miércoles, 17 de febrero de 2016

Demagogias, mentiras y hemerotecas

             La única verdad que sobrevuela el panorama político español de los últimos tres meses es que los ciudadanos estamos hartos y cansados de nuestros políticos. Hartos y cansados de ellos; hartos y cansados de la demagogia que adorna sus mensajes; hartos y cansados de las infames mentiras que sueltan cada vez que tienen un micrófono a mano o un auditorio al que encandilar; y, sobre todo, estamos hartos y cansados de no poder hacer nada para remediarlo, de no poseer instrumentos válidos con los que castigar a los reincidentes encantadores de serpientes y de tener que guardarnos para nosotros nuestra rabia y nuestro rencor, porque si protestas en demasía es que eres antidemócrata.
El esperpento en que se ha convertido el resultado de las elecciones del 20D no tiene parangón en la corta Historia de la Unión Europea. Estamos a punto de cumplir los dos meses de la celebración de dichos comicios y aún no tenemos gobierno, ni esperanzas de pronta resolución para ello. Pero la demagogia continúa inundándolo todo cada vez que se les pregunta a los representantes de los votantes españoles. La gracia que me hace escuchar a los dignatarios socialistas cuando hablan que ellos son los que deben gobernar porque el pueblo ha votado por «el cambio»… Es un mantra repetido hasta la saciedad con la sola idea de que los incautos se empapen de él. Pero, vamos a ver, señores, si una inmensa mayoría de los españoles ha votado NO al PP, hay todavía más españoles que han votado NO al PSOE, pero aun más que han votado NO a Podemos, y todavía más que han votado NO a Ciudadanos, por no hablar ya de los que niegan su voto a IU, UPyD y resto de partidos, de corte nacionalista o de lo que sea.
¿Qué quiere esto decir? ¿Qué no queremos que nos gobiernen? ¿Qué deseamos una anarquía? No, lo que estamos diciendo, creo yo, es que estamos hartos de ellos. Aun así, hay mucha gente que ha votado por los partidos tradicionales. Sí, no lo niego, pero es que ambos partidos tienen demasiados votos cautivos: funcionarios a dedo cuyo trabajo depende, o al menos eso creen ellos, de que el partido de siempre los mantenga en su puesto; miembros de las bases de dichos partidos que lo único que desean es el poder para ellos con idea de lograr ascender en el escalafón y ganarse así un puesto de trabajo/poder; y familiares de políticos en idéntica circunstancia, que siempre defenderán lo que hacen éstos, aunque presenten un proyecto de ley por el que se deba gasear a todo el que sea rubio. Yo, por ejemplo, no he votado a los partidos tradicionales, harto de demagogias, mal gobierno, corrupción y amiguismo de los de potentados. No voy a decir a qué partido he votado de los otros dos, puesto que no es importante, ya que lo eché a suertes con un dado de 10 caras. Me preguntarán, algunos, que por qué no he tenido en cuenta a IU. Bien, ése es otro de la misma calaña que PP y PSOE, aunque nunca ha llegado a gobernar en el país, pero que siempre se ha adueñado de las concejalías de Urbanismo en todos los ayuntamientos en los que ha podido hacer alguna coalición con otros partidos. Sí, sí, por el bien de los ciudadanos… ¡Anda ya, ome!
El caso es que los nuevos partidos y sus ideologías tampoco son algo novedoso y en el poco tiempo que están ejerciendo de «alternativa» ya tienen muchos detractores y cosas que echarles en cara. Uno, Ciudadanos, porque se ha desinflado justo antes de las elecciones y, me temo, seguirá haciéndolo de aquí en adelante. No posee una ideología claramente diferenciada del PP, su hermano mayor. Prácticamente, el PP podría renovarse y acoger muchas de las propuestas de Ciudadanos, por lo que entonces España no necesitaría dos partidos idénticos. Incluso sería contraproducente para ellos mismos, que se tendrían que dividir los votos de la gente y los escaños resultantes. Por no hablar de la cagada antes de las elecciones de dejar de defender los derechos de los animales, quizá al creer que era tema de los podemitas.
