Está
de moda, últimamente, el tema de los inmigrantes en Europa, a raíz de lo
ocurrido en París y después de las primarias en Francia, con victoria de Le
Pen, aunque salvados los muebles de forma milagrosa en la segunda vuelta.
Ya he tratado este tema en la
entrada Viraje
hacia la xenofobia, pero creo que es menester darle una vuelta más de
tuerca, redundando en el problema desde el punto de vista inmigratorio. Sé que
lo que voy a decir no es políticamente correcto, pero, primero, estoy harto de
lo políticamente correcto, pues me parece más una sarta de hipocresía que de
virtud, y, segundo, que es algo que planea sobre el ambiente europeo, desde la
invasión de los cientos de miles de refugiados procedentes de Siria.
Aquí, en España, somos demasiado
políticamente correctos y cualquiera que diga lo que los demás piensan en su
fuero interno es fusilado sin remisión posible. No sé de dónde nos viene esa
manía por no decir las verdades, pero ya estamos llegando a extremos que rozan
lo ridículo. De hecho, estamos en un país donde los inmigrantes obtienen más
puntos que los nativos para los puestos en guarderías, para conseguir casas de
VPO o para plazas en cursos remunerados, como si los españoles de toda la vida
tuviéramos menos derechos que los que vienen de fuera. Eso es malo, porque crea
rencor hacia los pobres inmigrantes, que no tienen la culpa de que las
administraciones públicas sean demasiado políticamente correctas. Yo estoy a
favor de que los inmigrantes tengan las mismas oportunidades que los españoles,
pero no más. Supongo que ellos deberían querer lo mismo, si no desean verse
señalados con el dedo.
El racismo y la xenofobia no son
nuevos en Europa. En España se expulsó primero a los judíos y después a los
moriscos. Cuando llegaron montones de inmigrantes a los nuevos pueblos de
colonos de Andalucía, en la segunda mitad del S.XVIII, en el reinado de Carlos
III, lo pasaron bastante mal. Algunos pueblos fueron literalmente saqueados por
habitantes nativos de los pueblos de alrededor, con asesinatos incluidos. Sin
olvidar la tremenda purga de judíos, gitanos y otras razas que tuvieron lugar
en la Alemania nazi no hace siquiera 100 años.
Efectivamente no estoy a favor de
que se maltrate a los inmigrantes, pero lo que quiero decir, y esto es lo que
puede ser políticamente incorrecto, es que ellos tienen que poner algo de su
parte. De acuerdo que dentro de los valores de la civilización occidental está contemplado
el auxilio de las personas y el acogimiento de éstas, pero querer aprovecharse
de nuestros valores, sin entrar en ellos, es sumamente peligroso. Reconozco que
una gran mayoría de inmigrantes se portan como es debido, pero, los que no,
hacen mucho ruido y echan por tierra la labor de los demás.
Lo que sí deberíamos tener todos
claro, tanto los inmigrantes cono los nativos del país, es que los que vienen
son los primeros que están obligados a respetar lo que aquí hay, antes de que
exijan que los respetemos a ellos. Una cosa es pluralidad, diversidad o lo que
se le quiera llamar, otra muy diferente es que yo tenga que adaptarme a mi
vecino que viene de no sé dónde. Si un inmigrante llega aquí lo hace huyendo de
algún problema, ya sea político, criminal o económico, por lo que no debe
intentar traerse su país, con sus problemas, con él. Y eso es algo que yo no
entiendo, como lo que ocurrió en Kosovo, que porque había un 90% de albanos ya
querían separarse de Serbia y unirse a Albania. Oiga, ¿usted es de origen
albano y desea volver a Albania? Muy bien, pues coja su maleta y vuélvase allí,
no quiera ahora que mi país se convierta en Albania porque os habéis tirado 50
años teniendo hijos como churros.
De tal forma, inmigrante no tiene
por qué considerarse a uno que acaba de llegar. Se puede ser inmigrante de
vigésima generación, ya que si tu árbol genealógico jamás se ha adaptado al
país en el que vives, es como si lo siguieras siendo. Es el caso de los gitanos
en España, o de los judíos en Europa antes de la Segunda Guerra Mundial. Ambos
colectivos han mantenido durante generaciones sus costumbres, jergas o idiomas,
religión en el caso judío, etc. Así, aunque la familia viva durante cientos de
años en la misma población, habrá creado una barrera hacia el resto de vecinos,
continuando con su apellido de inmigrante.
Por tanto, e incido en que es
políticamente incorrecto pero de cordura meridiana, aquí escribo un decálogo de
consejos hacia los inmigrantes, si quieren que no se les termine viendo como
una lacra para la sociedad, como está ya ocurriendo en Grecia, Francia,
Alemania y otros países europeos:
1.-
Aprende el idioma oficial del país en el que vives.
2.-
Adapta tus horarios y calendario a los del país en el que vives.
3.-
Si tu religión es diferente a la religión oficial del país en el que vives,
intenta no hacer apología de tu diferente creencia (lo mismo si no hay religión
oficial en el país en el que vives, pues NO HAY RELIGIÓN OFICIAL).
4.-
Respeta las costumbres cotidianas del país en el que vives e intenta adaptarte
a ellas. Sé respetuoso con las fiestas locales.
5.-
Amóldate a la cocina del país, aunque no olvides la tuya.
6.-
No exijas que los demás se adapten a ti o te comprendan. Tú eres el que ha ido
a su país.
7.-
Procura que te traten como se trata al resto de personas de ese país, no mejor.
8.-
Si quieres que te tomen como a uno más de los habitantes de ese país, siéntete
como uno de ellos. No es necesario que a cada momento saques a relucir las
diferencias entre tu país de origen y el país en el que vives.
9.-
Jamás olvides tus raíces, pero no las tengas por bandera.
10.-
Y, por supuesto, no seas racista ni xenófobo con respecto a los habitantes
nativos del país en el que vives.
Este último punto parece una pamplina,
pero es absolutamente cierto. Muchas veces, los inmigrantes son los primeros
racistas y xenófobos. Les pasa a los gitanos españoles, que miran mal a los payos, o les pasaba a los judíos
europeos, que no estaban de acuerdo en que sus hijos se casaran con gentiles,
manteniendo la separación con el resto de vecinos durante cientos de años.
Y esto es algo que se debe hacer no
sólo aquí, sino en cualquier lugar del mundo. ¿A ver quién es el guapo español
que va a Arabia Saudí a construir una iglesia católica, o a Irán, para mantener
una relación homosexual de forma pública y notoria, o que se traslada a Corea
del Norte para expresar libremente sus ideas?
El Condotiero
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