La
mayoría de la población española que vive hoy en día ha nacido en
los últimos tiempos del Franquismo o ya con la democracia, por lo
que no conoce el fenómeno de la guerra. Es una palabra que asusta
por todo lo que arrastra tras ella, pero sobre todo por lo
desconocida que nos parece. Lo que no creo que sepa la gente es que
realmente la situación de paz es lo extraño en nuestra historia,
siendo casi excepcional, ya que, en los 524 años que tiene nuestro
país, muchos más de la mitad ha estado involucrado en alguna
guerra. La disputa es el estado natural del hombre, ya sea dentro de
una comunidad de vecinos, en las luchas internas en las empresas, o,
formando sociedades, en guerras entre países. Es de lo más normal,
siempre lo ha sido y siempre lo será. El hombre es así y no podemos
cambiarlo. Que hoy en día los combates son económicos en canchas
financieras y no en campos de batallas no hacen las guerras menos
cruentas.
Dicho
lo cual, repito lo que he escrito en el título de esta entrada:
«estamos en guerra». Que no haya sido declarada no la hace menos
guerra, aunque si escuchamos a ciertos iluminados religiosos, sí que
ha sido declarada. Sólo hay que echar un vistazo a cualquier
periódico de los últimos años y darse cuenta de la escalada brutal
de violencia que se está produciendo en el mundo. Pero no es la
única guerra, lo que ocurre que la violencia es la única arma que
ciertos sectores de la población tienen para combatir, puesto que
las armas financieras les resultan totalmente prohibitivas.
Cuando
escribimos Historia nos encanta ser subjetivos y buscar las
justificaciones posibles para dictaminar qué bando era el «bueno»
y cuál el «malo», tergiversando los hechos a nuestro beneficio.
Por lo tanto no es cuestión de buscar qué bando es qué, ya que si
estamos nosotros involucrados, evidentemente nosotros somos los
«buenos», simplemente por una cuestión de supervivencia moral,
aunque no sea del todo cierto. Así zanjamos pronto las razones que
puedan tener los yihadistas para hacer lo que hacen. No
importa sus razones, nos atacan a nosotros y a nuestra forma de vida
y con eso es ya suficiente para tildarlos de «malos» en la Historia
que escribimos a diario, aunque ellos no hagan otra cosa diferente a
lo que les hacemos nosotros en sus países.
Dicho
esto, parece difícil ponerse a intentar esclarecer las razones de
las guerras actuales. No son diferentes de las razones de los últimos
dos mil años, y me refiero al monoteísmo. No quiero decir que
cuando existían sociedades hegemónicas politeístas las guerras no
se produjeran, pero sí que es verdad que no había un caldo de odio
subyacente. Los monteísmos, desde sus primeras apariciones, con el
dios Atón amarniense, han sido destructores de per se.
Después, con la llegada del Cristianismo y finalmente con el
Islamismo, las guerras han sido más continuas y mucho más
intransigentes. Hoy en día pensamos que es el Islamismo la religión
que se lleva la palma en lo que se refiere a intransigencia y odio,
porque la comparamos con nuestro cristianismo actual, que después de
dos mil años ha aprendido a convivir con el resto de creencias. Pero
estamos totalmente equivocados, ya que el cristianismo que nos ha
quedado, en occidente, ha dejado prácticamente de ser una religión
para convertirse en algo parecido al folclore. En occidente hemos
cambiado al Dios de la Biblia y al Jesucristo de las Sagradas
Escrituras por el Dios Dólar, o por el Dios Euro. Ésa es la
auténtica religión de Occidente y no otra, y en aras de esos nuevos
dioses sí que masacramos pueblos enteros, destruyendo su presente y
su futuro. Si alguien no me cree, que revise bien lo que hacemos en
el mundo por conseguir petróleo, coltán, árboles amazónicos,
diamantes, oro, prendas baratas, etc.
Puesto
que nosotros somos los «buenos» en esta guerra, al estar
involucrados, no porque la razón nos asista, debemos pensar qué
hacer para poder ganarla. Nadie entra en una guerra para perderla.
Creo que todos sabemos cuáles son las medidas que debemos tomar para
ganarla: expulsión de los musulmanes que viven en Europa,
prohibición de todo lo que huela a Islamismo, destrucción de todas
las mezquitas, etc. ¿Por qué no lo hacemos entonces? Es evidente
que no lo hacemos porque en el fondo sabemos que no somos los que
llevamos la razón en esta guerra y porque sabemos que, aunque nos
maten a 84 personas con un camión, las pérdidas son
insignificantes comparadas con las ganancias que obtenemos
colonizando económicamente (o robando directamente) a los países de
los que surgen los iluminados que sacrifican sus vidas contra su
enemigo Occidente. Y no nos llevemos las manos a la cabeza por esto
que he dicho, ya que no hace tanto tiempo que gaseábamos a millones
de personas o arrasábamos centenares de hectáreas urbanizadas por
bombardeos terroristas en la propia Europa. Lo que la Segunda Guerra
Mundial nos enseñó a Europa fue a dejar de matarnos entre nosotros
y dirigir nuestra mirada a países más subdesarrollados e
infinitamente más fáciles de pisotear. Las ganancias son mayores y
las consecuencias son mucho menores. Que de vez en cuando nos matan a
84 ciudadanos, no pasa nada; lloramos un poquito, les hacemos algunos
homenajes y sanseacabó. Todo el mundo contento porque
seguimos pudiendo usar nuestros móviles, viajar a donde queramos y
nuestras neveras siguen repletas. Eso sí, como siempre nuestros
queridos gobiernos impondrán algunas leyes un poco más restrictivas
para que podamos sentirnos algo más seguros, y además les daremos
las gracias por ello. Un esclavo agradecido jamás intentará
quitarse las cadenas y combatir por su libertad. Está claro que el
Homo Sapiens Sapiens sigue evolucionando, aunque la pregunta
que me da miedo formular es ¿hacia dónde?
Si
la verdad duele y esta entrada te ofende, te pido perdón y te invito
a ver el Sálvame y a continuar ciego ante lo que ocurre a tu
alrededor.
El
Condotiero
Totalmente de acuerdo. Pongamos en una "balanza justa" los muertos de ellos y los nuestros. Seguro pesarán más los de ellos, y aún así, seguimos pensando que nosotros somos los buenos.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Pongamos en una "balanza justa" los muertos de ellos y los nuestros. Seguro pesarán más los de ellos, y aún así, seguimos pensando que nosotros somos los buenos.
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