Cádiz,
por desgracia, vuelve a destacar de manera peyorativa. Y no lo digo
porque crea que las personas no deban ejercer su derecho a la
protesta cuando algo es injusto, sino porque lo hacen más como una
pataleta y un echar balones fuera que como una legítima acción
contra las tiránicas autoridades.
Antes,
debería ponerles en antecedentes. Resulta que un chico gaditano, del
cual omitiré su nombre, ha iniciado con tremendo éxito una campaña
de protesta en la más conocida plataforma virtual de recogida de
firmas, en contra de lo que él y los demás alumnos que han
participado en esta nueva prueba para el ingreso en la Universidad
creen que ha sido una injusticia y una tomadura de pelo. Puede que
tengan razón en ambas cosas, ya que no estudiaron un tema en
concreto que sus profesores les recomendaron no estudiar, puesto que
no caería, pero con la sorpresa de que sí que cayó. Decir que este
alumno gaditano creo que no culpa a los profesores por ello, sino a
la Junta y al Ministerio de Educación por lo que él piensa que ha
sido un despropósito de desinformación. Viendo el resultado, puede
que hasta con algo de mala leche, oiga.
El
caso es que, sea como fuera, los alumnos españoles cada vez van más
hacia atrás, como los cangrejos, hasta que la marea termine por
engullirlos y volvamos a las cavernas.
¿Quién
es el culpable? Bueno, hay tantos que necesitaría unos cuantos gigas
de espacio para poder explicarlo con una total coherencia y que todos
los agentes actuantes se vieran reflejados con total nitidez. Ni
dispongo de esos gigas, ni de tiempo para escribirlo ni ustedes
disponen de tiempo para leerlo, por lo que intentaré ser lo más
breve posible.
Ya
he disertado más de una vez sobre la dejadez total de los padres
actuales, quitándose el problema de encima (si quieren saber el
nombre del problema es Manuel, Juan, Virginia, María, etc.). Ellos
ya hicieron bastante teniendo a sus niños, por lo que lo lógico es
que sean los profesores los que les enseñen. Si luego no lo hacen,
por falta de medios o de vocación, el niño o niña se convierte en
un australopithecus y habrá que llamar al Hermano Mayor ese.
El
sistema de oposiciones que todas las Comunidades Autónomas
administran, por mor del Estado, para contratar nuevos maestros y
profesores olvidan evaluar la mayor y mejor capacidad que debe tener
una persona que quiera enseñar a niños y adolescentes, y ésta es
la vocación. Sin la vocación, los maestros y profesores pasan de
sus alumnos, porque lo único que les interesa es cobrar a final de
mes. Sé que es complicado evaluar la vocación, pero por eso mismo
un país como Finlandia, con un gran historial de buenos resultados
educacionales, no posee ningún tipo de oposición. El director de
cada colegio contrata a los profesores por sólo un año y, si éstos
son buenos, les va prorrogando el contrato. Ni tienen el puesto para
toda la vida ni se corre el riesgo de que un profesor apruebe su
oposición sin vocación alguna y, a las primeras de cambio, se dé
de baja por depresión.
Eso
sin contar la falta absoluta de cultura que observo en algunos
maestros y profesores españoles. Solamente hay que ver alguno de los
concursos culturales televisivos, inundados de profesores, que
algunas veces parecen más humorísticos que otra cosa, por la de
pamplinas que se les escucha decir. Qué menos, creo yo, que los
maestros y profesores españoles se lean un libro de vez en cuando, y
no sólo el Marca o el Hola. Atentos, que no digo que
todos los maestros y profesores españoles sean unos incultos, pero
muchos sí. Con que hubiera sólo uno, habría que echarlo de su
puesto de trabajo. O reciclarlo.
Y
los alumnos. Bueno, creo que son los que menos culpa de todo tienen.
Los alumnos siempre han sido alumnos, en todas las épocas y en todas
las culturas, por lo que su ley es la del mínimo esfuerzo y la de
pasárselo bien. Ya los egipcios decían que el oído estaba en la
espalda, que quería decir que había que darles con una vara para
que aprendieran. No hay que llegar a tanto, por supuesto, pero el
problema es que hoy en día los alumnos tienen casi más poder que
los profesores. Éstos últimos están acogotados por perder su
puesto de trabajo por enfrentarse a un alumno cabrón y los alumnos
están respaldados por los padres y por la administración. Yo
recuerdo que no podía decirle a mi padre que un maestro me había
castigado, porque si lo hacía en lugar de un castigo obtenía dos.
