Es
algo que cada vez tengo más claro, porque para serlo hay que
sentirlo, por lo que tan sólo somos un Estado. Nada más que hay que
poner las noticias, ya sea de la tarde o de la noche, para darse
cuenta de esta verdad. Es una lástima, pero es lo que hay y, además,
ya lo sabíamos.
Se
dice que De Gaulle comentó en una ocasión lo difícil que era
gobernar un país, Francia, con trescientas clases de queso. En eso
España no tiene nada que envidiar a Francia y sólo hay que acudir a
la terraza de un bar para percatarse de que en una mesa cada uno de
los clientes pedirá el café de forma diferente, mareando de paso al
camarero, cosa que nos encanta hacer.
Si
he dado pie a este tema no es por otra cosa que por la vergüenza
observada en Barcelona a raíz del atentado terrorista del pasado
agosto. Han sido muchas la noticias que han salido a la luz después
del ataque, algunas buenas y otras no tanto.
La
que más me ha llamado la atención ha sido la aparición de
fotografías mostrando la manifestación antiterrorista que hubo en
la ciudad condal. Como sabemos, Barcelona no ha sido la primera
ciudad europea golpeada por el terrorismo yihadista y, por desgracia,
no será la última. Como en todas las demás (París, Londres, Niza,
etc.), la población, acompañada de autoridades, ha realizado una
marcha con la intención de mostrar su repulsa por la matanza sin
sentido, pero en el resto de ciudades se han realizado con gran
uniformidad y luto, mientras que en Barcelona se organizó una
especie de yincana a base de banderitas con estrellas, como si en
esos momentos de dolor lo más importante fuera exhibir cuáles eran
las ideas políticas de cada uno, en lugar de presentar un frente
unido para combatir aquello por lo que se estaban manifestando.
Pero
no ha sido lo único sonrojante de las semanas posteriores al
atentado. Quiero dejar una cosa clara aquí: los únicos culpables
del atentado han sido los locos que se han inmolado. El resto puede
haber tenido más o menos responsabilidad, de una forma o de otra,
pero un atentado con suicidas es casi imposible de evitar, porque lo
difícil de planear un atentado es salir de él con vida. Cuando ésta
te importa un pimiento, puedes matar a quien sea.
Así
que es del todo lógico que se busque mejorar la seguridad para
impedir futuros atentados (sin coartar más libertades, por favor),
pero de ahí a meterse en una guerra entre Generalitat y Gobierno de
España, o entre CNP y Mossos, me parece algo completamente fuera de
lugar. Pero si ocurre ya sabemos por qué es: a ningún político (y
no nos confundamos, los altos cargos policiales del Estado y
autonómicos son también políticos) le importa una mier... los
muertos y heridos resultantes del atentado de Las Ramblas; lo único
que quieren es conseguir munición contra los demás, en su estúpida
guerra de intereses creados.
Pero
esto ha sido lo último, no lo único. Cuando veo que los británicos
(y muchos españoles) llevan la Union Jack con orgullo, que a
los norteamericanos les falta un ay para colocar su bandera en
cualquier sitio, o que a los franceses se les caen dos lagrimones
cuando cantan ese himno guerrero y sangriento conocido como La
Marsellesa, me da una enorme lástima compararlo con lo que
ocurre aquí en España: llevar la bandera roja y gualda es una
provocación, porque los independentistas y los ignorantes (algunas
veces reunidos en un solo ser) creen que esa enseña diseñada en
tiempos de Carlos III es algo franquista; o cuando muchos silban el
himno nacional español, cosa que debiera ser delito. Se ríen porque
carece de letra, como si eso fuera algo importante y no que sea uno
de los himnos más antiguos del mundo, regalo de Federico II de
Prusia a España, tratándose de una marcha militar.
No,
es una pena, pero en España no hay un sentimiento nacional fuera de
eventos deportivos, y no para todos, porque aún recuerdo al
tontolaba de José Carreras decir que le daba igual quién ganase un
mundial, si Francia o España, porque Cataluña no participaba. En
fin, podría dedicarse sólo a cantar opera y dejar de soltar
patochadas.
¿La
razón? La desconozco. Quizá nuestra propia idiosincrasia, moldeada
por la multitud de pueblos que han pasado por la Península Ibérica,
o tal vez esa Reconquista, que no fue tal y como nos la contaron en
el colegio (que no, que Santiago Cierra España no acudía a las
batallas a ayudar a los cristianos contra los infieles), que creó
reinos diferentes que, aunque terminaron uniéndose (excepto
Portugal), sí que habían mantenido a los antiguos habitantes
romanos y visigodos el suficiente tiempo separados para poseer
objetivos distintos los unos de los otros. Tal es así que en
Francia, que era y es más grande, surgieron menos idiomas (francés,
occitano y bretón) que en la Península Ibérica (gallego,
portugués, astur-leonés, vasco, castellano, aragonés y catalán),
signo evidente de que aquí cada uno iba (y va) a su p... bola.
¿Todo
lo que he dicho legitima los independentismos que se están
recrudeciendo en España? No, porque en un mundo cada vez más
pequeño donde las asociaciones supranacionales toman cada vez más
fuerza, me parece que es ir a contracorriente la atomización que
algunos exigen. Si en realidad hubiera un sentimiento nacionalista
intrínseco, lo llegaría a comprender, pero lo que me molesta es la
manipulación constante que hacen los políticos nacionalistas para
conseguir mejores resultados futuros: imposición de su lengua (en
lugar de dar libertad absoluta de lenguas); educación histórica en
los institutos basadas en flagrantes mentiras (en lugar de enseñar
los hechos históricos tal y como ocurrieron y que después cada
adulto busque su verdad); o mentiras constantes sobre la
gobernabilidad de sus territorios en un hipotético país
independiente, donde más o menos el maná caería del cielo como en
la Biblia...
Por
este motivo, si yo pregunto, por ejemplo, a un catalán acerca de si
quiere la independencia de su región y me dice que sí y, además,
me lo razona en el sentido de que él no se siente español sino
catalán y lo único que le importa es eso, pues lo respeto, porque
por lo menos es coherente con sus ideas. Lo que no respeto y me
molesta bastante son los que quieren la independencia de su región
basándose en una historia falseada, en una hipotética doble
nacionalidad que no va a ocurrir o en alguna otra mentira pergeñada
y difundida por los políticos catalanes sedientos de poder.
Y
repito que al catalán que se sienta catalán lo respeto porque en un
mundo socializado siempre es bueno pertenecer a un colectivo y,
puesto que el nacionalismo español lastimosamente no existe, como ya
digo, pues más vale sentirse catalán, o gallego, o vasco, o
andaluz... Ya veríamos que ocurriría más adelante cuando un
catalán no se sienta catalán, sino aranés... a ver dónde
quedarían aquellas ideas de autodeterminación que exudan todos los
poros de los hoy independentistas.
En
fin, que quizá tenga que venir el califato ese del DAESH para
conquistarnos y unirnos a todos...
El
Condotiero
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