Pues
sí, algunos creen que es la mejor manera de detener la lacra del
siglo XXI. Pero esto no es lo peor, esto es el tratar a quien no pone
mensajitos en Twitter o Facebook tipo «Basta ya», «Todos somos tal
ciudad» y cosas por el estilo, como un paria que no se adapta a los
nuevos tiempos.
Me
parece absurda y lamentable la miopía galopante de nuestra sociedad.
Ya no sé si es que estamos aletargados por la comida de mierda que
nos venden o por las magníficas ofertas televisivas de canales como
Netflix o HBO, pero el caso es que cada vez nos cuesta más darnos
cuenta de la triste realidad.
Yo
hago lo que puedo intentando abrir los ojos a los que me leen, pero
no tengo capacidad de llegar a mucha gente, puesto que no salgo en
Tele5 ni en ninguna chirigota. De todas formas, mi mensaje es tan
claro como peligroso, porque no me creo que la gente no sepa que lo
que suelo escribir se acerca bastante a la verdad, lo que ocurre es
que no es políticamente correcta y, entonces, hay que huir de estas
ideas.
No
es la primera vez que escribo sobre el tema del terrorismo, por lo
que el que me lea de forma habitual ya conoce mi forma de pensar. Se
basa en un axioma irrebatible: estamos en guerra. ¿Quién contra
quién?, preguntará algún ingenuo. Pues se trata de una guerra de
civilizaciones donde se enfrentan las civilizaciones. No es de un
país contra otro, ni de una coalición contra otra, es de una forma
de ver la vida, tanto cultural como religiosamente, contra otra forma
de ver la vida.
Es
así por mucho que a la masa no le guste. Otros dirán que no todos
los musulmanes son terroristas. Aquí me defiendo:
Primero
porque yo no he dicho tal cosa, ni tampoco he comentado que sea la
civilización musulmana la principal culpable de lo que está
ocurriendo, ya que en una guerra no hay buenos ni malos, sólo
vencedores y vencidos una vez que la guerra haya terminado, que no es
el caso de ésta. Claro que aquí entra nuestra educación
malencaminada que, desde la Guerra del Peloponeso hasta ahora, nos ha
intentado inculcar qué bando es el bueno y cuál el malo en cada una
de ellas. Como si alguna de ellas fuera la Guerra del Anillo o cosa
parecida. A ver si ya nos enteramos de una vez que en las guerras no
hay bandos buenos ni bandos malos, que cada uno defiende lo suyo
contra el contrario, y hace lo que tiene que hacer para vencer la
guerra.
Segundo,
porque en todas las guerras los soldados son una mínima parte de la
población. En este caso en concreto, los yihadistas islamistas son
menos aún que un ejército regular, además de que, supuestamente,
no reciben el apoyo general de la población a la que creen que
defienden con su guerra.
Por
lo demás, es una guerra al uso, porque ya el terrorismo lo
inventaron hace muchos siglos, desde las destrucciones de
asentamientos en el Neolítico.
¿Cómo
se puede combatir? Esto es lo más difícil, pero no desde luego con
mensajes políticamente correctos contra ellos, como si se fueran a
achantar porque un cantante de éxito publique en su Twitter algo así
como «Basta ya». Esto es tan inútil como los mensajes de apoyo de
los políticos de turno, ya sean máximos mandatarios de sus países
o no, que parecen futbolistas entrevistados después de un partido.
La
solución es tan sencilla como difícil de llevar a cabo. No es la
primera vez que lo comento, porque no hay otra. Evidentemente, los
políticamente correctos dirán que estoy equivocado, pero yo nunca
he afirmado que esté de acuerdo con las medidas a realizar, sólo
apunto cuál es el camino correcto para acabar esta guerra con las
menos bajas posibles de occidentales (y digo acabar, que no ganar;
porque si hacemos lo que digo serán ellos los que la ganen):
1º.-
Que cada civilización viva libremente y como desee en los
territorios propios. Que sean ellos los que se gobiernen como
quieran, sin imponerles nuestra forma de gobierno, y dejando que sean
ellos los que gestionen sus recursos, sin meterles a la fuerza
nuestras megacorporaciones empresariales para explotarlos a nuestro
gusto.
