El
viernes, en el segundo canal público de nuestro país, vi un documental que me
impactó. Sé que a esa hora habría cosas más interesantes que ver en el canal
que tiene un número 5, como algún asunto sucio entre la Belén Esteban y cualquier
otro contertulio de altura, ya sea familiar de fenecida tonadillera o antiguo
esnifador de todo aquello que fuera blanco y en polvillo, pero es que yo soy
masoca y me gusta ver horteradas.
Aun así, recomiendo la visualización
de dicho documental,
puesto que no creo que deje a nadie indiferente. Se titula La era de la estupidez y trata del calentamiento global y la
carrera que estamos haciendo por la sistemática destrucción del medioambiente.
Pero no es otro documental más, puesto que su originalidad radica en cómo está
explicado. El narrador, un archivero, graba un mensaje para que pueda ser
visualizado por quien sea, pero lo hace en el año 2055, por lo que narra sus
propias vivencias, además de las experiencias de otras personas que aparecen en
vídeos que tiene en su inmenso archivo. O sea, que no habla de posibles o
futuribles, sino de cosas que para él ya han ocurrido.
Sé que es sólo una forma de hacerlo
y que algunos podrían tachar de demagógico, puesto que no hay seguridad al 100%
de lo que pasará en un futuro ya no tan lejano, pero sí dice la verdad en
cuanto que todos los síntomas que están apareciendo los estamos desoyendo, por
regla general. Es evidente que la principal culpa la tienen nuestros políticos
y los grandes empresarios del mundo, que sólo ponen sus miras en el balance de
resultados y no en el posible daño que estén produciendo al medio ambiente.
Pero aunque ellos sean los
principales responsables, no son los únicos, puesto que todos nosotros nos
hemos dejado envolver por el espíritu del consumismo, creyendo que teniendo más
cosas seremos más felices, sin pensar que para ello estamos abocando a nuestros
semejantes de los países más pobres, de los cuales parten la gran mayoría de
los recursos primarios, a la más absoluta indigencia, obligándoles a vivir una
aventura diaria por la supervivencia.
La cosa es que lo hacemos de forma inconsciente,
sin pensar que el más mínimo gesto que hagamos, ya sea el encender la
calefacción en lugar de coger una mantita, poner el aire acondicionado, en
lugar de abrir una ventana, o el comprar una botella de agua mineral en lugar
de llenar un vaso de agua del grifo, está sumando un granito de arena más a ese
futuro planeta inhabitable. Y es que estamos tan imbuidos de esa mentalidad
occidental proconsumista que no nos damos cuenta. Yo he visto a un chaval de 15
años, sin tara física alguna, montarse en una parada del autobús de línea para
bajarse en la siguiente. En el mismo documental se ríen de la estupidez de
comprar agua embotellada, que es mucho más cara a nuestro bolsillo y es
infinitamente más cara de producir, por la botella de plástico, que el agua del
grifo. La culpa de esto es de los padres de hoy en día, que creen que sus hijos
van a estar más sanos por ello, o han sido engañados por la multitud de
anuncios televisivos donde les dicen que el agua embotellada es fuente de vida,
sin mencionar que lo que realmente es fuente de dinero para sus propias arcas.
Yo he bebido agua del grifo toda la vida y estoy muy orgulloso de ello. Y que
no me digan que el agua del grifo es cancerígena y la embotellada no, porque
les puedo contestar que, según otro documental que me tragué hace años, el
plástico utilizado para fabricar las botellas de aguas es malísimo para la
salud.
No creo que el documental haya
contado nada que no supiéramos. Estoy seguro de que todos estamos ya muy al
corriente de cómo están las cosas, pero es importante recordarlo de vez en
cuando. Y cuando pienso el porqué de nuestra actitud respecto a un problema por
todos conocido y que no hacemos nada por ponerle solución, sólo se me ocurre
algo parecido con el Síndrome de
Estocolmo. Nuestros captores son los políticos y los medios de
comunicación, comprados todos éstos por las grandes empresas multinacionales,
que son las que manejan el cotarro y las que se lo llevan calentito, y
nosotros, la inmensa población, pobres raptados, aunque sólo mentalmente, somos
incapaces de levantarnos y ponernos en contra de todos ellos, porque en seguida
nos sacan un nuevo teléfono móvil que deseamos más que otra cosa en el mundo, o
nos ponen vuelos de bajo coste, con lo que nos obligan prácticamente a volar
donde sea, con tal de aprovecharlos, sin pensar en las consecuencias de comprar
ese nuevo teléfono móvil o de subirnos a ese avión cuyas turbinas destruyen los
ecosistemas. Y todos, incluido yo mismo, caemos y volvemos a caer en la trampa,
en una especie de huida hacia delante, sin mirar los cadáveres que dejamos a
nuestro alrededor y bajo nuestras suelas de los zapatos.
Mientras tanto, la Conferencia por
el cambio climático de París pasa casi desapercibida, porque los medios
insisten más en los 132 asesinados en la misma ciudad semanas antes, o en los
intentos de captura del terrorista huido. Nos manejan como a los burros con la
zanahoria y nosotros, mientras, discutiendo sobre nimiedades. Sí, sé que es
duro escucharlo, pero más lo es decirlo, pero ante una futura extinción
planetaria, 132 muertos no es nada, o la memoria histórica de personas asesinadas
hace 80 años es menos todavía, porque el futuro se acerca peligrosamente y
llegará el momento en que ya nada podamos hacer por detener el deterioro. Y es
que este deterioro no es futuro, es presente, puesto que el número de especies
extinguidas en los últimos años supera con mucho a las de las extinciones
naturales ocurridas en los millones de años que nos preceden, ni siquiera
cuando la gran y dilatada extinción de los dinosaurios.
Como suelo decir, a mí es al que
menos me importa, porque mi sangre se extinguirá conmigo, al no tener
descendencia, pero y a vosotros, ¿os preocupa?, ¿qué queréis legarle a vuestros
descendientes?
El Condotiero
Documental https://www.youtube.com/watch?v=eOETJCHOs8k
Página http://www.notstupid.org/
No hay comentarios:
Publicar un comentario