el Capitalismo el trabajador deja de ser esclavo o siervo y se
convierte en un asalariado, pasando a ser otro bien comercial.
Teniendo en cuenta que el Capitalismo busca un mayor rendimiento del
capital y que los asalariados se convierten en el mayor porcentaje de
población, a diferencia de los capitalistas, que sólo suponen una
cantidad mínima aunque elitista de población, son los propios
asalariados quienes se convierten en el objetivo de la producción
capitalista. Como ya vieron los magnates industriales norteamericanos
de principios del S.XX, los asalariados deben percibir un sueldo
digno para poder consumir los artículos que ellos mismos producen
con su trabajo. De tal manera, se abandonan las formas de vida que se
daban con las primeras revoluciones industriales, donde el asalariado
malvivía y era incapaz de consumir apenas nada.
Aun
así, y para evitar posibles abusos de estúpidos capitalistas, los
laboristas británicos de mitad del S.XX inventan aquello de la
«Sociedad del Bienestar», donde los trabajadores, es decir, la
enorme masa de población de un país, tendrán asegurados por ley
una serie de derechos. Es ahí donde los gobiernos entran en el
entramado del sistema capitalista, para regular mercados, entre ellos
el del trabajo, y garantizar derechos fundamentales que ya se dieron
como tales a raíz de la Independencia de los EE.UU. o de la
Revolución Francesa.
Que
el sistema puede que no sea perfecto..., evidente, es un sistema
creado por y para el hombre, que es un ser imperfecto, por lo que es
imposible que cree algo que ni siquiera se acerque a la perfección.
Pero lo mismo pasa con la ley, que algunos la ponen por encima de
Dios, sin tener en cuenta que es algo también realizado por el
hombre y, como tal, imperfecto a todas luces. De hecho, en España
nos gusta un dicho que reza: «hecha la ley, hecha la trampa».
Ahora,
¿por qué digo que el Capitalismo ha muerto? Pues porque tal y como
yo lo he definido ha dejado de existir. Los pocos rescoldos que aún
quedaban de Capitalismo socialdemócrata se han extinguido a raíz de
la crisis que hemos vivido en el planeta desde 2008. Una crisis, no
lo olvidemos, creada por los ricos para su mayor beneficio. Con dicha
crisis los gobiernos del Primer Mundo han olvidado sus tesis
capitalistas para acogerse a las neoliberales... Un momento, ¿qué
es eso del Neoliberalismo económico? Muy sencillo, es lo mismo que
el Capitalismo, pero sin la participación de los gobiernos como
garantes de los derechos fundamentales de la clase trabajadora, la
más numerosa. ¿Debería suponer esto un problema? En principio, no.
Si los magnates del mundo supieran lo que les conviene, tendrían a
la masa de población contenta y bien alimentada, para que no se les
levante y para que tengan superávit de dinero con el que consumir
los productos de los propios magnates. ¿Cuál es el problema,
entonces? Que los grandes potentados mundiales no saben lo que les
conviene y aprovechan el Neoliberalismo para despojar a la masa
trabajadora no sólo de sus derechos, sino también de su dignidad.
Eso
no puede ser, dirán algunos, ya que estás poniendo a los grandes
magnates de tontos y si son magnates será por algo, ¿no? Pues creo
realmente que uno puede tener miles de millones de euros y ser un
imbécil. Yo sé montones de formas de ganar grandes cantidades de
dinero, pero no lo hago porque no tengo el capital inicial que se
necesita para lograrlo. Hay montones de ricos que lo son simplemente
porque ya nacieron con la panadería debajo del brazo. Sólo con
haber tenido una buena herencia, es la mar de simple acrecentarla.
Recuerden que en España tenemos otro dicho que es: «el dinero
llama al dinero». Y nada más lejos de la realidad. Fíjense, si no,
en que las grandes fortunas mundiales están en las manos de las
mismas familias desde el S.XIX. Nada ha cambiado, y eso que han
ocurrido varias guerras mundiales que han arruinado a los países de
los que esas familias eran originarias.
Y
en España, ¿qué está ocurriendo? A la vista está. Los partidos
que han dejado, en los últimos años, que el Neoliberalismo se
adueñe de todo, es decir, PP y PSOE, han caído muchos enteros.
Ambos partidos se han dejado convencer por los grandes potentados
para permitir que los más débiles, la masa trabajadora, sean
despojados de cada vez más derechos. Los sindicatos, que en
principio no son verticales, como los del Franquismo, pero que sí lo
son, a la vista de que están subvencionados por los gobiernos, no
protegen a la masa de trabajadores, que son su razón de existencia,
pero luchan a brazo partido entre ellos para ver quién se come más
gambas, pagadas por todos, eso sí.
¿Es
de extrañar, por tanto, que ambos partidos hayan caído como la
espuma? No, lo que es de extrañar es que aún queden 7 millones de personas
que voten al PP y otros 5 millones que voten al PSOE. ¿Por qué hay
12 millones de ciegos en nuestro país? Simplemente porque las
alternativas de voto son precarias. Votar a Ciudadanos, como todo el
mundo sabe, no resolvería nada. Quizá hasta lo agravase. El único
partido que se aleja de las tesis neoliberales es Podemos, ahora
unidos a IU, pero sus escarceos con el Chavismo, la intolerancia
iraní y los antiguos dirigentes proetarras disuaden a mucha gente
(yo entre ellos) de ir a prestarles su confianza.
Con
este panorama y con unos pésimos dirigentes políticos, en España
se ha instalado una continua borrasca que no augura nada bueno en los
próximos años. Yo, personalmente, no veo un futuro prometedor para
nuestra sociedad, a menos que se funde otro partido que se deje de
chuminadas ideológicas y se dedique a luchar por el bien de todos,
ricos y pobres, ancianos y jóvenes, mujeres y hombres, que, al fin y
al cabo, lo único que quieren es vivir en condiciones y sin
sobresaltos. Se necesita una política de altura que garantice el
bienestar de la masa de población, con sueldos dignos, medidas
sociales sostenibles y una justicia eficaz. ¿Es pedir tanto?
El
Condotiero
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