lunes, 4 de septiembre de 2017

No, no somos una nación

             Es algo que cada vez tengo más claro, porque para serlo hay que sentirlo, por lo que tan sólo somos un Estado. Nada más que hay que poner las noticias, ya sea de la tarde o de la noche, para darse cuenta de esta verdad. Es una lástima, pero es lo que hay y, además, ya lo sabíamos.
            Se dice que De Gaulle comentó en una ocasión lo difícil que era gobernar un país, Francia, con trescientas clases de queso. En eso España no tiene nada que envidiar a Francia y sólo hay que acudir a la terraza de un bar para percatarse de que en una mesa cada uno de los clientes pedirá el café de forma diferente, mareando de paso al camarero, cosa que nos encanta hacer.
            Si he dado pie a este tema no es por otra cosa que por la vergüenza observada en Barcelona a raíz del atentado terrorista del pasado agosto. Han sido muchas la noticias que han salido a la luz después del ataque, algunas buenas y otras no tanto.
            La que más me ha llamado la atención ha sido la aparición de fotografías mostrando la manifestación antiterrorista que hubo en la ciudad condal. Como sabemos, Barcelona no ha sido la primera ciudad europea golpeada por el terrorismo yihadista y, por desgracia, no será la última. Como en todas las demás (París, Londres, Niza, etc.), la población, acompañada de autoridades, ha realizado una marcha con la intención de mostrar su repulsa por la matanza sin sentido, pero en el resto de ciudades se han realizado con gran uniformidad y luto, mientras que en Barcelona se organizó una especie de yincana a base de banderitas con estrellas, como si en esos momentos de dolor lo más importante fuera exhibir cuáles eran las ideas políticas de cada uno, en lugar de presentar un frente unido para combatir aquello por lo que se estaban manifestando.
            Pero no ha sido lo único sonrojante de las semanas posteriores al atentado. Quiero dejar una cosa clara aquí: los únicos culpables del atentado han sido los locos que se han inmolado. El resto puede haber tenido más o menos responsabilidad, de una forma o de otra, pero un atentado con suicidas es casi imposible de evitar, porque lo difícil de planear un atentado es salir de él con vida. Cuando ésta te importa un pimiento, puedes matar a quien sea.
            Así que es del todo lógico que se busque mejorar la seguridad para impedir futuros atentados (sin coartar más libertades, por favor), pero de ahí a meterse en una guerra entre Generalitat y Gobierno de España, o entre CNP y Mossos, me parece algo completamente fuera de lugar. Pero si ocurre ya sabemos por qué es: a ningún político (y no nos confundamos, los altos cargos policiales del Estado y autonómicos son también políticos) le importa una mier... los muertos y heridos resultantes del atentado de Las Ramblas; lo único que quieren es conseguir munición contra los demás, en su estúpida guerra de intereses creados.
            Pero esto ha sido lo último, no lo único. Cuando veo que los británicos (y muchos españoles) llevan la Union Jack con orgullo, que a los norteamericanos les falta un ay para colocar su bandera en cualquier sitio, o que a los franceses se les caen dos lagrimones cuando cantan ese himno guerrero y sangriento conocido como La Marsellesa, me da una enorme lástima compararlo con lo que ocurre aquí en España: llevar la bandera roja y gualda es una provocación, porque los independentistas y los ignorantes (algunas veces reunidos en un solo ser) creen que esa enseña diseñada en tiempos de Carlos III es algo franquista; o cuando muchos silban el himno nacional español, cosa que debiera ser delito. Se ríen porque carece de letra, como si eso fuera algo importante y no que sea uno de los himnos más antiguos del mundo, regalo de Federico II de Prusia a España, tratándose de una marcha militar.
            No, es una pena, pero en España no hay un sentimiento nacional fuera de eventos deportivos, y no para todos, porque aún recuerdo al tontolaba de José Carreras decir que le daba igual quién ganase un mundial, si Francia o España, porque Cataluña no participaba. En fin, podría dedicarse sólo a cantar opera y dejar de soltar patochadas.
            ¿La razón? La desconozco. Quizá nuestra propia idiosincrasia, moldeada por la multitud de pueblos que han pasado por la Península Ibérica, o tal vez esa Reconquista, que no fue tal y como nos la contaron en el colegio (que no, que Santiago Cierra España no acudía a las batallas a ayudar a los cristianos contra los infieles), que creó reinos diferentes que, aunque terminaron uniéndose (excepto Portugal), sí que habían mantenido a los antiguos habitantes romanos y visigodos el suficiente tiempo separados para poseer objetivos distintos los unos de los otros. Tal es así que en Francia, que era y es más grande, surgieron menos idiomas (francés, occitano y bretón) que en la Península Ibérica (gallego, portugués, astur-leonés, vasco, castellano, aragonés y catalán), signo evidente de que aquí cada uno iba (y va) a su p... bola.
            ¿Todo lo que he dicho legitima los independentismos que se están recrudeciendo en España? No, porque en un mundo cada vez más pequeño donde las asociaciones supranacionales toman cada vez más fuerza, me parece que es ir a contracorriente la atomización que algunos exigen. Si en realidad hubiera un sentimiento nacionalista intrínseco, lo llegaría a comprender, pero lo que me molesta es la manipulación constante que hacen los políticos nacionalistas para conseguir mejores resultados futuros: imposición de su lengua (en lugar de dar libertad absoluta de lenguas); educación histórica en los institutos basadas en flagrantes mentiras (en lugar de enseñar los hechos históricos tal y como ocurrieron y que después cada adulto busque su verdad); o mentiras constantes sobre la gobernabilidad de sus territorios en un hipotético país independiente, donde más o menos el maná caería del cielo como en la Biblia...
            Por este motivo, si yo pregunto, por ejemplo, a un catalán acerca de si quiere la independencia de su región y me dice que sí y, además, me lo razona en el sentido de que él no se siente español sino catalán y lo único que le importa es eso, pues lo respeto, porque por lo menos es coherente con sus ideas. Lo que no respeto y me molesta bastante son los que quieren la independencia de su región basándose en una historia falseada, en una hipotética doble nacionalidad que no va a ocurrir o en alguna otra mentira pergeñada y difundida por los políticos catalanes sedientos de poder.
            Y repito que al catalán que se sienta catalán lo respeto porque en un mundo socializado siempre es bueno pertenecer a un colectivo y, puesto que el nacionalismo español lastimosamente no existe, como ya digo, pues más vale sentirse catalán, o gallego, o vasco, o andaluz... Ya veríamos que ocurriría más adelante cuando un catalán no se sienta catalán, sino aranés... a ver dónde quedarían aquellas ideas de autodeterminación que exudan todos los poros de los hoy independentistas.
             En fin, que quizá tenga que venir el califato ese del DAESH para conquistarnos y unirnos a todos...

             El Condotiero

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