Ahora, el padre del niño va con sus primos a cantarle las cuarenta
al profesor de turno.
Y,
cómo no, he dejado para el final al Gobierno y a las Comunidades
Autónomas, que son las que tienen la competencia de educación
gracias a una porquería de Constitución que aún algunos defienden
con uñas y dientes. El mayor hándicap con el que se encuentra la
educación en España no es otro que los 450 000 políticos que
existen en nuestro país. Con tal cantidad, doblando al segundo país
europeo con más número de éstos, hay que colocarlos en algún
sitio. Además, los políticos españoles carecen de cualquier
preparación, puesto que no hay que superar examen, selectividad,
reválida u oposición alguna que valide el puesto al que optan, más
allá del famoso dedo del que hay que hacerse amigo.
Así,
tenemos a los políticos en todos los puestos de responsabilidad
imaginables, sin saber qué tienen entre manos, y rodeándose de
asesores megacaros que tampoco lo saben, ya que lo normal es que
éstos sean amiguitos o familiares a los que dar un sueldo de 3000€
por la face.
Hasta el loco y drogado de Hitler buscó a un arquitecto, Speer, para
la construcción de su gran capital,
Welthauptstadt
Germania,
y a un ingeniero, Todt, para la construcción de su Fortaleza Europa,
de la cual hoy sobreviven gran cantidad de búnkeres y defensas para
submarinos. Pero en España, no. En España no ponemos a pedagogos
(me niego al chiste fácil) al frente del Ministerio de Educación ni
al frente de las consejerías de educación de las distintas CC.AA.
Más aún, cuando hacen un cambio en las leyes de educación, lo que
viene siendo cada legislatura, no preguntan a los que entienden del
tema, es decir, a pedagogos, profesores, maestros, psicólogos
infantiles, etc. Hay tantos profesionales de los que se podrían
asesorar gratuitamente, que, quizá por ello, pasan de todos, a su
bola, mercachifleando los cursos y las asignaturas con la única
premisa del buenismo y la igualdad mal entendida.
Estos
demagogos, que no pedagogos (lo siento, al final no he podido
aguantarme), que están al frente de los diferentes cargos políticos
relacionados con la educación, no se dan cuenta de que cuando la cagan,
porque no hay otra palabra que lo defina mejor, con una ley de
educación, condenan a varios miles de chavales a un mundo de
incultura que les pesará en el resto de su futuro, ya que, por
desgracia, pocos padres se tomarán la molestia de encargarse
personalmente de las carencias de sus churumbeles.
Y
sé de lo que hablo. Hasta profesores universitarios me comentaron en
su día con respecto a la LOGSE que no tenían más remedio que
aprobar a sus alumnos, puesto que venían con tantas carencias que
era prácticamente imposible exigirles un mínimo nivel, aunque fuera
sólo en lectura y faltas de ortografía. Decían que más valía
quitarse de problemas y aprobarlos para que luego fuera el mundo real
el que se hiciera cargo de ellos. Si eso opinaban de la LOGSE, no
quiero ni pensar qué opinarán de la LOMCE.
Ahora
habrá muchos que digan que exagero, que en todas las generaciones se
habla de lo mismo respecto de las nuevas y otros que ellos no han
salido así aunque hayan sufrido dichas leyes. A ellos les digo que
siempre sale gente buena y preparada, como excepciones que confirman
la regla, pero lo habrán logrado más por una cuestión de
superación personal y ánimo de conocimiento que por las exigencias
de sus estudios. Porque no debemos equivocarnos: saberse al dedillo
la lista de los reyes godos o todos los afluentes de la Península
Ibérica no hace que un alumno esté más preparado que otro; lo que
lo hace es enseñarle la metodología adecuada para que sea él mismo
el que tenga ganas de aprender. Dotarle de un abono para las neuronas
que no es otro que la lectura y la escritura, aderezado con algo de
matemáticas: parte humanística y parte científica. Lo demás,
vendrá por sí solo, porque Internet es una gran herramienta que
sirve no sólo para jugar y chatear, sino también para buscar
información y libros que leer.
Pero
el problema subyacente sigue siendo el mismo: la culpa es de los
políticos. La cuestión es dilucidar si es que son demasiado tontos
para darse cuenta de ello o, por el contrario, son demasiado listos y
lo que están buscando (y consiguiendo) es una sociedad de palurdos
sin capacidad de crítica.
El
Condotiero
No hay comentarios:
Publicar un comentario