miércoles, 5 de octubre de 2016

La cultura de la violencia

             En estos días que nos rodean, donde el tema recurrente de conversación es la caída al precipicio de Pedro Sánchez y su PSOE, yo me niego a tratar sobre él, precisamente porque me violenta. En cambio, mi deseo es divagar por algo que últimamente me preocupa bastante, y es la violencia que se está imponiendo a las formas. No una violencia física, que en ocasiones también, sino una violencia generalizada, en todos los ámbitos de nuestra vida, sin la cual es más que difícil sobrevivir en la sociedad actual. Lo increíble, lo realmente increíble, es que después de tantísimas etapas en la evolución humana y con tanta legislación que tenemos, parece como si en lugar de avanzar hacia una sociedad donde todos, y todas, no vaya a ser que alguien se me violente, pudiéramos convivir de forma pacífica con nuestros vecinos, estuviéramos involucionando y volviendo a la edad de las cavernas, donde el más fuerte hacía su voluntad.
             Como digo, vengo un tiempo observando que con buenas palabras no se llega a ningún sitio. Olvidaos ya de todo aquello que os enseñaron vuestros padres y analizad el mundo de hoy en día. Para ello no hace falta irse muy lejos, sólo con ir a la tienda de debajo de vuestra casa o coger el teléfono por una llamada recibida podréis confirmar de lo que os hablo. La inmensa mayoría de la gente se ha creado un escudo contra las buenas costumbres y la buena educación. Es casi imposible conseguir algo con buenas palabras, intentando llegar a entenderse con civismo y elocuencia. Si deseas que te hagan caso y no te tomen por el pito del sereno, lo mejor es hablar malsonante, para que tu interlocutor no confunda educación con debilidad; con un par de decibelios de más, no vaya a ser que confunda comedición con inseguridad; y de forma amenazadora, para que te escuche con atención y no crea que eres un pagafantas. Así, por lastimoso que parezca, mi experiencia de los últimos tiempos me ha enseñado que la única forma de que te tomen en serio es ir amenazando a todo el que se te cruza y no hay mejor frase que aquélla de «que estoy mu loco».
             Y no vayan a creer esto último de mí, puesto que si lo piensan bien es la absoluta verdad. ¿Cómo queremos, por tanto, que el mundo vaya bien si para cualquier tontería nos vemos obligados a sacar nuestro lado más violento?
             Llevo varios años ya flipando con lo que ocurre en EE.UU., con eso de las muertes indiscriminadas de afroamericanos, en español, negros, por parte de policías caucásicos, en español, blancos. Ha llegado la situación a tal punto que los mismos policías negros, en lugar de ponerse del lado de las víctimas de su misma raza, se dedican también a disparar primero y a preguntar después. ¿Y qué hacen las autoridades norteamericanas? Nada de nada. Siento decir esto, pero la minoría negra norteamericana no conseguirá arreglar el problema hasta que no salga a la calle y policía blanco, policía muerto. Es así, porque la violencia que se ha instalado en nuestra sociedad ha corroído todos los engranajes de ella. Hoy en día sería imposible un Mahatma Gandhi, aunque es probable que haya habido varios y los hayan masacrado, por imbéciles pacifistas.
             ¿Quién tiene la culpa de todo esto? Creo que es bastante complicado buscar un único culpable, porque en realidad todos tenemos nuestra pequeña parte de culpa. Desde los que ven cómo los violentos abusan de los más débiles en las escuelas y no sólo no hacen nada por evitarlo, sino que ríen las gracias; desde los que ven cómo se fraguan los acosos en los puestos de trabajo y no hacen nada, no vaya a ser que los siguientes sean ellos; desde que se instauró de forma desmesurada la cultura del «yo» en nuestra sociedad; desde los que compran las publicaciones amarillistas, en lugar de dejar que se pudran en los kioskos; desde los que ven programas de televisión donde se insultan unos a otros sin ton ni son, aunque sea puro teatrillo, pero algo queda; desde que programas como Gran Hermano se enseñorearon de la audiencia y los personajes más zafios y sociópatas son los que acaparan más seguidores; desde que los políticos dejaron de ser estadistas para luchar sólo por su puesto de trabajo... Hay tantos «desde que» que termina por ser aburrido, pero desde luego no ayudará a las siguientes generaciones, para que esto no siga ocurriendo, el que dejemos a nuestros hijos hacer con sus padres, vecinos y profesores lo que les dé la gana. Eso sí, hay coherencia por parte de los educadores, ya que les estamos educando para el mundo de hoy en día y en el que, supuestamente, van a vivir, porque sería contraproducente educar bien a tu hijo. Es lamentable, aunque cierto, que un niño bien educado será, con toda probabilidad, una víctima en el futuro. Para el mundo que estamos construyendo es necesario criar a los niños como auténticos tiranos que se porten como tales ante todo aquél que en el futuro se encuentren. Que el niño no será feliz en ese futuro no importa, porque ¿qué es la felicidad? ¿Se puede comprar? ¿Se puede robar al vecino? No, por lo tanto no vale nada.

             El Condotiero

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