sábado, 23 de abril de 2016

Aquellos miles de héroes olvidados

             En estos días en los que un gran número de personas, instituciones y gobiernos celebran las efemérides más importantes de la Historia de la Literatura Universal, por el cuarto centenario de las muertes de Cervantes y Shakespeare, los grandes «monstruos» de las letras hispanas e inglesas, respectivamente, y otros cuantos «colgados» están a la espera de la llegada de la sexta temporada de la serie Juego de Tronos, nos olvidamos de otro de infausto recuerdo: el trigésimo aniversario de la explosión del cuarto reactor de la central nuclear de Chernobyl.
            El ser humano es muy dado a olvidar y sólo recuerda las cosas que le conviene, expulsando de su mente aquellos momentos difíciles de digerir. Pues yo no quiero ser uno más y me gustaría hacer un pequeño homenaje a esas decenas de miles de héroes sin los cuales ahora no estaríamos donde estamos. Podríamos estar, sí, pero en otro lugar, no aquí.
            La explosión del cuarto reactor de la central ucraniana supuso un grave accidente cuyas consecuencias aún las padecen los pocos supervivientes que actuaron de alguna forma en su paliación o que simplemente vivían cerca, pero no sabemos hasta qué punto le segunda explosión, que no llegó a producirse, hubiera transformado la vida en la vieja Europa. Y esa segunda explosión no llegó a producirse gracias al titánico esfuerzo y sacrificio de miles de bomberos, militares, policías, pilotos, mineros, periodistas, trabajadores de distinta índole y otros más… Políticos, ah, no, los políticos soviéticos no intervinieron de forma alguna en la resolución del problema, sólo para incrementarlo. Pero no se lleven ustedes a error, si creen que esto es una crítica a los políticos soviéticos, ya que los políticos de cualquier signo nunca se hallan en los lugares donde se encuentran los verdaderos «fregaos».
            La importancia de lo ocurrido en Chernobyl no está sólo en lo que podría haber ocurrido y no ocurrió, sino que también está en que fue el principio de la desintegración del «Segundo Mundo», el mundo soviético y sus satélites, puesto que las mentiras y las dilaciones de la cadena de mando militar y gubernamental soviética llegó hasta lo más alto del Politburó y el mismo Gorvachov se tuvo que enterar por los ingenieros nucleares suecos de lo que en realidad estaba ocurriendo en su propio país. A partir de ahí, todo cambió en la antigua URSS, tomando un camino que llevaría a su extinción.
            Recordemos, por tanto, a aquellos miles de olvidados héroes que, sin recibir contraprestación alguna, sacrificaron su futuro y dieron lo único que poseían, su salud, por el bien de todos, incluidos nosotros, los habitantes del «Primer Mundo», al otro lado del Telón de Acero. Si bien es cierto que el problema lo originaron los soviéticos y de los soviéticos debía partir la solución, también es de recibo puntualizar que la gran mayoría que cayó intentando, y consiguiendo, evitar un desastre aun mayor, no fueron los que produjeron el accidente ni los que lo incrementaron negando en un principio la verdad.
            Debemos darnos cuenta que, por norma general, son los que nada tienen y los que nada esperan tener los que más generosos se suelen mostrar. El pobre y el apaleado será siempre el que arriesgará su vida por los demás, ya que el rico la tiene en demasiada estima para donarla a unos desconocidos. Los soviéticos, sus sempiternas mentiras y su «chapucerismo» habitual produjeron el accidente de Chernobyl, pero fueron sus gentes, los abnegados y apaleados ciudadanos rusos y ucranianos los que se sacrificaron por Europa. Sería curioso ver qué hubiéramos hecho los europeos occidentales en una situación similar. ¿Sacrificarían sus vidas por los demás los miles de «tontolabas» que se reunieron en Madrid para que ganara GH VIP el tal Carlos Lozano, o los que se manifestaron para que el Betis no descendiera de categoría?

            El Condotiero

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