2º.-
Una vez realizado el punto primero, separar por completo a las
civilizaciones en su ámbito de influencia. Es muy bonita la idea de
la tolerancia y la convivencia entre razas, culturas y religiones,
sí, tan bonita como utópica. El ser humano, por mucho que nos
disguste, no está capacitado para tal empatía, por lo que hay que
separar las distintas formas de ver la vida. Siempre habrá exaltados
que quieran que sus vecinos vivan la vida tal como lo hacen ellos. La
forma de evitar esto es suprimir la convivencia entre culturas. Quizá
alguno, después de lo que está ocurriendo, se dé cuenta de que lo
que hicieron los RR.CC. (expulsión de los judíos) y Felipe III
(expulsión de los moriscos) tenía su razón de ser, que no se trató
de una medida tomada a tontas y a locas. No fue para evitar lo que
pasaba, sino para evitar lo que pudiera llegar a pasar.
Una
vez realizado el segundo punto, ya no habría más problemas, porque
el terrorismo sería algo autóctono, ya que no habría posibilidad
alguna de golpear al de la civilización contigua, al tenerlo lejos.
Claro
que no soy un iluso y sé positivamente que esto es irrealizable. Es
imposible del todo expulsar de sus hogares a millones de inmigrantes
para enviarlos a sus países de origen. Pero una cosa es que sea
irrealizable y otra estar continuamente haciendo lo contrario a lo
que aquí digo. ¿Por qué tenemos que dar refugio en Europa a seis
millones de refugiados sirios? Si los hubiéramos dejado en paz, que
se gobernasen como quisieran y explotaran su propio petróleo, que no
es que sea mucho, pero no sólo pueden vivir de vender espadas de
Damasco, no tendríamos ahora que abrirles nuestras puertas, con todo
lo que ello conlleva.
Así,
las acciones tienen consecuencias, y lo más importante es darnos
cuenta de que la mayoría de las situaciones que estamos viviendo de
pateras, refugiados políticos y terrorismo han sido creadas por
nuestros gobiernos y nuestras empresas, por lo que no nos queda más
remedio que apechugar y tragárnoslo.
Para
los fácilmente asustadizos, que sepan que sus conciencias seguirán
tranquilas, puesto que nunca llegaremos al segundo punto que arriba
he escrito, ya que para ello habría que completar el primero, y
éste, como pueden imaginar, nunca será apoyado por los gobiernos y
por las propias corporaciones empresariales.
Entonces,
¿qué? Entonces no nos queda otra que amoldarnos a lo que hay,
concienciándonos de una vez por todas de que estamos en una guerra
de civilizaciones en la que la nuestra es tan culpable o más como
nuestra antagonista, en este caso la civilización musulmana. Aunque
no lo sepamos, somos cómplices de lo que está ocurriendo, porque
todos deseamos vidas cómodas y baratas, donde podamos conseguir el
móvil de última generación o la gasolina que queramos a un precio
asequible. No nos levantamos contra nuestros gobiernos que destruyen
países como Irak o Siria, ni hacemos boicots a las corporaciones que
se hacen con los recursos de dichos países, quizá no vendiendo sus
productos más baratos, pero sí quedándose con el mayor monto de la
ganancia.
Una
vez concienciados de que estamos en guerra, hay muchas formas de
verificar quién la está ganando. Aunque tal vez no sea la más
correcta, siempre se han contabilizado los muertos por batalla para
dilucidar quién la ha ganado. Así, en la batalla del año 2017 de
la Guerra de Civilizaciones, hay que decir que vamos ganando por
goleada. Los bajas occidentales por terrorismo no llegarán a
trescientas, menos si sólo contabilizamos a los muertos. ¿Cuántos
cientos de miles de bajas llevan los países musulmanes en lo que va
de año? Si, además de a ellos, contamos a los caídos en la
civilización africana, el número se dispara hasta los seis ceros.
No
nos equivoquemos, esto es así y así es como cuentan los números
los grandes estrategas de las corporaciones que dominan la
civilización occidental. Quizá los políticos de medio pelo no lo
hagan, pero ellos están tan absortos en sus escasas miras que se dan
tan poca cuenta de lo que ocurre como el resto de la sociedad.
Ya
es hora de que abramos los ojos: Occidente compró el paquete
completo en África y Oriente Medio, esto es injerencia en sus
gobiernos y apropiación de sus recursos de todo tipo, más avalancha
de refugiados y terrorismo. No podemos pretender quedarnos con lo
bueno y desechar lo malo. No, porque viene en conjunto. Si no
queremos refugiados y terrorismo, dejémosles gobernarse como quieran
y gestionar sus propios recursos.
El
Condotiero
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