¿Y qué decir de Podemos? Los anticasta que cada vez son más casta. Me hace gracia que los que defendían con tanto ahínco los escraches son los que ahora despotrican contra el que ha sufrido uno de sus concejales del Ayuntamiento de Madrid. Esta gente nueva (me río con lo de nueva, ya que su forma de hacer política no se diferencia mucho de lo que hacían ciertas personas hace poco más de un siglo en la Rusia zarista) no saben diferenciar entre libertad y respeto, al menos en lo que respecta a los demás. No entienden que la falta de respeto a las ideas de los demás es sólo el primer paso hacia los fusilamientos en las cunetas o ante las tapias de los cementerios. O sí lo entienden pero desean poder llegar a ese punto, otra vez, porque ya no me extrañaría nada. Esta gente y los que opinan como ellos hacen un flaco favor a los derechos del pueblo olvidando la Historia, o sólo recordando la parte que les interesa. Nos quieren esconder las placas conmemorativas de los fusilados por los comunistas o anarquistas en aquel despropósito de Guerra Civil, como si no fueran personas con derecho a ser recordadas, no por lo que hicieran o por lo que dejaran de hacer, sino por haber muerto de forma injusta y arbitraria. Pero la persona que está al frente de estos hechos, en el Ayuntamiento de Madrid, que se lava las manos, como buena política al corte de los peperos o los socialistas, es sólo la que sustituye al tontolaba que en sus twits se reía de la desgracia de Irene Villa o del Holocausto judío.
Y ahora, para más INRI, se va a juzgar el caso de la portavoz de Podemos en el Ayuntamiento de Madrid, para la que piden un año de cárcel, por entrar en una de las capillas de la Universidad de Madrid increpando a los asistentes, amenazando al párroco y desnudando sus partes ante el altar de la misma. Ya sabéis que no parto peras con la institución eclesiástica, pero como dijo alguien, «al César lo que es del César, y…», por lo que creo que ha habido una flagrante falta de respeto a las libertades individuales por parte de estas personas, que se arrogan el derecho de decir qué debe uno pensar o creer o qué no. No lo sé, pero esto se parece tanto a lo que ocurrió en la II República española que da miedo. Y no nos engañemos, por mucho que traten de endulzarlo sus cada vez más partidarios, pero los desórdenes creados por las masas sin control durante la II República fueron los que propiciaron que, finalmente, nuestros ascendientes tuviesen que sufrir 40 años de Dictadura. De aquellos lodos…
Por tanto, la pregunta sería: ¿de quién nos fiamos? Difícil respuesta observando el panorama que tenemos. Como única defensa tenemos las hemerotecas de los distintos medios de información que, aunque sigan siendo subjetivas, aún nos sirven para cotejar lo que dicen unos y otros a lo largo de las semanas que van pasando y cómo sus verdades imponderables no lo eran tanto unos días atrás, o «donde dije digo, digo Diego», que el pobre no tiene culpa de nada, pero que seguro que le endilgan el muerto.
Pero eso será siempre que se pueda mantener la independencia de nuestros medios de comunicación, porque ya hay algunos que dicen que deberían intervenirse. Y no hablo más, no vaya a ser que alguien me intervenga…

El Condotiero

6 comentarios:

  1. Un juicio muy sensato del actual momento político.

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  2. Un juicio muy sensato del actual momento político.

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  3. Gracias, tocayo.
    Lamentablemente, que muchos sepamos todo esto no significa que tengamos más oportunidades para cambiarlo.

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  4. Como siempre en parte estoy de acuerdo contigo y en parte no, de todas maneras es una buena reflexión social

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  5. Como siempre en parte estoy de acuerdo contigo y en parte no, de todas maneras es una buena reflexión social

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  6. Me parece bien, María María, ya que en la diversidad está la sabiduría y no todos podemos pensar igual...Además, sería muy aburrido.

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