Pues
sí, parece ser que muchos se han llevado el gran susto de su vida
una semana después de Halloween, y no precisamente por mediación de
un payaso diabólico... ¿o sí?
El
caso es que las élites de la sociedad ven con malos ojos la elección
de Trump por parte del pueblo norteamericano. De hecho, el mismo Ibex
ha caído tres puntos nada más abrir sus puertas, con la noticia aún
fresquita. Y es que parece que Hillary iba a cambiar el mundo a
mejor, o al menos eso querían hacernos creer. Los «expertos»
preguntados, todos, alucinan y se llevan las manos a la cabeza: ¿cómo
ha sido posible tal despropósito? ¿Acaso el electorado
norteamericano, quizá el más experimentado del planeta, no sabe lo
que hace? ¿Qué ocurrirá a partir de ahora?
Bien,
son muchas preguntas y a lo que se deberían dedicar esos «expertos»
es a analizarlas con profundidad y buen juicio, en lugar de decir
tantas tontunas como estoy escuchando. En primer lugar habría que
decir que realmente no estoy seguro de que sea un despropósito.
Muchos electores han optado por el «ani-mal menor», parafraseando a
Jack Aubrey en Master and Commander. Si te dan a elegir por
apostar a quién ganaría en una carrera de cien metros lisos, tú
querrías hacerlo por Usain Bolt, apuesta segura, pero si las
opciones que te dan son entre el Cojo Manteca y una tortuga,
las cosas cambian, ¿verdad? Pues eso mismo ha ocurrido en EEUU. No
estoy del todo seguro que Hillary Clinton fuera mejor opción que
Donald Trump, y no había otra posibilidad, por lo que era o la
sartén o el cazo. De Trump han dicho de todo, pero me gusta en
particular que sea proclive a sospechar de los informes
gubernamentales sobre el 11-S, que estuviera en contra de la invasión
de Irak, con todo lo que ello ha conllevado (inestabilidad general de
la zona, aumento desmesurado del Islamismo, creación y consolidación
del DAESH, etc), y que también haya criticado otras actuaciones
hegemónicas del gobierno norteamericano. Por contra, la Hillary de
la que todos hablan tan bien ha estado a favor de varias de las más
sonadas cagadas exteriores de EEUU, como la ya mencionada
invasión de Irak, la de Afganistán, el bombardeo de Serbia, el
apoyo a la Primavera Árabe, etc... De hecho, si las figuras fuertes
del republicanismo norteamericano han sido conocidas como los
halcones, ella se ha ganado el sobrenombre del Halcón
Demócrata, y por algo será.
¿Y
por qué el electorado norteamericano, el más experimentado del
planeta, ha cometido semejante error? Y digo que es el más
experimentado porque, al fin y al cabo, es el que más años lleva
eligiendo a sus representantes, no por otra cuestión. Habría que
ver si el fallo del electorado es un error o no y para quien. Lo que
los periodistas que se tiran de los pelos no llegan a comprender es
que la población de la Civilización Occidental está muy cansada.
No deberían, de ninguna manera, creer que los norteamericanos sean ahora
populistas, o que los europeos sean neonazis, habida cuenta del
ascenso de la ultraderecha europea, o que los españoles seamos
trotskystas porque un partido como Podemos haya subido como la espuma
en sólo un par de años. No, lo que los miembros de la cada vez más
deprimida clase media occidental está cansada es de «más de lo
mismo». La clase media es la que sufre los recortes; la que se ve
abrumada por la presión fiscal, mientras los potentados, tanto
políticos como empresariales meten su dinero en lugares como Panamá
y Andorra; la que ve cómo sus impuestos son lapidados sin compasión
sin que lleguen a revertirle de una forma ecuánime; la que ve cómo
su capacidad adquisitiva va disminuyendo de forma gradual, mientras
que proporcionalmente las grandes empresas y los grandes empresarios
aumentan su poder económico sin freno alguno, puesto que los
controles políticos que deberían equilibrar la balanza están
rendidos a sus pies. ¿Qué quieren, pues, las fuerzas vivas de
nuestra civilización, que también dominan la prensa? ¿Quieren que
sigamos sin más votando a los mismos?, ¿para que sigan haciendo lo
mismo? No, y deben dar gracias que no salimos a la calle
reivindicando la era de las guillotinas. Hacemos lo que podemos, y es
votar a alguien que quizá, y sólo quizá, no haga lo mismo que los
anteriores. A ver si me comprenden, en principio entre Dios y el
Diablo, prefiero a Dios, pero si éste me fustiga a cada minuto,
probaré con el otro. Total, de perdidos al río.
Pues
esto tan sencillo parece ser que los «expertos» y demás analistas
no son capaces de ver: el hastío de la baja clase media autóctona
de los países occidentales.
Terminando
ahora con la última pregunta, ¿qué ocurrirá a partir de ahora?
Pues desgraciadamente creo que nada. El sistema está tan bien
montado, de forma que un loco no pueda hacerse con todas las riendas
del poder de una nación, que su figura ha quedado casi en nada.
Sería exagerar decir que Trump mandará menos que yo, pero...
Recordemos todo lo que quería hacer Obama, que hasta recibió un
Nobel de la Paz por sus intenciones, y que después de ocho años se
ha quedado todo en aguas de borrajas. No, tranquilos, Trump no hará
nada de nada, para bien o para mal, puesto que el sistema no se lo
permitirá. Eso sí, le vendrá muy bien el carguito de cara a sus
futuros negocios. Pero nada más.
Resumiendo,
que es gerundio y hay a los que les molesta, pues que los ricos
pueden estar tranquilos porque seguirán siéndolo y los pobres
continuaremos con nuestro enchabolamiento dirigido. Es lo que
nos queda, puesto que peor sería que llegase un iluminado que
cambiara las cosas, nos metiera en una guerra contra los enemigos de
Occidente y acabáramos siendo carne de cañón, puesto que, no lo
olvidemos, por mucho que en apariencia cambien las cosas, los ricos y
sus hijos siempre se acaban librando de esos marrones, mientras que
los demás somos los prescindibles de la población.
El
Condotiero
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